Ceguera de rostros

Ilustración: HCM

 

Casa de citas/ 750

Ceguera de rostros

Héctor Cortés Mandujano

 

Leo El vicecónsul y El arrebato de Lol V. Stein (RBA Editores, 1983), dos novelas breves de Marguerite Duras.

El vicecónsul quiere dejar su adscripción de trabajo. Me asombra la pregunta final, que ya no hará al embajador (p. 30): “Deseo cada día de telefonear al embajador: Señor Embajador, solicito un traslado, no puedo más, no puedo acostumbrarme a Calcuta. ¿Dónde esperar hasta que el amor venga a nuestra ayuda?”.

Leí un ensayo sobre Ricardo Piglia y me llamó la atención que él recomendaba leer (cuando yo la estaba leyendo al mismo tiempo que el ensayo) El arrebato de Lol V. Stein. Esas casualidades, que en mis lecturas son frecuentes, a veces me parece que quieren decirme algo. Y no sé qué.

 

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Los epígrafes son una forma de agradecimiento a todos

aquellos que nutren con su voz mi propia voz

Esther Seligson,

en “Vigilias”

 

Cicatrices (Páramo Ediciones, 2009), de Esther Seligson, es un libro de cuentos. Dice en “Ella, mi madre” algo que se ha dicho de muchas formas, aquí en clave de navegación (p. 34): “Hay quienes dicen que nacer es levar anclas y morir llegar a puerto”.

El libro está dividido en dos partes. Me encantó la segunda, que está conformada de textos breves, incluso brevísimos. Escribe en “Vigilias” (p. 112): “El sexo no es asunto de orificios, sino de imaginación” y “Nada hay como dejar correr, libre gozoso, el semen consolador de las lágrimas”.

Sobre el sexo sigue en la página 113: “Cuando por azar encuentro a los amantes que aún no me perdonan el fallido asalto de sus vergas flácidas, o la vacuidad de sus copulaciones, invariablemente me pregunto cómo es posible hacer girar la vida alrededor de tan vulnerable punto de apoyo”.

Dice sobre el mismo tema (p. 116): “Saqueaste mis tesoro sin pudor alguno. Y, aun así, no tomaste nada que no hubiese querido darte”.

 

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El átomo cuántico. Bohr. Pasaporte cuántico a otro estado (RBA Coleccionables, 2023), de Jaume Navarro, es biografía de Niels Bohr y de los descubrimientos científicos de su época. Bohr fue peculiar pues, en lugar de encerrarse para realizar sus descubrimientos, (p. 8) “trabajó siempre rodeado de gente, creando una escuela de discípulos a su alrededor”.

Bohr ganó el Premio Nobel de Física en 1922, por sus trabajos sobre la estructura atómica y la radiación; en 1935 comienza su proyecto de construir un acelerador de partículas en Dinamarca; en 1962, muere y en 1965, en Dinamarca (p. 13), “el Instituto de Física Teórica pasa a llamarse Instituto Niels Bohr”.

Lo cuántico tiene que ver, entre otras cosas, con los átomos (el atomismo moderno fue fruto de las investigaciones del británico John Dalton). Bohr (p. 79) “generalizó el denominado ‘principio de correspondencia’, que ponía en relación la física tradicional con los nuevos principios cuánticos”.

Y tenía Bohr la misma idea de Ernest Rutherford (p. 129): “Los científicos no dependen de las ideas de un solo hombre, sino de la sabiduría combinada de miles de hombres, todos pensando sobre el mismo problema y cada uno de ellos haciendo su pequeña aportación a la gran estructura de conocimiento que se va construyendo poco a poco”.

 

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Descartes, el filósofo preocupado por el ‘orden de las razones’,

fue también el filósofo de las pasiones (algo que, no obstante,

a menudo se tiende a olvidar)

Luis Arenas

 

He leído muchos libros de y sobre Descartes. Leo ahora Descartes. La duda como punto de partida de la reflexión (RBA Coleccionables, 2019), de Luis Arenas.

No había puesto mucha atención en la palabra que usó Descartes para nombrar su libro más emblemático: Discurso (p. 57): “La razón puede ser que –como explicó a su amigo el físico y matemático holandés Christiaan Huygens– en el Discurso del método Descartes no se proponía ‘enseñar el método, sino sólo hablar de él’. Por eso su título fue el de Discurso del método y no el de Tratado del método”.

 

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Al margen de lo obvio sobre el tema del que se ocupa, aprendí dos cosas en El autismo. Reflexiones y pautas para comprenderlo y abordarlo (Emse Edapp-Salvat, 2019), de José Ramón Alonso e Irene Alonso Esquisábel.

La primera, el nombre de algo que yo he padecido toda la vida: me cuesta mucho recordar rostros. Supongo que no estoy en el rango de lo grave, porque (p. 63) “la prosopagnosia o ‘ceguera de rostros’ es un extraño trastorno en el que la persona afectada no consigue recordar las caras conocidas, porque el cerebro no es capaz de interpretar adecuadamente la información sobre las personas que recibe a través de la vista”.

Lo segundo es otro nombre del algo que ya sabía: la poda neuronal (p. 70): “Al igual que un árbol que produce polen o un pez miles de huevos para que solo algunos lleguen a ser adultos, el cerebro produce muchas más células de las que va a necesitar. Tras esta ‘explosión’ sigue un proceso de ‘poda’ de la conexiones excesivas o erróneas, y las células que no han establecido contactos correctos entran en un proceso de suicidio, de autodestrucción, llamado ‘apoptosis’ ”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

 

 

 

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