Siempre me he sentido árbol
Casa de citas/ 753
Siempre me he sentido árbol
Héctor Cortés Mandujano
Todos los ríos esperan la alfombra de la luna, el cuarto cerrado
donde al amanecer se desvisten los que se ahogaron de niños
José Carlos Becerra,
en “Betania”
José Carlos Becerra nació en Villahermosa, Tabasco, en 1937, y murió muy joven, el 27 de mayo de 1970, en un accidente automovilístico, en Brindisi, Italia.
Ya había publicado y ya se le reconocía como un importante poeta en ascenso. A su muerte, dos grandes autores, José Emilio Pacheco y Gabriel Zaid, leyeron y organizaron todo lo escrito por Becerra y publicaron un libro, en 1973, que ya es un clásico de las letras mexicanas: El otoño recorre las islas (mi ejemplar está editado por SEP-Era, en 1985).
Dice Octavio Paz, sobre Becerra, en el prólogo (p. 14): “Cada obra nueva es la continuación y la violación, homenaje y profanación, de los modelos anteriores”. Y luego escribe una frase contundente (p. 15): “El pasado no existe en sí: nosotros lo inventamos”.
Becerra escribe en el final de su poema “Blues” (p. 38): “Espero una carta todavía no escrita/ donde el olvido me nombre su heredero”.
En “Tu boca se borra”, dice (p. 56):
Pero recuérdalo todo,
porque la luna es la boca silenciosa de la noche dormida
la caricia intentada por los muertos. Recuérdalo todo
la luna es una forma de haber amado.
En “La hora y el sitio”, escribe en un largo verso (p. 57): “Por la ventana entra el sol, entra la noche como una mujer sin alas”.
Escribe en “Memoria”, sobre el recuerdo (p. 91): “Nombraste mi pecho con un esguince nocturno,/ la luz hacía en tus ojos su tarea oscura”.
En “Señal nocturna” habla sobre un futuro conjetural (p. 113): “Entonces la sapiencia culmina en el sapo,/ entonces el mar llega besando a sus bellísimos monstruos,/ a sus ruinas de barcos como recién nacidos siniestros”.
Dice en “El azar de las perforaciones” (p. 122): “He utilizado la palabra amor como un bisturí,/ y después he contemplado esa cicatriz verdosa que queda en lo amado y en el amante”.
Los textos finales son prosas de distinta índole. “Fotografía junto a un tulipán” es biográfico, sobre su familia; cuenta del poeta Andrés Calcáneo Díaz, en los lejanos tiempos en que Villahermosa se llamaba San Juan Bautista. El poeta adoraba sus libros y va a ser fusilado (p. 258): “Ya frente al pelotón de fusilamiento, el poeta se acuerda de ‘sus libros’ y le pide a su padre que los recoja y los guarde”.
Becerra entrevista a Carlos Pellicer, también poeta, también tabasqueño. Pellicer le dice una frase que me encanta (p. 277): “Debo advertirles a ustedes que siempre me he sentido árbol”.
***
Tenía en reposo, en mi biblioteca, el libro Escribo sobre la lluvia, poemas y dibujos de niñas y niños chiapanecos (Coneculta-Chiapas, 2005) y cuando lo abrí para verlo y leerlo descubrí que lo tenía dedicado cariñosamente por las maestras del taller que dio origen al volumen: Patricia Mota, en pintura, y Lucía Ovando, en poesía.
El libro combina ambas artes en páginas coloridas y versos sencillos, alegres y, a veces, profundos. Te comparto algunos lector, lectora.
Hace Ana Karen Arcos Martínez, de 9 años (en aquel 2005), una brevísima definición de “Pájaro” (p. 28): “Cajita de canción”.
José Alberto de San Cristóbal, de 10 años, escribe sobre “La pantera”; su primera estrofa dice (p. 36):
La pantera
devora al jaguar del día,
sus sueños son dulces, amarillos,
llenos de trino.
Esto nos cuenta Nahiely Guadalupe Jerónimo García, de 9 años, en “La paloma canta” (p. 52): “La paloma canta,/ la luna duerme en silencio,/ el amanecer sueña nubes”.
Cindy Guadalupe López Gómez, de 9 años, hace una gran postal en “Las flores” (p. 62): “Con el viento fuerte/ las flores se alegran,/ los pájaros buscan árboles,/ las nubes se derriten…/ llueve”.
“El mar”, de Zuri Vianey Pérez Qué, de 10 años, busca hondura en lo que dice (p. 86): “El mar/ es un cielo en movimiento,/ en el fondo del sueño del mar/ guarda estrellas de mar,/ caracoles de mar,/ caballitos de mar,/ los cabellos del mar/ son las olas./ El mar/ siempre está acostado/ descansando”.
Escribe Miguel Ángel Jiménez López, de 12 años, en “Nubes tiernas” (p. 96): “El viento desata/ nubes tiernas./ La pantera sueña/ flores blancas./ La lluvia/ llora en la jícara/ una triste canción”.
Llama “Paisaje” a sus versos Ana Karla Camacho Chacón, de 9 años (p. 134): “Un grano de aire/ camina sobre el follaje./ La lluvia alegre/ sueña con el árbol./ Los frutos maduros/ duermen en el árbol./ La noche:/ una araña que camina/ silenciosamente/ por la ciudad”.
José Emilio Sarmiento Salazar, de 12 años, escribe sobre “La noche” (p. 146): “El rayo/ es un niño travieso,/ el grillo/ busca la noche entre las hojas./ La noche está de luto,/ el día será de fiesta”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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