Volver a casa

Foto: Ángeles Mariscal
Ximena tenía preparadas las actividades que realizaría durante la semana, algunas estaban anotadas en su agenda impresa, otras en el celular y un par más en su mente. Normalmente le gustaba tener organizado qué haría en su día a día, eso le generaba una sensación de más tranquilidad.
Las actividades incluían, además de lo concerniente a su jornada laboral, salidas con amistades, iniciar la travesía de hacer ejercicio, conocer un nuevo restaurante, visitar exposiciones fotográficas, ir a un concierto musical y a un recital de poesía donde participaba uno de sus primos.
Al inicio de la semana todo parecía ir de acuerdo a lo anotado en su agenda, al menos en el ámbito laboral, pero por la tarde el panorama cambió. La salida con sus amistades se canceló unos minutos antes de la hora fijada.
Después de haberlo pensado mucho, Ximena había elegido correr como deporte por los beneficios cardiovasculares, pero también para reducir su estrés y fortalecer su salud mental, sin embargo, el día martes sus compañeros del trabajo, quienes la invitaron a practicar este deporte y que le darían unas recomendaciones de cómo iniciarlo, le pospusieron la salida.
Como si fuera una especie de cascada, todo lo planeado y anotado en su agenda se fue cayendo. En pleno ombligo de semana y con el ánimo un poco bajo Ximena decidió que por la tarde iría sola al nuevo restaurante que quería conocer. La lluvia acompañó la tarde del miércoles y no precisamente como llovizna sino con un fuerte torrencial. Ximena decidió quedarse en casa.
En el corazón de Ximena se mezclaban tristeza, desánimo y un poco de enojo, le gustaba tener organizado el tiempo de lo que haría. Ahora su agenda vespertina estaba libre y no sabía bien qué hacer. Soltó el llanto contenido, luego se tranquilizó. Fue a buscar una vela aromática que le había obsequiado Rita, una de sus vecinas. Prendió la vela. El aroma a vainilla era delicioso, invadió la pequeña salita donde estaba.
Ximena se sentó en el piso, observó la flamita de la vela por largo rato. Por un instante le pasó la idea de escuchar algo de música, prefirió quedarse en silencio. Respiró profundo varias veces hasta quedarse escuchando los latidos de su corazón, sin dejar de contemplar la flamita. Se percató que los sentimientos que tenía antes del llanto se habían esparcido. El fueguito de la vela le dio una sensación de paz, muy grata.
Tenía rato de no estar sola y disfrutar de su compañía. Varias preguntas le fueron llegando. ¿Acaso se ponía actividades diversas para escapar de sí misma? ¿Cuánto tiempo tenía de no escuchar los latidos de su corazón? ¿Todo se había acomodado para que esa tarde tuviera una cita con ella? Entonces, no había motivos para sentirse molesta, ni triste, ni desanimada. Más bien había que aprender a soltar, a fluir y a vivir cada momento.
Respiró profundo, en más de una ocasión. Agradeció lo que estaba sucediendo, era una especie de regalo que le había permitido volver a casa, a Ximena, a ella.

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