“A la vuelta de la esquina o tras lomita”

Imagen de la Revolución Cubana. Foto: Archivo CNDH

 

Como lo dice el título de esta entrega de Encarte Crítico para Chiapas Paralelo, así pensó la mayoría de mi generación que ocurriría el cambio social en América Latina y El Caribe, la Nuestra América que dijo José Martí. Aunque algo borroso-los años no pasan en “balde”-aún recuerdo aquel 8 de enero de 1959, fecha de la entrada triunfante de los Revolucionarios Cubanos a La Habana, con Fidel Castro al frente acompañado de aquellos personajes célebres de la Revolución Cubana: el más destacado, Ernesto “Che” Guevara; Camilo Cienfuegos, quizá uno de los más populares y queridos de los revolucionarios cubanos; Juan Almeida; Raúl Castro, hermano de Fidel; y por supuesto, cientos de combatientes que conformaban la llamada “Caravana de la Libertad”. Recuerdo que mi padre, el Maestro Andrés Fábregas Roca, exilado republicano español, estaba pegado al radio escuchando la transmisión de aquel momento histórico. A mis 14 años aún no entendía a cabalidad por qué la euforia de mi padre y la frase que pronunció: “Es un triunfo de Martí”, refiriéndose a José Martí, el prócer cubano de la libertad de la Isla Bella, de raíces catalanas. Andando el tiempo, ya en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), además de las conversaciones de sobre mesa que protagonizaba mi padre relatando pasajes de la Guerra en España contra Francisco Franco y el fascismo, más las influencias de mis compañeras y compañeros en la ENAH y la voz de un magisterio de izquierdas, se alentó en mi persona la visión de un mundo mejor. Las luchas estudiantiles que recordaríamos en la ENAH, sobre todo la de los estudiantes del Politécnico que en 1956 resistieron la invasión del plantel por parte del Ejército Nacional Mexicano, alentaban esa visión de la posibilidad de un cambio. Pero fue el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 lo que desató en la juventud de Nuestra América la esperanza de una transición hacia sociedades más justas, como pensábamos que ocurría en la extinta Unión Soviética a raíz de la Revolución de 1917 encabezada por Lenin o en China, a causa de los cambios introducidos por el movimiento revolucionario liderado por Mao Tse-Tung o Zedong. En 1968, y bajo un gobierno dictatorial que había traicionado todos los ideales de la Revolución Mexicana de 1910, el primer gran movimiento social del siglo XX, los estudiantes del país salimos a las calles en respuesta a provocaciones del propio gobierno cuyo círculo de poder estaba en pleno conflicto interno, más la reivindicación de la necesidad de un cambio social profundo que rencauzara  al país hacia una sociedad democrática y justa. Pensábamos que, así como en Cuba los jóvenes habían triunfado, en México sucedería igual. No faltó el compañero o compañera que dijera que la Revolución estaba “a la vuelta de la esquina” o bien “tras lomita”. Decíamos que el “imperialismo norteamericano” sería derrotado de nuevo, como lo habían logrado los cubanos. La masacre del 2 de octubre de 1968 ordenada por Díaz Ordaz y comandada por Luis Echeverría Álvarez, con la movilización del Estado Mayor Presidencial, nos abrió dramáticamente los ojos. Aquella noche de sangre, sufrimiento y gritos, desató varias reacciones entre los jóvenes, entre ellas, la discusión de qué tipo de lucha social era viable para conseguir el cambio: la lucha armada o la vía de la movilización masiva de la población en búsqueda de un orden democrático. Por supuesto que había variantes en estas posiciones. Surgieron movimientos guerrilleros convencidos de que esa era la estrategia correcta. Ejemplos: el Partido de los Pobres liderado en la Sierra de Guerrero por Lucio Cabañas, maestro y egresado nada menos que de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa; La Asociación Cívica Guerrerense fundada en 1959 por otro egresado de la Normal de Ayotzinapa, Genaro Vázquez Rojas; la Liga 23 de Septiembre fundada el 15 de marzo de 1973 en Guadalajara, que retomaba el propósito del asalto al cuartel Moncada en Cuba, atacando al cuartel de Madera en Chihuahua el 23 de septiembre de 1965. En fin, es toda una época que culmina, desde mi punto de vista, con el levantamiento armado del 1 de enero de 1994 del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas. Es posible que la señal de ello era  que con ese levantamiento se cerró lo que podríamos llamar un “Cíclo Guerrillero en América Latina”, un esfuerzo por hacer posible aquello de “La Revolución está a la vuelta de la esquina”. Todo ello no son afirmaciones obispales sino reflexiones para seguir analizando el paso y las trayectorias del cambio social buscado en Nuestra América. Por supuesto había una notable influencia entre los jóvenes de izquierda en toda América Latina de los escritos de Lenín, particularmente aquel texto que se titula El Imperialismo. Última etapa del Capitalismo del que hay múltiples ediciones. En efecto, se decía incluso en las aulas de la ENAH que el Capitalismo estaba dando sus últimos suspiros y que la señal de ello era precisamente el Imperialismo. En esta actualidad de las “Trumpadas” conviene reflexionar que el llamado Imperialismo ha sido una característica básica de la economía política del capitalismo. En efecto, la economía política del capitalismo se originó en la Europa Occidental a raíz del fin del feudalismo. Nacía en Europa Occidental el capitalismo y la modernidad y no tardaría en expandirse por el mundo a través del colonialismo, es decir, el imperialismo. Así que lejos de ser la “última fase del capitalismo” el imperialismo es una característica inherente de esta economía política, caracterizada por el surgimiento del mercado libre de trabajo, dejando atrás las relaciones de clientelismo de la época feudal. Y lo que acompañó a esa expansión del capitalismo-que por cierto da lugar a la Historia Mundial-es el extractivismo que está muy lejos de ser una novedad. Ha sido y es la razón de ser de la economía política capitalista: la explotación extractivista no sólo del trabajador sino de los recursos naturales que pertenecen a la Humanidad. De nuevo, este planteamiento no es de ninguna manera un dogma sino propuestas para la reflexión en una época en que las “Trumpadas” desde el Gobierno de los Estados Unidos intentan remover al capitalismo para darle una larga vida. Por supuesto que hay que distinguir a las etapas que ha ido cubriendo la expansión del capitalismo hasta hacer de las historias locales una Historia Universal. Tema complejo sin duda. Pero las características iniciales, el expansionismo colonialista (imperialismo) y el extractivismo siguen presentes en la actualidad. Como también sigue presente la dinámica de centralizar y luego concentrar el capital, que es lo que intentan las “Trumpadas”. Lo que no sabemos bien a bien, es cómo se superará una economía política de devastación humana y natural como la del capitalismo. Y ahí está la piedra de toque de las izquierdas, el factor que no permite la unidad ante el fascismo y las derechas: la eterna discusión sobre las “estrategias y las tácticas” para derribar al Goliat capitalista. Por ello es tan necesaria la reflexión con una actitud abierta ante las realidades del mundo contemporáneo, el ejercicio del poder y sus tentaciones, los obstáculos al cambio social, la defensa de la variedad Humana junto el combate a la desigualdad. Mientras tanto, y en relación a las “Trumpadas” viene a cuento aquel adagio chino: “Nunca interrumpas a tu enemigo mientras comete un error” términos más, términos menos, de una frase atribuida a Sun Tzu, el estratega militar legendario en China.

Bosques de Santa Anita. Tlajomulco, Jalisco. A 3 de agosto, 2025

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