Diente de león
Mientras caminaba presurosa a la reunión laboral que tendría, Bianca iba concentrada en un mar de pensamientos, además de los nervios que sentía porque representaba una actividad importante. Había llegado con anticipación, tenía alrededor de treinta minutos de tiempo para relajarse antes de entrar al gran salón donde se llevaría a cabo la actividad.
Ese día había elegido usar un vestido de tela de algodón en color verde agua, con unos detalles muy discretos en tono rosa claro. Sus zapatos eran color beige que hacían juego con su bolso. Decidió llevar el cabello levantado en una coleta y como aretes, unas pequeñas arracadas de plata que le encantaban.
Antes de llegar al salón atravesó por un espacio muy lindo, un jardín muy cuidado y al cruzarlo atrapó su atención una especie de pequeña colina dentro de una jardinera. Estaba poblada de muchos dientes de león. Era la primera vez que Bianca veía a tantos dientes de león juntos, le pareció que estaba como en una especie de pintura. La vista era preciosa.
Su mente se concentró en los dientes de león y las imágenes previas que tenía desde su infancia. Vinieron los recuerdos de cuando era niña y salía a la calle. Le gustaba observar las flores que crecían en las banquetas, de lo que más recordaba eran esas pequeñas flores en tono amarillo que solía ver hasta en el lugar menos esperado. Alguna ocasión que salió con su tía Priscila le preguntó:
–Oiga tía, ya miró esas florecitas amarillas, hay muchas, ¿sabe cómo se llaman?
–¿A cuáles te refieres Bianca?
–A las que están creciendo en las orillas de las banquetas y mire allá hay una en esa grieta de la pared.
–Ah sí, se llama diente de león, hay muchas por donde quiera que vayas. Son muy resistentes a las adversidades. Y cuando la florecita se va secando se transforma y sucede algo mágico.
–¿Cómo es eso tía?
–Sí, una vez que la flor se seca, en lugar de marchitarse da paso a un conjunto de pelos plumosos que le dan una vista hermosa y al soplarlos ayudas a esparcir la semilla del diente de león. Ojalá que encontremos alguna para que te muestre.
Pasó un tiempo después de esa conversación hasta que Bianca encontró en cierta ocasión algunos dientes de león con los pelos plumosos en tono blanco y recordó lo que le había contado tía Priscila. Se acercó cuidadosamente y observó. Después sopló con mucha fuerza y la magia sucedió, vio volar los pelos plumosos y se sintió contenta de que se esparcieran para dar vida a más flores.
De la plática con la tía Priscila a Bianca le quedó grabado no solo la transformación del diente de león, sino su presencia en las regiones menos esperadas, resistiendo a muchas situaciones climáticas. Para Bianca cada diente de león que solía ver crecer era como una lucecita de esperanza, ante las diversas situaciones en la vida, además del bello tono amarillo que alegraba la vista, recordaba que la magia después se hacía presente. De ahí que en más de una ocasión Bianca se había repetido, quiero ser como un diente de león.
El sonido del celular la hizo volver al presente, era la alarma que había programado. Continuó su paso, cada vez más cercano al salón. Ahora se sentía más tranquila, la vista de los dientes de león había sido un hermoso regalo no solo para apaciguar los nervios sino como inspiración para florecer en su actividad.

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