La anhelada democracia se desvanece en América Latina

Del ibro «Una crítica desde los territorios al giro decolonial en América Latina»
Los antiguos territorios coloniales del continente americano, devenidos Estados en su mayor parte durante el siglo XIX, no parecen destinados a arribar a la tantas veces reclamada y deseada democracia. Como calco o reproducción de la antigua metrópoli, tan alejada históricamente de tal sistema político durante muchos decenios -y con dudosas bases en la actualidad-, pocos países han logrado estables gobiernos democráticos y, aún más, que se prolongaran en el tiempo. Los vaivenes y la inestabilidad han sido y son la característica de la mayoría de Estados, y cuando la perdurabilidad se ha establecido sus vínculos han sido con gobiernos de dudosos principios democráticos sostenidos, generalmente, en controles de todos los poderes y en prácticas populistas.
El último caso es el ejemplificado por el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quién sin pudor, y con la cargada de un Parlamento dominado por su partido Nuevas Ideas -54 de 60 diputados-, ha modificado distintos preceptos constitucionales para poder extender su mandato ad infinitum. Es decir, podrá ejercer de dictador encubierto, bajo el amparo de elecciones convertidas en simulacros. De hecho, para secundar esa circunstancia también se ha suprimido la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y extendido la duración del mandato presidencial de 5 a 6 años. Igualmente, otras modificaciones constitucionales impedirán los contrapesos que todo poder, anhelado democrático, debe tener para evitar el carácter dictatorial de un sistema político.
Los aplausos por lo acontecido en El Salvador por sectores considerados de derechas, serán contrarrestados por las críticas de los sectores de la sociedad autodenominados de izquierda, aunque esos grupos políticos o de opinión han callado los atropellos, de la misma naturaleza, que se han vivido y viven en otros países de la misma región bajo el manto de una supuesta izquierda. Tristemente, las ideologías no tienen nada que ver en estas formas de entender y ejercer el poder político, puesto que su propósito es la acumulación de poder y, sobre todo, de riquezas distribuidas en pocas manos. Por tal motivo, hablar de izquierdas y de derechas parece una falacia, un autoengaño para autoidentificarse en posiciones más o menos cercanas, según quien se manifieste.
El Salvador es el último país de esta larga lista de despropósitos políticos en nuestra región. Una dinámica difícil de revertir en momentos históricos como el actual, cuando los principios políticos son sustituidos por la improvisación y las acciones de líderes mesiánicos. Malos tiempos para la política en mayúsculas y, sobre todo, para pensar en la defensa de principios básicos como son la igualdad o el respeto a los derechos humanos.

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