Cuando la política se vuelve meme
Dos imágenes me llamaron la atención la semana pasada, porque pensé que eran memes. La primera fue la fotografía de la corredora rarámuri, Lorena, con funcionarias chiapanecas y tabasqueñas; la segunda, la de un ayudante del senador Gerardo Noroña, grotescamente vendado.
Decía Jean Baudrillard que las imágenes pueden ser más reales que la realidad: más perversas, más creíbles, más escandalosas.
Sobre la fotografía de la atleta rarámuri, no es solo un desliz de la secretaria del Deporte, Bárbara Altúzar. Es un prejuicio que arrastramos los mestizos hacia los pueblos indígenas.
El ninguneo está en nuestras fibras, en nuestras costumbres. No siempre advertimos que discriminamos; muchas veces no es intencional, sino producto de nuestra historia individual y colectiva.
Los funcionarios y servidores públicos deberían recibir cursos de sensibilización ante la discriminación por razones de orientación sexual, etnia o condición económica.
Mantener a la funcionaria al frente del deporte en Chiapas es un acierto: el error cometido sirve de lección. No hubo mala intención, sino descuido y prejuicio de clase, arraigado y condenable.
Su descuido se agravó al no haber reaccionado de inmediato con una disculpa pública.
El otro caso, el del ayudante de Noroña, es pura hiperrealidad. El mensaje del senador fue que la realidad se construye, aunque haya que exagerar o falsear. Pero su puesta en escena se convirtió en meme desde el inicio: todo estaba dispuesto para la risa y la burla.
Si Noroña se ha forjado en la desmesura, nadie tenía por qué creerle al monigote que presentó vendado como en noche de Halloween. Su ADN está en polarizar, en violentar con la palabra y en el manoteo, como se ha visto en escenas pasadas, antes de gozar de la protección de la 4T y de comprarse la casita allá por Tepoztlán.
Esta vez fue él quien terminó jaloneado y vapuleado, y pudo haber usado el episodio a su favor. Pero su lengua larga y su insistencia en victimizarse convirtieron en meme a su propio ayudante. Éste, tan disparatado como él, se prestó al chacoteo y a la risa.
Ese patiño, fuera de la cosa pública, sería un extraordinario cómico: no le teme al sarcasmo, al desmadre ni a la burla. Y, paradójicamente, personas así nos hacen falta para sobrellevar este México de contrastes.
Estas dos postales de la semana pasada retratan la política nacional y local. Pero el meme local es el más revelador, duele más: toca fibras sensibles y nos recuerda que hemos sido parte de la violencia discriminatoria, o hemos sufrido la discriminación por nuestra herencia indígena.
En México y en Chiapas persiste un sistema de castas basado en el color de piel y los rasgos indígenas, que es necesario derribar..
Por eso creo que la infausta fotografía de la corredora rarámuri es una enseñanza para quienes habitamos esta frontera del sur profundo, marcada por diferencias en la piel, en la lengua, pero una diversidad que enriquece nuestra patria chica.

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