El intercambio de sonrisas

Imagen: https://www.pinturayartistas.com/pintar-la-risa-y-las-sonrisas/

 

La riqueza es el lujo de saber vivir con las cosas pequeñas

 y menudas de la vida

José Luis Quintero Carrillo

 Ese martes la lluvia dio un poco de tregua, Mariela y su familia aprovecharon para salir a tiempo a sus diversas actividades. El tío Guillo tenía mucho trabajo para limpiar su carpintería, la lluvia había hecho algunos estragos por el techo donde se colaba agua en una rendija. Doña Celeste, madre de Mariela, tenía pedidos de tamales para esa tarde, se alegró que su comadre Trini le llevara un día antes muchas hojas de plátano para envolver los tamales; Juan, hermano menor de Mariela iría por la masa que habían encargado. Mariela tenía la encomienda de ir al mercado a comprar los ingredientes. Arturo, hermano mayor de Mariela, ayudaría en la mañana al tío Guillo y por la tarde sería quien haría la entrega de los tamales.

Cada integrante de la familia se dirigió a hacer sus tareas. Antes de salir de casa, Mariela revisó que no le faltara la lista de los ingredientes. Se encaminó al mercado, el sol no solo se había asomado esa mañana, sino que había despertado con tal fuerza que parecía casi increíble que tras tres días de lluvia seguida casi no hubiera rastros de agua en el suelo. El calor comenzaba a sentirse. Mariela se alegró de haber salido temprano de casa.

Al entrar al mercado recordó la recomendación que solía hacerle doña Celeste,

─ Por favor, no te vayas a distraer a comprar otras cosas que no te pida─ ante esa petición Mariela siempre solía decir que no había de qué preocuparse, pero en más de una vez se había dejado atrapar por ir a ver la venta de flores, productos de semillas o una gran variedad de cestas de todos los tamaños y colores.

Esta ocasión se fue directo a los puestos indicados para surtir los ingredientes. Hasta revisó con detalle que fueran las cantidades indicadas para que no hiciera falta algo. El calor al interior del mercado ya se percibía, en algunos puestos tenían prendidos sus ventiladores, por momentos Mariela sintió que se quería quedar ahí un rato más, pero tenía que regresar pronto a casa.

Estaba por comenzar a refunfuñar por el calor que estaba más fuerte cuando se acordó que hace unos días había querido que saliera el sol y cesara tanta lluvia. Así que su rostro no solo cambió, sino que sintió que algo en su interior y en su cuerpo también había cambiado. Recordó que se había pintado los labios con uno de sus colores favoritos, así que había que lucirlo con una sonrisa. Se acomodó las bolsas del mandado y emprendió el camino a casa.

En el trayecto de regreso Mariela se encontró con una diversidad de personas, nadie conocida, cada quien en su mundo. Le llamó la atención una señora mayor, que venía en sentido contrario a ella, a paso tranquilo, con la cabeza cabizbaja, quizá ensimismada en sus pensamientos o pendientes. Mariela continuaba sonriendo y de pronto, el rostro de la señora se levantó y coincidió con el de ella, la señora dibujó una sonrisa tímida. El intercambio de sonrisas fue fugaz, ambas continuaron su paso. A Mariela ese intercambio le pareció un regalo muy bonito. Le generó una sensación de gratitud en el camino, en el día; se alegró de sonreír, en el día a día tan ajetreado y con tantas vicisitudes, esos intercambios, sin duda, eran una especie de bálsamo para recordar la importancia de disfrutar y agradecer cada instante. Apresuró el paso, la estaban esperando para comenzar a hacer los tamales.

No comments yet.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Leave your opinion here. Please be nice. Your Email address will be kept private.