Guadalajara: el costo social del futbol

Foto: Andrés Fabregas
El futbol, a lo largo de los años, en Jalisco se colocó como el deporte más popular. Lo sigue siendo en la actualidad en su modalidad de deporte-espectáculo, convertido en un jugoso negocio y en un donador de favores políticos. Incluso, Jalisco, además del llamado partido clásico entre el equipo local de las Chivas Rayadas y el representativo de la Ciudad de México, el América, partido que alude a las añejas contradicciones entre Guadalajara y la Ciudad de México, es escenario de un clásico local en el partido entre las Chivas Rayadas y el Atlas, un intenso combate por asumirse como el símbolo de la identidad jalisciense. Ambos encuentros atraen a multitudes que dejan una jugosa ganancia no sólo en las taquillas de los estadios, el Jalisco y el Akron, sino una derrama notable en ventas aledañas o dentro de los mismos estadios. Aunque el béisbol regresó con éxito a Jalisco a través del equipo de Los Charros, muy competitivo, no alcanza aún la popularidad del futbol no obstante a que los juegos televisados han contribuido al aumento de su popularidad. Así mismo, el box sigue siendo muy popular en Jalisco, sobre todo por los triunfos recurrentes del Canelo. En general, la juventud en Jalisco es muy destacada tanto en competencias nacionales como internacionales. Por ello no es extraña la emoción que ha despertado en Jalisco el que se programen dos partidos del próximo Campeonato Mundial de Futbol a celebrarse el próximo año. Pero este entusiasmo se ve mermado por el costo que la población de Guadalajara está pagando sólo por la celebración de dos partidos de futbol correspondientes al mundial. Así, el Gobierno del Estado, pensando en quedar muy bien con la todo poderosa FIFA (Mafia), emprendió una serie de obras en vías vitales de la Ciudad, todo al mismo tiempo, provocando un caos que tiene sumergida a la población con el “Jesús” en la boca cada vez que hay que emprender una movilización. La vía hacia el aeropuerto que es al mismo tiempo la carretera que conecta a la ciudad con Chapala, está colapsada. Los viajes hacia el aeropuerto y usando esta vía pueden tomar hasta cuatro horas para recorrer sólo 8 kilómetros. Ello repercute también en la espera que para abordar un taxi deben sufrir los pasajeros que llegan a la ciudad. Esa espera por taxi puede rebasar las 5 horas, desesperantes, porque uno sufre el paso del tiempo sin poder hacer absolutamente nada. Así que para un pasajero que arriba a Guadalajara por el aeropuerto, le puede significar 10 horas llegar a su casa o al hotel, debido a que la vía Aeropuerto-Guadalajara está sencillamente colapsada por las obras que se llevan a cabo. Pero la movilización al interior de la ciudad no es menos trabajosa. Las grandes vías, como las avenidas Lázaro Cárdenas, Vallarta y López Mateos (conocida como Choques Mateos), no tienen espacio para sostener la enorme carga vehicular de un manto urbano por el que circulan, diariamente, dos millones de vehículos, más las motocicletas (en promedio muere un motociclista diario atropellado), bicicletas y tráfico foráneo que ingresa a la ciudad, sobre todo, los impresionantes “Trailers” que arrollan todo lo que encuentran a su paso. Todo ello obliga al uso del ZOOM en las actividades académicas o de trabajo en general. En mi caso, cumplo con la docencia personalmente, lo que me obliga a usar Choques Mateos para arribar al edificio de aulas del CIESAS-Occidente ubicado en la Avenida Alemania. Es un trayecto que normalmente toma sólo 20 minutos desde mi domicilio. En las actuales circunstancias, un traslado al CIESAS-Occidente para ejercer la docencia o bien para acudir a las reuniones de trabajo, me significa un viaje de hasta 2 horas. Incluso, para arribar a los nuevos planteles del Posgrado en Ciencias Sociales en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara situado en una zona de la ciudad nombrada “Belenes”, me significan 3 horas de ida y otras tantas de regreso. Prácticamente no hay punto de la ciudad que no signifique un viaje de más de una hora. Uno puede observar a conductores o conductoras que le pegan al volante desesperados; o bien, que se pegan al “claxon” como si el ruido que producen fuese a aliviar el horrendo tráfico que impide la movilidad. Ni hablar cuando existe un choque: el caos que se produce es indescriptible con los conductores tratando de esquivar a los “chocantes” que esperan que lleguen los representantes de los seguros para arreglar el lío que han provocado. Toda clase de insultos, sonoros o por señas, reverberan en la ciudad, convirtiéndola en un auténtico escenario de esquizofrenias y desesperaciones. Incluso en uno de mis viajes al CIESAS escuché un insulto que endilgó un conductor a otro que me recordó al que oí en Madrid hace años: “No te miento la madre para no informarte quién te parió” La cereza de este caótico pastel son los trabajos de destrucción de La Minerva, un ícono de la ciudad de Guadalajara. Los tapatíos contemplan asustados las paredes de lámina que ocultan lo que le están haciendo a un símbolo de identidad tan preciado. Todo por un par de partidos de futbol y para complacer las exigencias de una FIFA que expenderá el boleto más barato en 30,000 pesos. El futbol como negocio en todo su esplendor. Además, es contradictorio que una ciudad como la de Guadalajara siga experimentando una destrucción sistemática de su patrimonio arquitectónico debido al talento de arquitectos jaliscienses como Luis Barragán, Ignacio Díaz Morales, Juan Lanzagorta, Alejandro Zohon, entre otros. La codicia provocada por una economía política depredadora se muestra con meridiana claridad en estos tiempos en los que hasta el deporte está deformado por el ansia de ganar dinero. Aguro.
Bosques de Santa Anita, Tlajomulco, Jalisco. A 6 de septiembre de 2025

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