Monocultivo turístico

Río Vicente
Foto: Turismo Chiapas
Todos somos o deseamos ser turistas en algún momento de nuestras vidas para ir a destinos soñados. De hecho, el turismo es una realidad del mundo contemporáneo y que permite, a numerosas personas, desplazarse temporalmente a distintos destinos del planeta. Una lógica de la oferta y la demanda del mercado, en este caso turístico, donde ciertos lugares se convierten en atractivos masivos.
La relevancia del turismo es evidente cuando se observan las agencias internacionales especializadas en su tratamiento. La Organización Mundial del Turismo, hoy denominada ONU Turismo, muestra la preocupación internacional por una temática expandida a todas las escalas, aunque en los últimos años, y con la lógica de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, desea su promoción de manera “responsable, sostenible y accesible para todos”. Esa institución también ha sido un foro para debates y para editar publicaciones especializadas sobre esta temática. De hecho, la especialización del turismo, cada vez más visible desde la oferta de destinos y las disciplinas académicas que lo estudian, muestra hoy como se puede hablar de turismo religioso, turismo gastronómico o turismo deportivo, por solo señalar algún ejemplo.
Presencia turística cotidiana pero que ha sido y es analizada con posicionamientos antagónicos. Si para ciertos análisis el turismo es una solución para el “desarrollo” económico y posibilidad para dotar de empleos a muchas personas, para otros su presencia es un problema para las sociedades donde la presencia de turistas se convierte en masiva. Problemas ejemplificados, por mencionar alguno, en la degradación ambiental y la precarización de los empleos.
Las posiciones son tan contrapuestas que resulta difícil, sin ser especialistas, afirmar cuál es el camino indicado o el mejor a seguir en las economías donde el turismo se convierte en elemento fundamental, sin embargo, resulta evidente que apostar todo a este sector económico es un grave riesgo. Un riesgo que ha dado paso a la idea de “monocultivo turístico” por convertir al turismo en el sector primordial, sino único, de un país o región. Los riesgos de este monocultivo se observaron con claridad durante la reciente pandemia de Covid-19, cuando la población mundial dejó de desplazarse para evitar los contagios de la enfermedad.
Como sucede con la apuesta a un solo producto en el agro, entender que únicamente el turismo, casi siempre masivo, es el motor económico de una región resulta muy arriesgado, como ya se demostró en la última pandemia. Igualmente, pensar que este sector de servicios resuelve las necesidades de una sociedad olvida las posibles fluctuaciones del mercado turístico, así como hipoteca las posibilidades de creación de otras actividades económico-productivas que, incluso, podrían ser más rentables y propiciar beneficios para la población de la sociedad involucrada.
Demasiados países le han apostado a este monocultivo turístico y abandonado sectores tan fundamentales para un país como lo es el agropecuario, sin embargo, parece que las políticas de largo plazo no son del interés de los poderes ejecutivos, aquellos demasiado preocupados por la inmediatez y ajenos a las necesidades de presente y, sobre todo, de futuro.

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