Un domingo de béisbol

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El béisbol es un deporte que ha crecido en popularidad y en aceptación en un estado futbolero por excelencia como lo es Jalisco. Tocó por azar el que el campeonato de la Liga Mexicana de Béisbol llamado “la Serie del Rey” se dirimiera en el Estadio Panamericano de Guadalajara entre los Diablos Rojos de México y los Charros de Jalisco, en una serie de 7 partidos. Cuando me enteré de que los legendarios Diablos Rojos, mi esquipo de los años de estudiante, estaría en Guadalajara, me animé para asistir al estadio y ver en vivo el partido y a un conjunto de béisbol al que no veía hace un “carajatal” de años. Los Diablos Rojos llegaban a ese partido con tres victorias al hilo lo que significaba que al ganar el partido programado en Guadalajara, se coronarían Campeones de la Serie del Rey de Béisbol, “barriendo” en cuatro juegos a los Charros de Jalisco. El alza de la popularidad del béisbol en México está relacionada con el apoyo que este deporte recibió en el sexenio pasado por parte nada menos que del propio Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien con frecuencia declaraba que para descansar se iba al campo de béisbol “a macanear”, es decir, practicar bateo. El canal 11 del politécnico inició la transmisión televisiva de los partidos de béisbol lo que fue imitado por otros canales, de tal manera, que el deporte aludido se hizo visible en todo el país. Cierto que el béisbol nunca dejó de tener un amplio respaldo y ligas muy competitivas como la Liga del Pacífico y la Liga Mexicana de Béisbol. Incluso, el campeón de la Liga del Pacífico se convierte en Selección Nacional para participar en un campeonato de alto nivel como es el del Caribe, torneo al que acuden los equipos campeones de Cuba, República Dominicana, Venezuela, Panamá, México, Nicaragua, países en donde se juega, al igual que Japón y los Estados Unidos, el mejor béisbol del mundo. Así que me tocaba en suerte volver a ver a los Diablos Rojos justo en una fecha tan significativa como lo es el 14 de septiembre, día en que se cumplieron 201 años de la Federación de Chiapas a México. Llegué al estadio acompañado de mi hija Mariana y mi yerno Eder Cárdenas y pronto nos sumergimos en la multitud. Los tambores y trompetas de un conjunto juvenil sonaban a todo viento a la entrada central del estadio; los ríos de gente se arremolinaban comprando las tarjetas con las que se adquieren la infaltable cerveza y un amplio surtido de botanas para disfrutar las incidencias del juego. En este estadio existe una zona de bares que permite observar el partido mientras se deleitan las cervezas y las botanas. Ello le otorga un ambiente muy especial al estadio. Noto que un contingente respetable apoya al equipo visitante, los Diablos Rojos, haciéndose aún más visible por la algarabía con la que entran al estadio que admite un cupo de 16,500 aficionados. Los gritos de “Charros” alternan con el de “Diablos, Diablos” mientras los tambores resuenan para ambos bandos. La entrada al campo de juego es espectacular con un cielo brillante, azul intenso, y un sol que pareciera querer participar de la algarabía de los fanáticos. La emoción me asalta al ver a los Diablos Rojos “calentando” sobre el tapiz verde del diamantino campo de juego. Recordé mis años juveniles en el Estadio del Seguro Social. Tenía ante mis ojos a los Diablos Rojos, al equipo que en una época desplegó en el diamante a grandes jugadores: el “Huevo” Romo, Vicente López en el “line up” o pitchers como Alberto Joachin, el primero en lanzar un juego perfecto, sin hit ni carrera, en la Liga Mexicana de Béisbol; destacó también Ramón Arano, Alfredo “el Zurdo” Ortiz, Aron Flores y Felipe Leal García, que dieron tardes inolvidables en aquel recordado parque del Seguro Social. No me olvido del “Abulón” Hernández, poderoso con el bat al igual que el “Paquín” Estrada o Alonso Perry entre otros. Eran los Diablos Rojos comandados por el legendario “Cananea” Reyes que los dirigió en los años 1970 y 1980. Mientras veía ejecutar los ejercicios de calentamiento de los Diablos Rojos de hoy, mi memoria me llevó a aquellos partidos llamados “la Guerra Civil” entre los Diablos Rojos de Alfredo Harp Elú y los Tigres de Alejo Peralta. Al equipo actual lo componen jugadores como Juan Carlos Gamboa, Ricardo Pinto, Nick Vespi, Robinsón Canó (extraordinario con el bat), el pitcher japonés Tomohiro Anraku, que dio una lección magistral de pitcheo contra los Charros. El juego no dejó de mantener animado al público, aunque los Diablos desde la primera entrada anotaron 3 carreras que animaron a sus aficionados a mostrarse en el estadio agitando banderas y pañuelos. El sonido del choque entre la pelota y el bat también me arrancaba recuerdos, así como el grito del ampáyer al indicar un “ponche”. Me fijo que el público está compuesto de grupos familiares, con muchos niños; o grupos de amigos que celebran al unísono las jugadas de su equipo preferido. Celebro ese ambiente de festejo, sin visos de violencia, como desafortunadamente está sucediendo cada vez con más frecuencia en el futbol. El béisbol es un juego en el que los jugadores no requieren de estar corriendo todo el tiempo amén de que es bastante improbable el contacto entre ellos, excepto cuando un corredor logra llegar a las bases en las que existe un contrario vigilando a la misma. En el futbol los jugadores están en movimiento desde que suena el silbato de salida hasta el que señala el fin del partido. Además, los jugadores tienen contactos frecuentes no excentos de violencia y aunque esta se castiga, va influyendo en los espectadores. Hace años se introdujeron los asientos en los estadios de futbol por consejo de expertos que encontraron en el “estar de pie” de los espectadores uno de los incentivos a la violencia. Lo cierto es que uno de los contrastes más visibles entre un juego de futbol y otro de béisbol es que en estos últimos la violencia está bastante disminuida mientras en el caso del futbol va incrementándose. Es uno de los aspectos a los que hay que poner mayor atención por parte de los estudiosos. En el caso del encuentro de béisbol entre Charros de Jalisco y Diablos Rojos de México, la violencia nunca amagó al estadio. La multitud al terminar el partido se dispersó de manera ordenada entre comentarios celebratorios de un bando y lamentos del otro, mientras en las tribunas brillaban las luces de los celulares saludando al vencedor. Este pasado domingo de béisbol me dejó recuerdos y reflexiones que coincidieron con una fecha tan clave para los chiapanecos como el 14 de septiembre. Afortunada coincidencia.
Bosques de Santa Anita. Tlajomulco, Jalisco. A 15 de septiembre de 2025.

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