Aires de noviembre

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Raquel regresó a su ciudad, había salido de viaje por motivos laborales y en las dos semanas que estuvo ausente encontró no solo que el clima de la temporada había cambiado sino también el paisaje. La tarde del sábado en que llegó se dispuso a desocupar su maleta, separó los pequeños obsequios que había comprado para sus familiares y amistades. Haría la entrega al día siguiente.
Posteriormente, llamó a Sebastiana, su vecina, para avisarle que ya estaba de vuelta y también para preguntarle si prepararía como cena algunos antojitos de los que solía vender. Para la buena suerte de Raquel, Sebastiana tendría a la venta taquitos dorados de pollo con papa, empanadas de carne molida, de quesillo y de pollo, de beber tendría atole de guayaba y de fresa.
Ante la buena noticia Raquel se tomó su tiempo para darse un baño, cambiarse y luego se dirigió a la casa de Sebastiana. Mientras iba en camino se quedó pensando en las bebidas que tendría a la venta Sebastiana, ¿atoles y no aguas de temporada? Le encantaban los atoles, más el de guayaba, pero prefería tomarlos en temporada de frío. En eso estaba cuando comenzó a percibir el clima, eran las siete de la noche y el cielo estaba oscuro. Sintió un viento ligero que le resultó muy agradable al inicio, pero luego le generó una sensación de frío.
El aroma que percibió de los árboles que estaban en la calle se reforzó con el viento que soplaba y la envolvió a su paso. Justo en ese momento Raquel apeteció tomar un atole de guayaba, de los que vendía Sebastiana. Continuó su andar. Se percató que el paisaje a su regreso del viaje había tomado una vista distinta y el clima también había cambiado. Empezó a rememorar la fecha en la que estaba, el viento fue su aliado al recordarle que los aires de noviembre estaban asomándose.
Llegó a la casa de Sebastiana, se asomó para ver si la puerta estaba abierta y en efecto así fue. Saludó y la encontró en la cocina, en pleno trajín. Raquel reconoció el aroma del atole de guayaba. Sebastiana le sirvió un atole, de cortesía; ella continuó en la cocina, preparando los tacos y empanadas. Raquel se sentó en el pequeño espacio que Sebastiana había acondicionado para sus comensales. Primero disfrutó el aroma del atole y luego comenzó a degustarlo. Estaba delicioso, justo para darle la bienvenida a los aires de noviembre. Cerró los ojos y respiró profundo, era tiempo de ir preparándose para la celebración del Día de Muertos.

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