Los caminares desde el corazón

imagen: narapsicologia.es
Caminar con respeto, escuchar con el corazón.
Citlalli Fernanda Pérez Cázares
El reloj marcó las 07 horas del día lunes, Elena abordó el transporte que la llevaría a su primer destino para que dos horas después tomara otro autobús que la trasladaría a su destino final en ese viaje. Mientras se abrochaba el cinturón de seguridad recordó las veces que solía viajar con su familia en carretera, lo disfrutaba mucho. Solía imaginar muchas historias mientras escuchaba las canciones que su papá ponía y ella tarareaba en el asiento trasero. De las imágenes que más recordaba era el verde del paisaje, las montañas enormes y las nubes con una variedad de formas que se perdían para conformar otras en breves instantes.
Llegó a su destino antes del mediodía. Se felicitó por madrugar, aunque le costara levantarse temprano. Revisó el mensaje que Leonor, su compañera de trabajo, le había enviado. La esperaban después del mediodía para hacer un recorrido por la nueva ruta donde le tocaría estar trabajando de manera mensual.
Elena hizo su tercer viaje en el día, tomó un mototaxi que la llevó hasta el lugar de la cita con Leonor. Pagó su pasaje y se dirigió a buscar la entrada del lugar. No tardó en divisar a Leonor quien la esperaba. Después de saludarse, Leonor le presentó al resto del equipo de trabajo con el que estaría interactuando Elena. Ahí estaban Manuel, Eréndira, Matilde y Gerardo, quienes con mucha amabilidad le dieron la bienvenida.
Matilde fue quien guió a Elena a donde sería la nueva ruta del trabajo, un espacio donde recibirían cada mes a distintos grupos de mujeres bordadores y alfareras para brindarles talleres de cómo comercializar sus productos y divulgarlos a través de las redes sociales. Para llegar al espacio tenían que caminar un poco entre una pequeña selva, a quien Matilde bautizó como el sendero de la felicidad. Cuando Elena escuchó el nombre empezó a pensar qué habría en ese espacio para que Matilde lo llamara así. No tardó en descubrirlo.
Manuel se adelantó al recorrido. Matilde fue explicando las especies de árboles que habitaban el sendero. Era importante que conocieran y respetaran ese espacio que sería su nueva ruta de encuentros con la creatividad, el amor, la dedicación y entusiasmo de las mujeres bordadoras y artesanas. Elena estaba maravillada, era como adentrarse a un lugar mágico, rodeado de mucha vida, el verde en su máximo esplendor. De pronto se vio caminando entre piedras cubiertas por pequeñas decoraciones de musgo, guiada no solo por Matilde sino por una diversidad de flores que rodeaban el sendero de la felicidad, una variedad de mariposas y aves que iban apareciendo en el camino, como dándoles la bienvenida.
Elena hizo una pausa mientras contempló un árbol enorme, vaya que la naturaleza era no solo bella sino asombrosa y sabia, pensó. Matilde volteó a ver si Elena la seguía, al verla detenida la llamó, le tenía una sorpresa preparada, ya estaban cerca del lugar donde darían los talleres. Antes había que cruzar un pequeño puente colgante. Al final se veía la casita que era el espacio para sus actividades. El rostro de Elena se llenó de más asombro, aunque con un poco de nervios, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras pasaba en el puente, con paso firme y seguro. Vinieron a su mente la serie de vicisitudes que le había tocado pasar para estar en este momento, sin duda que los caminares desde el corazón eran parte de su vida. Agradeció a la divinidad, a la naturaleza, a su cuerpo y a quienes la rodeaban para poder vivir esos caminares. Ahora le tocaría empezar una nueva travesía.

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