Universitarios por una Palestina Libre

Fieles católicos marchan en Chiapas para pedirse detenga el genocidio contra Palestina.
Hace demasiados años que el Mediterráneo oriental y, en concreto, el territorio que denominamos Palestina, se ha convertido en el espacio de expansión del Estado de Israel, así como en tema de debate político internacional. Un territorio sin Estado propio que ha estado envuelto en esa desesperante confrontación entre un Occidente y un Oriente identificado, en este caso, con el mundo islámico. Guerras y ocupaciones territoriales, desde la instalación del Estado de Israel, se han prolongado para convertir a los palestinos en parias en su propia tierra. Sin Estado y sin reconocimiento ciudadano por parte de Israel, los múltiples intentos para llegar a una solución pacífica se han radicalizado sin que parezca que exista una solución racional.
Liderazgos como el representado por Yasir Arafat, el dirigente histórico de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), no lograron la autodeterminación de su pueblo. Incluso reconoció la existencia del Estado de Israel con la finalidad de llegar a un acuerdo pacífico, un hecho que le llevó a recibir el premio Nobel de la Paz en 1994. La relevancia de la OLP, tras los múltiples intentos por lograr una convivencia pacífica en la región, ha quedado subsumida en los últimos años por la más radical organización islámica conocida como Hamás, y cuyos objetivos y formas de actuar son la justificante de las últimas acciones llevadas a cabo por el gobierno encabezado por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
No repasaré los lamentables y condenables hechos que se toman como justificación, por parte del gobierno israelí, para emprender la última embestida militar para arrasar los asentamientos palestinos; una invasión territorial convertida en un auténtico genocidio contra la población civil. Esta política de tierra arrasada y de exterminio llevada a cabo por Israel causa reacciones que, de forma demasiado tardía y tibia, han puesto en contra de dicho Estado a países históricamente aliados y que habían mirado hacia otro lado cuando los gobiernos sionistas actuaban contra poblaciones indefensas. Lo ocurrido el día 26 de septiembre, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando gran parte de las delegaciones de distintos países se retiraron de la sala cuando subió al estrado de los discursos Benjamin Netanyahu ejemplifica esa circunstancia. Y lo mismo cabe decir del reconocimiento del Estado palestino por parte de países que, hasta ahora, eran reacios a tomar alguna medida contra Israel, como ha sucedido con Francia y Gran Bretaña.
Esos hechos políticos de carácter internacional son acompañados, desde hace semanas, por protestas populares en distintos lugares del mundo; manifestaciones contra la masacre de población civil cometida por el ejército israelí. Un hecho que ocurrió en la Ciudad de México el día 20 del mes pasado. Y lo mismo sucedió ayer, el día 7 de octubre, cuando en distintos puntos de la geografía nacional los universitarios acudieron al llamado de convertir ese día en una jornada en favor de una “Palestina Libre” y contra “la barbarie”.
Tristemente, en muchos países se escuchan voces que reclaman preocuparse por los problemas propios antes que reclamar por lo sucedido fuera de sus fronteras. Opiniones acordes con ese exacerbado nacionalismo, extendido a nivel mundial, que pierde de vista la conformación de la humanidad para sacralizar las artificiales fronteras de los Estados. Por tal motivo, el papel de los universitarios es relevante para no olvidar que los problemas del mundo son de todos.
Las causas justas son muchas en todos los territorios del planeta y en el propio, no cabe duda, y los miembros de las universidades deben demostrar siempre esa preocupación por lo universal que está implícita en la etimología del término universidad.

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