Atardecer en vuelo

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Roberta revisó la hora, apenas y alcanzaba a llegar al aeropuerto. Sentía que el corazón estaba a punto de estallarle; iba en un taxi y había quedado atrapada en medio del tráfico de la gran ciudad. El conductor hacía su mejor esfuerzo para buscar rutas alternas, pero no había disponibles. Roberta respiró profundo, tratando de que la angustia no le ganara más y en su afán de llegar le alzara la voz al conductor.

Ella revisó su aplicación de Google maps, buscó ubicación y decidió que pediría bajar, le faltaba alrededor de un par de cuadras largas para llegar al aeropuerto. Estaba consciente que le tocaba emprender una gran carrera fuera y dentro del aeropuerto. Pagó y se bajó del taxi, el conductor se disculpó, pero justo estaban en la hora pico de la tarde; ella agradeció el gesto y después comenzó a correr.

Se agradeció haber ido ligera de equipaje, eso le permitía desplazarse un poco más rápido. El tramo afuera del aeropuerto se le hizo eterno; tomó aire al llegar al aeropuerto. Descansó unos segundos mientras buscaba con atención el número de su vuelo en las pantallas. Sintió un gran alivió cuando leyó ‘vuelo en tiempo’. Se abrió pasó entre la muchedumbre de gente viajera y buscó la sala número 78. Llegó cuando faltaban cinco minutos para cerrar el vuelo.

Abordó, se sentó. Agradeció a su cuerpo el esfuerzo que había hecho para estar justo a tiempo. Sintió que le volvió el alma al cuerpo. Cerró los ojos, el corazón había regresado a su latido normal. No demoró para que el vuelo despegara. Estaba sentada al lado de la ventilla, así que decidió contemplar un rato el paisaje antes de dormitar. La puesta del sol se asomó pronto. Roberta se quedó pensando que cada atardecer, al igual que los distintos momentos en la vida, es irrepetible.

Como en una bella pintura, el azul se apreciaba degradado en sus distintas tonalidades, desde el más intenso hasta el tono más claro, además se fusionaba con un intenso color naranja y en la parte más alta se dejaba contemplar la luna, en forma de uña, como haciendo un guiño. Roberta permaneció observando hasta que el cielo se tornó oscuro. Respiró profundo, la carrera de la tarde había valido la pena para deleitarse con ese bello atardecer en vuelo. Sonrió y cerró sus ojos. Faltaba poco para llegar a casa.

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