Trocitos de emociones para conectar con el corazón

“La educación en el corazón de la autonomía zapatista”. Cortesía: Tryno Maldonado
Linda se encontraba muy concentrada en el tejido de una bufanda, se la había encargado Esther, una de sus sobrinas. Le mandó, a través de una fotografía, el modelo de cómo la quería. Linda quien era una experta en bordado y tejido aceptó la encomienda. Los colores favoritos de Esther eran en tonos pastel, así que había comprado estambre multicolor, con esas tonalidades y se lo había llevado a su tía.
Esa mañana había decidido tejer sentada en el sillón que tenía en su patio, además de estar en contacto con sus plantas, la luz del sol era espléndida en ese espacio y el clima era bastante favorable, ni frío ni calor.
Entre la labor del tejido, Linda recordó cómo empezó a tejer. Al principio solía ver a doña Estela, vecina de su mamá Alma, que hacía tapetes, blusas, bufandas, gorros y hasta suéteres. Linda admiraba las prendas que solía ir a mostrar doña Estela a doña Alma, en ocasiones para venta y la mayoría de veces para enseñar cómo habían quedado sus bordados. Desde ahí Linda supo que quería tejer y le dijo a su mamá. Así que en poco tiempo doña Estela se convirtió en su maestra.
Las primeras veces que Linda se equivocó tuvo que deshacer el tejido, comenzar de nuevo, eso no le resultaba nada grato. Por momentos se frustraba y quería desistir. Doña Estela la entusiasmaba para continuar, el que un tejido no saliera a la primera era parte del aprendizaje. La paciencia y el ánimo siempre tienen que estar presentes en el tejido, eran de los aprendizajes principales que adquirió Linda.
Al no tener Linda la oportunidad de cursar más estudios que la secundaria, decidió que quería tejer para que fuera su fuente de trabajo, pero además de eso, también quiso aprender a bordar. Fue su segunda pasión. Entre esos menesteres también aprendió corte y confección, así que comenzó practicando con hacer prendas para su familia y para ella. Los pedidos externos no tardaron en llegar, así fue combinando el tejido, el bordado y la costura.
Después de avanzar en la bufanda, Linda hizo una pausa en el tejido, se retiró las gafas y observó la prenda. Como si fuera la primera vez que contemplaba una pieza tejida tocó la textura, le encantó el entramado y la mezcla de los colores. Se imaginó la prenda puesta en Esther, estaba segura que le gustaría. ¿Cuántas prendas había tejido en su vida? ¿Cuántas piezas de ropa había confeccionado? No tenía idea; de lo que estaba segura era de que en cada una había puesto trocitos de emociones para conectar con el corazón de quien pedía la prenda. Linda siempre buscaba tejer, bordar o costurar con el mejor ánimo, con la ilusión de hacer una pieza nueva que alguien estrenaría y para que fuera de su completo gusto. Cada prenda era única y especial.
El timbre de la casa la hizo volver la mirada al reloj, ya casi era la una de la tarde. Era la hora de que el señor que vendía verduras le hiciera entrega de su despensa de la semana.
─ ¡Ya voy don José! ─se escuchó la voz de Linda.







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