Por el centro histórico de Tuxtla

A nuestros cronistas precursores

© Detalle imperturbable. Templo de Santo Domingo. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (2000).

Primera de cuatro partes

Ahora, durante el mes de febrero, el buen Roberto Ramos Maza, ha dejado sorprendidos a los tuxtlecos interesados, y a algunos intelectuales, hombres y mujeres, al ofrecer un pequeño ciclo de charlas sobre la ciudad. Ellas ilustradas con diapositivas del Tuxtla que el tiempo, el “desarrollo” y las autoridades se encargan día a día en sepultar. El ITAC, abreviatura que bien a bien no sabemos qué signifique, pero que forma parte del Municipio, y la Casa de la Cultura de Tuxtla Luis Alaminos Guerrero, presentaron las tertulias como “Tomemos el café y hablemos de Tuxtla con Roberto Ramos Maza”.

Roberto, para quienes no saben de él o no lo recuerdan, es el tipo flaco, alto, afable y de barba cerrada (aunque hace tiempo no se la deja); tuxtleco a más no poder. Es geógrafo de profesión, promotor cultural y del turismo, curador de museos, profesor universitario y conferencista. Ha sido funcionario cultural y otras yerbas, es autor de varios textos sobre geografía humana y patrimonio cultural de Chiapas, e incluso de varias lecturas para viajeros. Es, seguro, autor de un libro sobre el vecino Tabasco y, sobre todo, amigo encomiable.

La primera charla de la serie versó sobre los hitos de la historia de Tuxtla Gutiérrez, la segunda sobre el patrimonio perdido de la ciudad, la tercera sobre su patrimonio cultural contemporáneo, y la última intituló “El sendero de la memoria”. Para esta, la de hoy, pone el conferencista sobre-aviso a los presentes. Regresa a la primera conversación sobre la refundación de la Tochtlán San Marcos, la sucesiva formación de su plaza y templo principal, y su traza urbana original dividida en cuatro barrios. Cito: Santo Domingo en el Noroccidente, línea de La Chacona y San Fernando; San Jacinto en el rumbo Nororiental, dirección del Cañón del Sumidero y Chiapa de Corzo; San Andrés en el cuadrante Suroriental, camino al Zapotal y Cerro Hueco; y el barrio de San Miguel rumbo Suroccidental, orientado hacia la atalaya del Mactumatzá.

Sendero de la memoria.

Explica Roberto, que saldremos de la casa Alaminos, esquina de Primera Poniente y Segunda Norte. Nos ubicaremos al frente del templo de Santo Domingo, regresaremos por la misma calle, caminaremos hasta la esquina de Tercera Norte y continuaremos por ahí hasta el Mercado de las Flores. Doblaremos por la Segunda Oriente hasta la Avenida Central, detrás de los palacios del gobierno, quebraremos ahí y avanzaremos a la Tercera Oriente, sitio del Hotel Brindis.  Continuaremos hacia la esquina de Segunda Sur, donde doblaremos a la derecha, hacia la Segunda Oriente.

De ahí torceremos hacia el Norte, hasta el estanco de la Lotería Nacional, Primera Sur. Después rodearemos desde atrás, la catedral de San Marcos, y continuaremos por la misma avenida, luego del atrio. Seguiremos por ahí, hasta la esquina de Segunda Poniente, avanzaremos por ella hacia el Norte, cruzaremos nuevamente la Avenida Central y nos detendremos frente al segundo antiguo Palacio Municipal. Después avanzaremos a la esquina de Primera Norte, seguiremos una cuadra hacia el Oriente, y a la izquierda voltearemos hacia la plazuela de Santo Domingo. Cierre del recorrido.

Son las siete de la noche en punto. Un par de advertencias lanza nuestro súper-guía, pues el centro histórico de la ciudad hoy es un vasto basurero obscuro, intríngulis vial, tierra de nadie, y parapetos policiales. Ciudad sucia, descuidada y en escombros como nunca. ¡Tengan cuidado con el tráfico!… Comenzamos.

Barrio de Santo Domingo.

Vamos a la iglesia de Santo Domingo, posamos frente a su portada, y es ahí que la redescubrimos: edificación ecléctica y de rasgos populares, construida a inicios de la Colonia, probablemente la más antigua de la ciudad. Volteamos hacia la plazuela de junto, tan sólo para ratificar lo de siempre: penumbra, suciedad, comercio ambulante y una tortería que, iniciada con una sombrilla en los años ochenta del siglo pasado, hoy invade su espacio con una caseta de concreto. A ciencia y paciencia del Ayuntamiento. Ahora vamos a la esquina de Segunda Poniente y Tercera Norte y… ¡Gran sorpresa! Tres de sus esquinas aún conservan las casas antiguas, de buen gusto, características de la vieja ciudad. Se ven descuidadas y derruidas, aunque… ¡Nada que no pueda arreglar una pequeña intervención profesional!, según exclama Roberto. Ojalá inversionistas modernos las compraran, para, conservando su estilo, transformarlas en verdaderos aparadores arquitectónicos.

Continuamos por la Tercera Norte y, justo a unos pasos, dos o tres casas medianas, provistas aún de sus portones originales, nos aguardan. Hay en ellas, puertas y ventanas hermosas, techos de teja, protecciones primorosas en hierro forjado, e incluso algún detalle inusual: una de ellas, a la mano izquierda, mediana y antigua, fuerte, aunque descuidada, luce aún sus números cinco y 125, primigenios, aunque de épocas diferentes. Es una lástima que la casona de la acera izquierda, entre Segunda Poniente y Calle Central, recién la hayan demolido, según descubrimos ahora. Por fortuna alguien recuerda su fachada. El de la voz informa: “lucía de izquierda a derecha un portón señorial, una puerta de cuatro hojas y dos ventanas; todo en carpintería de la mejor calidad, y ya no se digan, sus dignas protecciones de fierro, a medias de herrería artesanal y fierro fundido”.

Mercado de las flores.

Cruzamos la Calle Central, vamos hacia la Primera Oriente y sobre la acera derecha vemos una casa de factura reciente, iluminada. ¡Justo lo que quería mostrarles! Dice Roberto. Miren esto. ¡Sí es posible! A pesar de ser una casa nueva y moderna, su arquitectura armoniza con el centro de la ciudad; entra en composición con la arquitectura del paisaje. Pero avanzamos un tanto y entonces… ahora sí ¡Vemos el tercer horror! Tercero pues el primero es la franquicia rojiamarilla del antiguo Cine Alameda y el segundo el de la Primera Oriente. Nos referimos a la tienda Súper Extra de la esquina frente al mercado. Razón por la que alguien atrás comenta: ¡Vaya! ¡Gracias a Dios que el Mercado 20 de Noviembre, sigue igual y en su lugar!

Comento que es probable en tiempos antiguos, el cuarto de manzana que ocupa el Mercado de Las Flores, haya sido un gran patio sombreado por una ceiba o por un chicozapote inmenso; una especie de parador para la carga y descarga de las carretas y acémilas, y la pensión y hospedaje de los comerciantes, pero Roberto dice que no. ¡Que no ha visto ese dato en ninguna parte!

Retroalimentación porfas. cruzcoutino@gmail.com

© Detalle imperturbable. Templo de Santo Domingo. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (2000).

 

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