A 5 años de tu ausencia, Efra

Efraín Ascencio Cedillo
Foto: Facebook

La necesaria y recurrente forma de vincular la memoria con nuestra vida diaria, pareciera hasta cierto punto normal y quizá hasta una práctica desgastada. La memoria nos hace sentirnos en comunidad, nos hace estar dentro de algo, y eso siempre lo pensamos como una condición para estar en sociedad.

Pero no. La memoria implica muchas más cosas. Puede hacer la cartografía de un espacio, de un grupo, de toda una ciudad. Sin la memoria colectiva, no seríamos más que eso: recuerdos al azar, momentos fugaces que pueden ser efímeros.

Por otra parte, los recuerdos son esas escenas que nosotros hacemos nuestras y nos queda como un relámpago, fugaz y con mucha luz, pero estruendoso y, a veces, agobiante. Recordar es una práctica tremendamente vigorosa, pero también dolorosa. De eso se trata cuando echamos a andar todo nuestro arsenal emocional para definirlo en tiempos de duelo. También forma parte de la memoria colectiva, como el más grande de su acervo. En conjunto, se llena de todo esto cada vez que la invocamos.

Efraín Ascencio Cedillo, partió de esta dimensión hace 5 años. En el mundo actual en que vivimos, un limbo caótico y lleno de eventos que no siempre son de nuestras querencias, la memoria tiene que suplir las necesidades vitales en tiempos de crisis. La memoria como recurso y estrategia. Pero, si se adhieren los recuerdos a los cuales nos mantenemos emocionalmente cercanos, la cosa es más importante.

En estos tiempos, sin afán de darle un aura que no honre lo que Efra fue, hacen falta personas como él: sensibles a todo, conocedores del acontecer mundial, culto en demasía y disruptivo a la hora de opinar, con una respuesta en cada duda e interrogante, sin la menor aspiración que formar parte de”algo”.

Camino la ciudad de Efraín y, como todo el mundo ha dicho, se siente y se ve incompleta. Pero ahí está el master, en cada lugar, en cada mesa, en cada banca del parque y en cada trago que no damos con nuestros actuales carnales en San Cristóbal.

La lluvia de septiembre -la segunda del año- siempre trae nostalgia, como me dijo una amiga, siempre será así porque la ciudad “llora la memoria de Efra”. De acuerdo. Es una sensación extraña. Insisto en el puente entre lo qué es y no fue, y lo que es actualmente en tu ausencia, pero donde todo es recuerdo y legado tuyo. Muy raro, vos.

No siempre se tiene el tiempo para los duelos, porque estamos en nuestra vida cotidiana, en el trabajo. Hablamos del hecho de recordar. Olvidamos, sí, lo intentamos, claro. ¿Lo logramos?, no sé. Es estrategia vital, desde luego. Porque la ciudad, la tuya, la que hiciste, mi buen amigo Efra, no es la misma pero tampoco se ha quedado a la intemperie: siempre fiel a tu memoria y recuerdos, cada espacio en donde estuviste hay señal de ti, y de tu ausencia-presencia (tan extraña y tan dialéctica como la muerte misma); se corrobora cuando se camina en esas calles donde depositaste tus lenguajes, ahora compartidos al mundo entero, como eso: memoria y sentido, mi buen carnal.

Solo quería decirte en estas líneas, que estás aquí (y sé que si es cierto), no te olvidamos y nos haces mucha falta, en este tiempo donde a cada rato, ya tendremos que despedirnos entre nosotros, porque el tiempo nos llegó y hay que afrontarlo con entereza y mucha alegría. Esa misma que fue tu legado cuando nos echábamos unos tragos y hablábamos de las cosas de la vida. Y ahora sé que también de la muerte. Salud, mi bro.

No comments yet.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Leave your opinion here. Please be nice. Your Email address will be kept private.