La música y el puño (III y último)

Foto: René Araujo

Foto: René Araujo

Por Fernando Híjar Sánchez *

 

En los videos que aparecieron en las redes sociales del patrón de los parachicos  invitando a la Marcha Cultural, dos temas resaltaron y han adquirido especial interés: las famosas y controvertidas declaratorias de la UNESCO y la discusión sobre “los falsos parachicos.

 

Los parachicos en la fiesta tradicional de enero en Chiapa de Corzo

Foto: René Araujo

Foto: René Araujo

 

En los últimos años la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha incluido siete expresiones culturales de México en La Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por medio de sendas y rimbombantes  declaratorias, en apariencia inocuas, que les confieren “legitimidad y visibilidad” ante el mundo, cuatro de éstas expresiones tienen que ver directamente con música, canto y danza: “La ceremonia ritual de los voladores” (2011), “ El mariachi, música de cuerdas, canto y trompeta” (2011), “La pirekua canto tradicional de los p’urhépechas” (2010) y “Los parachicos en la fiesta tradicional de enero de Chiapa de Corzo” (2010).

El maestro Rubicel Gómez Nigenda, se refirió en entrevistas y en los mismos enlaces electrónicos sobre el carácter unilateral y sesgado del uso de la declaratoria y que sólo los han utilizado “para traer turismo, pero sin un beneficio para nosotros…sólo se han beneficiado las agencias de viajes y gente de afuera” y a partir “de la declaratoria han surgido parachicos en otras partes de Chiapas” y pide “que no se comercialice con la tradición y exijo respeto para mi pueblo”. En este mismo sentido se puede interpretar el cartel electrónico de la convocatoria, de la mencionada marcha, por parte de la comunidad chiapacorceña que titulaba: NO SOMOS LEYENDA, SOMOS REALIDAD, dando a entender que no son tradiciones  muertas u olvidadas, congeladas en el tiempo, piezas de museo, que no van a permitir que las “encapsulen” y las vuelvan “espectáculos folcloroides” como pretenden convertirlas, ciertos sectores, a partir de la declaratoria.

Para tener una visión más apegada a lo que está realmente sucediendo en torno a las declaratorias, los integrantes del Seminario Permanente para la Salvaguarda del Patrimonio Musical de México (conformado por investigadores, promotores, gestores culturales, etcétera), coordinado por la investigadora Amparo Sevilla elaboró un valioso documento dirigido a las instituciones responsables de dar seguimiento a los lineamientos de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural de la UNESCO. Este documento está fechado el 12 de febrero de 2015 y fue producto de investigaciones y de dos coloquios nacionales donde participaron los directamente involucrados: músicos y danzantes, que dieron un testimonio sobre lo que están viviendo a raíz de las declaratorias. El  documento plantea las dos principales líneas del Seminario…: la conformación “de plataformas teóricas que permitan el diseño de políticas culturales para la atención del patrimonio musical de nuestro país “ y “conocer y analizar los impactos que estos reconocimientos internacionales están generando al interior de las comunidades que detentan dichas expresiones “.

El documenta identifica, en general para las cuatro expresiones, los siguientes problemas: la  “falta de una amplia participación libre e informada de las comunidades en la elaboración de los expedientes” para obtener la declaratoria; “generación de expectativas y planes que no se han cumplido” así como el no fortalecimiento “de las acciones y estrategias que los propios grupos y comunidades han creado para transmitir y mantener vivo su patrimonio musical”; las “ganancias económicas se concentran principalmente en las empresas turísticas, ciertos grupos musicales y organizaciones culturales vinculadas a instituciones  gubernamentales” y “falta de información sobre la existencia y uso de los recursos económicos derivados de dicho reconocimiento internacional”; “conflictos al interior de las comunidades”, uso del “patrimonio con fines políticos” y el “surgimiento de gestores culturales externos a las comunidades que operan como representantes de las mismas, sin representatividad”; separación de la “práctica musical de las otras manifestaciones a las que están vinculadas y del ámbito comunitario que las ha producido”, una “masificación provocada por la propaganda turística, invade espacios de las prácticas rituales, impidiendo su adecuado desarrollo” y un “notable aumento de la tendencia de su espectacularización para su uso turístico y para su manipulación política”.

Si bien las problemáticas identificadas son para realmente preocuparse, las últimas son particularmente graves ya que atentan con los principios y con la esencia del músico tradicional comunitario. Las declaratorias han propiciado “cambios opuestos” a los planteados, es decir, no se ha logrado una protección del patrimonio cultural y en los hechos ha desarticulado las prácticas culturales comunitarias. El documento es claro, contundente y hecha por tierra el tan esgrimido, mentiroso e idealizado argumento de que “la industria turística como una forma de superar la pobreza pero, como lo demuestran varias investigaciones, se ha desarrollado una industria depredadora que sólo ha reforzado las relaciones de desigualdad entre empresarios y las comunidades”.

En el documento también encontramos lineamientos para la salvaguarda tanto generales, como para cada una de las expresiones; en el caso de los parachicos propone: difundir y promover “el sentido ceremonial-ritual de los parachicos , la fiesta grande y de todos los elementos que lo integran, tanto en la comunidad como para los visitantes, con el fin de que no se desvirtúe la celebración” por medio de charlas, talleres, materiales audiovisuales, redes sociales y sobre todo la propia tradición oral. A su vez, no obstaculizar los espacios de los recorridos y sus paradas; revalorar la presencia y el significado tan profundo de la figura del patrón n de los parachicos y como una estrategia clave, en todos los sentidos, la creación y puesta en práctica del Centro de Documentación e Información del Parachico. En la actualidad el maestro Rubicel Gómez Nigenda, aparte de las múltiples tareas y encomiendas que le dicta su cargo, está trabajando en la elaboración de un material donde se específica en qué momentos y circunstancias se tocan los diversos sones que abarca todo el proceso musical de la fiesta grande, ya que algunos piteros y tamboreros cambian o ejecutan sones o piezas que no corresponden al Costumbre.

Para que tengamos un panorama más nítido sobre las implicaciones de las declaratorias al interior de las comunidades, es necesario recordar lo que el maestro Guillermo Bonfil Batalla (uno de los más importantes investigadores sobre los más diversos temas relacionados con la sociedad y la cultura, quién estructuró todo un corpus conceptual para comprenderlas y analizarlas. En 1995, cuatro años después de su muerte, el INAH y otras instituciones publicaron las Obras Escogidas de Guillermo Bonfil, en donde podemos conocer y profundizar su gran legado que vinculaba de manera transparente  el trabajo de investigación y académico con el cambio y transformación de la realidad social de México) plantea sobre la teoría del control cultural: “Por control cultural entiendo el sistema según el cual se ejerce la capacidad social de decisión sobre los elementos culturales. Los elementos culturales son todos los componentes de una cultura que resulta necesario poner en juego para realizar todas y cada una de las acciones sociales, mantener la vida cotidiana, satisfacer necesidades, definir y solventar problemas, formular y tratar de cumplir aspiraciones. Para cualquiera de estas acciones es indispensable la concurrencia de elementos culturales de diversas clases…”

Si bien Bonfil maneja el concepto de cultura desde el punto de vista antropológico,  es decir, la cultura es todo lo creado por la humanidad, “al bajar” este planteamiento al problema concreto que nos ocupa, vemos que las declaratorias han restado capacidad de decisión a los músicos, danzantes, sistemas de cargos y a la comunidad en general sobre algunos elementos culturales que conforman la fiesta de parachicos y todo lo que los rodea. Esta pérdida sobre el control de sus tradiciones implica un debilitamiento de su patrimonio cultural y una “descomunalizacion” que se refleja en una disminución de identidad y autonomía. También, por esto, es de gran trascendencia la lucha de las comunidades mixes en defensa de sus diseños ante el plagio, no se puede permitir que consorcios o grupos de poder internos o externos decidan sobre el patrimonio cultural.

 

El falso dilema de los falsos parachicos

 

En todas las manifestaciones artísticas y culturales de la humanidad, sobre todo en sus expresiones populares, no ha existido  ni existe nada puro, ni nada que se haya creado por generación espontánea o creado por sí mismo. Las diversas expresiones del patrimonio cultural son el resultado de préstamos, intercambios, combinaciones, apropiaciones, mezclas, fusiones e innovaciones que resignifican y diversifican la cultura, creando expresiones distintas (síntesis o sincretismos culturales) de las que surgieron y que guardan dos o más elementos, en ciertos casos visibles o palpables, pero en muchos otros es necesario hurgar, rascar, investigar el origen de éstos. La culturas populares son  culturas vivas y en permanente cambio y revitalización.

Estas “nuevas expresiones” o “nuevas tradiciones” o “tradiciones inventadas” o de “reciente aparición” como queramos denominarlas para nada son falsas o carentes de autenticidad, simplemente son diferentes, obedecen a otros contextos culturales y juegan un papel fundamental en el desarrollo cultural evitando el estancamiento y homogeneización de las culturas. Estos procesos culturales son lentos y por lo general “se acomodan de manera natural”, pero debido al momento histórico tan vertiginoso y de cambios culturales acelerados que vivimos tienden a desfigurar las tradiciones y sus propios espacios simbólicos y físicos.

Un día después de la Marcha Cultural, el periódico Cuarto Poder de Tuxtla Gutiérrez, nombró así una nota: “Falsos parachicos marchan”, tanto el título como el contenido no fueron acordes con lo acontecido, careciendo de rigor periodístico. En la mencionada nota se dice, entre otras cosas, que la protesta  estuvo “integrada mayoritariamente por habitantes de Chiapa de Corzo y sujetos ajenos que se fueron integrando a la manifestación” más adelante añade que “los pocos vestidos de parachicos fueron personas ajenas a la agrupación original que desconocieron la orden del líder de los danzantes…” Sobre esto, aclaremos lo siguiente: en la marcha participaron miles de personas, no sólo eran de Chiapa de Corzo, sino de poblaciones circunvecinas y una cantidad considerable de Tuxtlecos que acudieron por la convocatoria, fue imposible establecer “porcentajes” de participación ciudadana o de diferentes lugares, varias notas periodísticas resaltaron la gran variedad de personas y grupos culturales que marcharon, así como de los distintos lugares que procedían.

En el último llamado a la marcha, el maestro Rubicel invitó a “todos los músicos tradicionales, a piteros y tamboreros que quieran asistir” y a “la ciudadanía en general” y precisó, para qué no hubiera dudas, que los hombres chiapacorceños salieran vestidos de blanco y las mujeres con su vestimenta tradicional, ya que “el traje del patrón y los parachicos de Chiapa de Corzo sólo lo usan del 15 al 23 de enero y lo vuelven a guardar hasta el próximo año, de ahí que nosotros estemos en contra en que se saque el atuendo en cualquier fecha”.

A raíz de la mencionada nota periodística, el patrón de los parachicos denunció que algunos medios “han distorsionado la información” y que “no existen falsos parachicos”,  los que fueron con la vestimenta “no son de Chiapa de Corzo y yo no puedo mandar o evitar que salgan” y agradeció a los “municipios, personas y familias su participación”.

Para muchos sectores de la sociedad chiapaneca, el objetivo del artículo periodístico fue, sin lugar a dudas, desprestigiar la Marcha Cultural y por lo tanto minimizar el apoyo de otros sectores sociales hacia los maestros. El portal electrónico de noticias y análisis Chiapas Paralelo y usuarios de las redes sociales criticaron duramente la línea editorial del periódico mencionado.

La posición y aclaración del maestro Rubicel desató una interesante discusión, a todos los niveles, sobre el significado de “ser un parachico” (sus principios, creencias, prácticas, compromisos, su espiritualidad y la ritualidad de la danza) esta polémica fue, y sigue siendo, fresca y enriquecedora ya que surgió de una situación concreta y espontánea en el contexto de un movimiento social y no de eruditos o especialistas con fines académicos o de promoción personal.

En realidad la cuestión no se basaba en el dilema de lo falso o auténtico de los que marcharon con el traje de parachicos sino de entender, a partir de esta situación social única, los procesos de gestación y conformación de la diversidad cultural y de este modo crear las condiciones de un verdadero diálogo cultural. Los que participaron con el atuendo de los parachicos eran en su mayoría danzantes y músicos de Tuxtla Gutiérrez que no se rigen por los tiempos y códigos de los de Chiapa de Corzo, “cuna de los parachicos” como bien los definió el maestro Rubicel. En Chiapa de Corzo esta danza tiene cerca de cuatro siglos de existencia y han pasado 19 patrones, al actual le fue conferido el cargo a inicios de 1999, y están organizados por barrios, cada uno tiene su propia mayordomía.

Foto: René Araujo

Foto: René Araujo

Pero recurramos a un poco de historia en relación a los parachicos de Tuxtla. En 1964 aparecieron en Tuxtla Gutiérrez los primeros dos grupos de parachicos, éstos adoptaron los nombres de los santos que les rendían culto: San Jacinto y San Martín de Porres. En un inicio el instrumento musical que marcaba el ritmo a los danzantes era la marimba, ya que no había piteros y tamboreros que conocieran la música de los parachicos. Esta situación cambió hasta mediados de los años setenta cuando Miguel Hernández, músico  de Chiapa de Corzo, enseñó a tocar el carrizo y el tambor a los primeros músicos originarios de Tuxtla que empezaron a dominar algunos sones de parachicos. Con el paso del tiempo otros barrios fueron conformando a sus grupos y así surgieron los de La Virgen del Carmen, San Sebastián, Virgen de la Candelaria y muchos otros. En la actualidad existen cerca de 20 agrupaciones en Tuxtla, cuyos miembros son principalmente jóvenes, pocos de ellos asentados en los barrios tradicionalistas, pero la gran mayoría en colonias marginales. Aparte de venerar y reverenciar a las imágenes, los parachicos tuxtlecos iniciaron sus prácticas haciendo “promesas” o “mandas”. La organización de cada grupo es muy sencilla pues está compuesta por un Presidente, músicos y danzantes. No tienen una estructura o un sistema de cargos más acabado como podría ser una mayordomía o priostería. Los parachicos de Tuxtla no obedecen a un calendario ceremonial establecido, ya que constantemente son requeridos para participar en procesiones, fiestas barriales y parroquiales, claro que cada grupo tiene una fecha estipulada para celebrar a su respectiva imagen. Parece ser que a partir de 1985 comenzaron a solicitar honorarios por sus “servicios”, que no necesariamente es mal visto entre la gente. A inicios de los años setenta, el grupo de San Jacinto pidió permiso a la Mayordomía zoque del Rosario de Tuxtla para participar en la bajada de las Virgenes de Copoya, nunca han cobrado por este acompañamiento en la procesión y se han convertido en una parte insustituible de dicha celebración. Por esto, no hay que confundir a los parachicos de la capital (y de otras poblaciones que desde hace años tienen grupos) con los grupúsculos de danzantes folclóricos  que “brotaron” a partir de la declaratoria y que su único fin es el monetario. Los parachicos de Tuxtla han construido una expresión viva y en ascenso, con normas y códigos propios, que no se asemejan, ni son afines con las prácticas ceremoniales ancestrales de los parachicos de Chiapa de Corzo. Como vemos, existe un falso dilema en todo este asunto sobre los parachicos que marcharon (y tenían todo el derecho de participar conforme a sus normas); el tema de fondo es comprender como se dan los procesos culturales, manteniendo un actitud y visión abierta y sin prejuicios. Los grupos de Tuxtla no tienen la mística y la entrega que caracteriza al parachico chiapacorceño,  porque nunca se han planteado tenerla, ni forma parte de sus elementos que los definen.

Resulta sorprendente que no existan trabajos  o investigaciones sobre este tema, a pesar de que sus actividades son visibles y continuas en Tuxtla y es una expresión cultural que tiene 50 años de existencia. La información aquí planteada proviene de pláticas con parachicos de la capital y de músicos y cargueros zoques que vivieron el surgimiento y desarrollo de estos grupos, como Cecilio Hernández, Leopoldo Gallegos y Felipe Morales.

La inserción de la música en los movimientos sociales tratados en este ensayo, nos ilustra sobre el carácter insumiso de ciertas expresiones sonoras que no han sido tragadas ni sometidas a la lógica del mercado del entretenimiento; y, a su vez, confrontan y resisten los embates que producen la devastación brutal e inmoral, a escala planetaria, de la que se alimenta el neoliberalismo.

 

 

*Promotor cultural, investigador independiente y productor fonográfico

 

 

 

 

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