El amigo Sinar que conocí

Sinar Corzo

Por Juan Carlos Moreno

Corría el año de 1996 cuando tres amigos de nombre Juan Carlos nos incorporamos al Comité Directivo Estatal del Partido Acción Nacional en Chiapas a cargo de Carlos Raymundo Toledo. Aparte del que esto escribe los otros eran Cal y Mayor Franco y Ramírez Matus.

En ese Comité que era innovador para la época y el propio partido, nos encontramos con diversos actores del panismo de la vieja guardia que se resistían al cambio del partido, pero también algunos que no lo eran; así como jóvenes que también se acababan de incorporar luego de la exitosa campaña de Enoch Araujo a la presidencia municipal de Tuxtla Gutiérrez.

En esta amalgama de personalidades destacaba Sinar Corzo Esquinca, quien fue nombrado Secretario de Comunicación del CDE, con una figura hosca, franca, polémica, y una excelente oratoria encarnaba la izquierda interna que necesitaba el panismo de la época para poder trasladarse al centro del ámbito político. Dejar la imagen de partido inclinado a la derecha y a la iglesia católica requería de personalidades como la de él que ante la sociedad pudiera empatar con sectores a los que el PAN no era atractivo por lo comentado anteriormente.

Nos tocaron muchas aventuras, muchas anécdotas, muchas horas de charla. De viajes por todo el estado y de convivencia que nos hicieron una gran familia en ese Comité. Sergio Edgar Cortazar, Julio Santos Puon y posteriormente Javier Zepeda pueden dar fe de eso.

En 1999 entendimos la necesidad de la transición democrática en el Estado, como grupo decidimos impulsar una alianza del PAN con los partidos de izquierda para que Chiapas iniciara dicha transición. Sinar fue factor fundamental en esa tarea. Convencimos a la mayoría del panismo chiapaneco, pueblo por pueblo, comité por comité, para aprobar una coalición amplia. Fue tarea ardua pero muy enriquecedora, ambos fuimos oradores a favor en la Convención Estatal donde se aprobó por una amplia mayoría.

En los programas de debate que por entonces patrocinaba por Ley el extinto Consejo Estatal Electoral en el que yo fungía como representante, con Sinar nos turnábamos según el tema para acudir a ellos. En el 2000 fue candidato a Senador por la alianza por el Cambio.

Después de un fugaz paso por la administración pública, Sinar entendió que su etapa en la actividad política había terminado y reencauzó su energía a dos pasiones: la equinoterapia y la defensa de los derechos humanos desde la sociedad misma, sin colores, sin ataduras, solo la convicción y las ganas de hacerlo, con la palabra y la proactividad como armas para lograr su cometido.

Sabedor de los riesgos de la tarea, y con la inteligencia que según amigos en común lo caracterizaba desde joven, empezó esa apasionadora labor y como corona que pocos poseen, murió con ella.

Hace pocos años vi en un video a alguien llamarlo “loco”, nada más alejado de la realidad en cuanto a Sinar. Era todo menos loco, sin ataduras consumistas ni económicas, Sinar tenía congruencia e idealismo, por eso no tenía miedo en manifestar sus ideas y luchar por causas que abanderara a pesar incluso, de tener roces con familiares y amigos. Era entregado a su manera y era la forma en la que él pretendía tener un mejor país y una mejor comunidad.

Hace pocos meses murió Don Goyo, su papá, hecho que caló hondo en Sinar pues en los últimos tiempos se había dedicado a cuidarlo. Quedaron atrás con el disparo que cegó su vida, sus planes de regresar a San Cristóbal en proyectos con el amigo Javier Zepeda.

Pero ese disparo hecho arteramente por la espalda lejos de silenciarlo tuvo un efecto contrario. Le dio una voz inesperada, nunca antes vista en Chiapas. Hoy Sinar ha trascendido en la lucha y se ha convertido en un referente nacional en la defensa de los derechos de los desposeídos, comentarios de apoyo de muchas personas y organizaciones han cristalizado lo que él quería: que su voz fuera escuchada.

No he visto aún a los líderes nacionales ni estatales de Acción Nacional manifestarse por su muerte, o reconociendo sus aportaciones. Espero lo hagan. No puede uno ser indiferente a estos hechos ni pasarlos por alto. Desde sus trincheras aportó a tal grado que su cobarde asesinato fue nota nacional y tendencia, y ha sido retomado hasta por organismos internacionales. Algo que ningún panista chiapaneco había logrado.

Ojalá existieran más locos como él,  más voces que defendieran a los desamparados, seguramente tendríamos una mejor sociedad. Sí, tenía defectos, pero por mucho sus virtudes ahora serán exponenciadas para formar un referente en la lucha de cualquier defensor de derechos humanos y habrá trascendido a su propia muerte. ¡Salud compadrito! como él decía, que cabalgues por el tiempo y el espacio pregonando tus ideas y formando un mejor México.

 

 

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