Claroscuros

Por Miguel Ángel Zebadúa Carboney

El perdón español. “Aunque ningún historiador se confesará asimismo amigo de la mentira, no obstante, es una verdad histórica que todo hombre, y por tanto todo historiador, es un mentiroso”. Esta frase retomada por el historiador Guy Rozat  (Verdad Histórica y Verdad Oficial en las Crónicas del siglo XVI, ponencia presentada en la Universidad de Jalapa. En línea) está vinculada a la forma y las intensiones para hacer la historia oficial, aquella que se nos enseña y se nutre el Estado. Aunque, agrega Rozat, esta historia viene generalmente distorcionada. Muchas plumas de ayer y hoy han colaborado para hacer del gobernante una historia a su modo. No cabe aquí el argumento simple de prescindir olímpicamente de las influencias ideológicas. Y si cabe, no es cierto.

En el polémico y legítimo perdón español –el cual la respuesta fue negativa, o el silencio-, la historia construida desde Badajoz hasta México se detuvo en 1500 porque no ha habido lugar –probablemente no la habrá- para replantear un pasado en donde el colonialismo español moldeó una realidad que no necesariamente es la verdad pero que pretende serla.

La paranoia foxiana. Ahora las quejas y acusaciones vienen desde lo más profundo de la derecha “mexicana”. La comedia de un expresidente para hacernos creer que es una víctima del gobierno, como en su momento lo expresó también un historiador. Es que la derecha está muy enojada. No salen de su asombro. No acepta el fin de una continuidad neoliberal arrasadora, donde el saqueo como negocio y su racionalización ha sido la práctica sostenida incluso en su gobierno. Lo dijo el expresidente Lula: «Nunca pensé que poner un plato de comida en la mesa de un pobre, generaría tanto odio de una élite harta de tirar comida a la basura”. Lo interesante de esto es que un expresidente responsabiliza a un presidente en turno y que éste le haya otorgado protección cuando no era necesaria. Da la impresión  de que Maquiavelo no esta como invitado en el Palacio Nacional.

Zapata o el encuentro con la historia. Resulta extraño ver la foto de Emiliano Zapata detrás del practicante de la cuarta transformación. Una transformación, en el caso del maderismo, no se llevó a cabo pese a sus frágiles intentos. El zapatismo no fue parte de aquella “transformación”. Todo aquel con algo de conocimiento histórico sabe que las cuatro transformaciones en realidad fueron reformas, profundas unas más que otras, sí. Pero aquí la historia nos recuerda y advierte que entre Madero y Zapata no solucionaron sus diferencias por el dialogo y sí por las armas.

Guardia nacional militarizada. Que siempre si será un militar el encargado de la enfrentar la inseguridad pública. Era difícil no cederle este puesto de mando operativo a los militares porque es parte de las concesiones dadas a ellos para asumir las acciones militares de la guardia nacional. Por otro lado, seamos realistas: no hay aún en México una “cultura” de civilizar a las fuerzas armadas, excepto por la proveniente del presidente de la República. No hay por ejemplo, un secretario de la Defensa civil, como sí en otros países. Hubiera sido un buen ejemplo de un inicio en esta área, ciertamente aún pendiente. Esta decisión hace ver que los únicos capacitados para realizar y comandar la guardia nacional son las fuerzas armadas. A estas alturas se suma otra de las múltiples tareas asumidas por el ejército y la marina ahora de forma legal, algo que por cierto se viene insistiendo desde prácticamente el gobierno del expresidente amenazado.

 

 

 

 

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