Primero es la vida

Foto: Agencia

Por Gerardo González Figueroa

En el discurso de redes y de la calle (con todo y pandemia), parece dividido: “Amlovers” y la derecha o mafia del poder (en realidad hay tantos apelativos entre bandos que no vale la pena entretenerse en ello).

Aquí en este mundo social a la mexicana todo tiene un nombre que puede ser cualquiera pero se centra en: Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña y Andrés López Obrador.  Los nombres se hacen ya, como de la familia.

Es evidente que la conducción del país ha sido aciaga, con un modelo económico de tipo o corte neoliberal, y un sistema basado en la persona, es decir, presidencialista, y que ha hecho una cultura política en donde el que gobierna manda.

Cada uno de los que ya se fueron y ahora con el presente, Andrés Manuel López Obrador es más claro: dependemos de la voluntad, carisma, y forma de ver su mundo. No era raro criticar a Fox por cada forma de ver a su gobierno como Foxilandia, así como ahora López Obrador.

Un ejemplo del mundo de López Obrador es su declarativa en torno al sistema neoliberal. Para Obrador, estamos en otra etapa (sic), ya que en su discurso, solo le falta afirmar que ya no hay neoliberalismo. Y creo, que en lugar de seguir con las críticas a las personas, hoy es claro que el sistema neoliberal está más vivo que nunca.

Lo que trato de contextualizar es que, el hoy es mediático, las redes (mal bendecidas), la prensa escrita y no, los medios de comunicación siguen siendo un fuerte canal para significar y construir una forma de pensar que nos polariza, y al hacerlo dejamos el fondo del problema.

Más allá de discursos, ideologías y puntos de vista, México está roto. Nos dirán de un lado que hemos avanzado en institucionalización, en niveles de vida, en mejor y más comunicación, es la famosa modernidad tan anhelada del capitalismo que en la esfera de la globalización, privilegió el crecimiento del llamado Mercado, y dejó de lado la verdadera democracia, la que significa el poder del pueblo, el de la soberanía, el de la participación y responsabilidad política y la justicia. Sí, cada quién tiene su democracia, pero más allá de definiciones, es claro que no es solo la llamada representación política, o dicho de otra manera, democracia no es ser libre un día al año o cada tres, cuando nos presentamos a votar.

Este país, y es donde Obrador no ha entendido, la amorfa (por sus intereses encontrados), logró acompañar esfuerzos no solo de la participación, su razón de ser, primero organizándose en cooperativas, asociaciones civiles, incluso las sociedad civiles, sin dejar de mencionar a organizaciones políticas que optaron por asociarse para poder obtener recursos del Estado, ojo, del Estado, para poder responder a las demandas de educación, salud, vivienda, alimentación, e infraestructura. Para el poder político, cuando las organizaciones civiles pasaron al terreno de la organización y participación política, el gobierno, sí, el gobierno, optó, en un intento vano, deslegitimizarlas, de hecho el actor político para ello, fueron los partidos políticos, quienes al obtener financiamiento del Estado, y de pasar del espacio de gestores de demandas, se volvieron gestores de dinero y de usar a las instituciones como el ahora Instituto Nacional Electoral, Transparencia, Función Pública y otras esferas de los asuntos públicos, es decir de la ciudadanía.

El resultado desde tiempos de Fox hasta Peña Nieto, fueron de que los espacios de ciudadanía, es decir, de la llamada sociedad civil, fueron secuestrados por la ahora llamada “partidocracia”, y el juego de varios actores de las organizaciones civiles que pasaron a la esfera política, y obtuvieron beneficios para sí, y para no personalizar, así vimos el caso de Alianza Cívica a nivel nacional, y de otras redes, personas que pasaron a la esfera gubernamental, lo cual era su derecho, pero la crítica es que se llevaron, por decirlo de alguna manera su membresía y la legitimización del gobierno en turno.

En ese contexto desde 2003, con la llegada de López Obrador al gobierno del Distrito Federal que empiezan los choques con organizaciones civiles, no por el contenido de sus demandas y luchas, sí por las personas, que si bien representan a las organizaciones y al gobierno, ninguno es la sociedad como tal. No ahondo en esto, me llevaría algunas cuartillas para explicarlo, pero lo que debe quedar en lo escrito es que las diferencias vienen de años atrás y no hay culpables, cada uno, gobierno y  organizaciones tienen sus legítimas explicaciones, digamos para la ruptura.

Hoy con el gobierno de López Obrador, el maniqueo político rebasa el ámbito democrático, las huestes de ambos lados, predominan en la discusión política, pero el problema o lo mejor, es que en el terreno de la realidad política no es así y me explico.

En lo que hemos llamado izquierda, es obvio que no se reduce al partido MORENA o al PRD o agrupaciones como el PT, MC (Sic!), sino que en el terreno de la lucha política tenemos una amplia franja que lucha por la vida, que resiste y tiene claro el horizonte de su lucha: anticapitalista, antisistémica y popular. Pero no es toda ella, pues se agrupa alrededor de la lucha del EZLN, el Consejo de Gobierno y el Congreso Nacional Indígena (CNI), pero hay otras luchas cívicas que igual defienden el territorio, la naturaleza y digamos sus servicios como el agua, la tierra y las demandas básicas como la salud, educación, alimentación.

En ese ambiente de lucha y resistencia están grupos que si bien pueden o no simpatizar con Obrador, su lucha es contra los megaproyectos. Hoy sobresale uno que es contra la empresa Coca-Cola, en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, lucha como lo fueron contra el COSTCO de Cuernavaca Morelos, o el opositor a Wal-Mart en Teotihuacán, o las mineras a lo largo y ancho del país.

Las luchas de hoy y cuya lista es larga, en lo general no responden necesariamente, a la vieja lucha ideológica de izquierda marxista, aunque existan elementos de que así sea, la lucha se puede resumir en una ardua lucha por la vida. Así tenemos a grupos que defienden a los animales, ya sea en contra de la crueldad y el abandono, como el de que no se comercialicen.  Tenemos luchas grandes y que yo las ubico civilizatorias como el de las mujeres que tiene infinidades de temas, algunas lo abarcan todo, pero también es cierto que ubican desde los feminismos, que no necesariamente con los viejos marcos analíticos, también nuevos. No me detengo en ello, pero de todo esto, de los feminismos, de otras luchas, también sobresale lo intergeneracional y la representación. Ya no más líderes y caudillos, mucho menos mesianismos. Hoy la lucha es colectiva, y horizontal.

Termino diciendo, el problema no es Obrador, ni el PRI o el PAN ni mucho menos MORENA, la lucha es por la vida, y si de verdad queremos un futuro diferente, otro mañana, otra realidad, esta debe ser muy diferente, basada en la reciprocidad, ni siquiera en la solidaridad, o no solo eso, no basta pensar en el otro, se basa en pensar en todas, en todos, en que  el mundo será muy otro, muy diferente, muy nuestro en la diversidad.

No estamos acostumbrados a pensar en plural, el daño sistémico, la injusticia, la violencia social y política es sistémica, nos atañe a la sociedad, y hoy ante la crisis que ya tenemos, que incluso estamos acostumbrada a ella, requiere de un cambio desde abajo, el famoso arriba es consecuencia de la manera en que seamos capaces de hacerlo, incluso con muchas ideas, y que también no estaremos de acuerdo, pero hoy la salud, una de las primeras necesidades, solo será posible con un cambio profundo que pueda darle salud universal, y que por ellos cada sistema, agroalimentario, laboral-salarial, ponga en el centro el beneficio común, y un consumo que respete a la naturaleza, y claro la convivencia, y requiere de priorización, basada en la gente y sus formas de organización. La lucha por la vida, una larga aspiración en donde ya no hay vuelta para atrás.

 

Correo electrónico: ggonzalez@ecosur.mx

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