Cumbre

Cumbre
Foto: Cortesía/Twitter

Con la Cumbre de los dos líderes políticos actuales, un proceso, quizá nuevo, se ha puesto en marcha no visto desde Teherán, Yalta y Potsdam.

En ella, y por primera vez, Europa no estará representada. Ese lugar sólo fue ocupado por el conservador político Winston Churchill, en la ciudad alemana de Potsdam, al lado del primero “aliado” contra el fascismo, el comunista Josep Stalin. En el centro de esa histórica fecha, el liberal Frank D. Roosevelt. Ahora en esa foto dos potencias mundiales que mantuvieron su hegemonía desde 1945: la capitalista Rusia y la capitalista Norteamérica. Una tercera no sería invitada: la china capitalista-socialista, que pudo ser el sustituto de Europa.

Ni como Unión Europea —sin Gran Bretaña, pues tiene su propia “comunidad”— pudo ser en esta ocasión parte de lo que podría ser una reconstrucción del poder mundial dominado por Europa hasta 1945, con sus desplegados con la figura del colonialismo primero, y después con el imperialismo. Europa estuvo presente en la gran guerra, la primera guerra mundial, y en la segunda, en la persona del político Inglés. Ese mundo, al parecer, no será más el mismo.

Como en las anteriores, este encuentro tiene un precedente bélico: la guerra en Ucrania. Y también en una posible idea de la construcción de la paz en peligro frente al rearme incrementado por varias naciones, lo que prefigura escenarios de preparación de la toda la infraestructura militar: armas convencionales y nucleare, tecnología, adiestramiento, donde las empresas privadas y estatales son las exportadoras de la economía de la guerra, las que les generan ganancias de un importante plusvalor y dependencia comercial, las que se frotan las manos una vez que la flecha de la muerte ha sido lanzada.

Lo que han llamado el “orden mundial” entraría en una nueva fase. Lo que pase, donde el centro principal es una región cercana al territorio ruso, como lo es Ucrania, será decido ya no por la base europea, sino por el polo que está en Eurasia. Roto por ambas potencias el acuerdo de limitación de armas estratégicas, el ambiente no podría ser más frío que la guerra fría. Bastó el motivo de la guerra ucraniana-rusa para que la larga y frágil paz se haya convertido en una delgada línea de traiciones, de provocaciones y de tensiones nucleares. Este escenario conlleva la necesidad de lograr sin Europa desplazada del centro decididor, un encuentro que no se había presentado como fórmula para resolver la crisis prebélica.

Es posible que el presidente Trump no desee una guerra. Es posible. Pero las fuerzas internas del complejo militar industrial en Estados Unidos sea una de sus presiones, debido a que su sucesor ya había colocado las armas, el dinero…, y a Europa en el frente ucraniano. Cercada por tropas de la OTAN como ahora está Rusia en sus fronteras occidentales que van desde Lituania hasta el mar negro.  Todo es posible. Lo que no lo es, es jugar con la vida de millones de civiles que han muerto en esa guerra provocada para que Putin haya convencido a Trump sentarse para hablar. Y esto es ya un logro, no de Europa…, de Rusia.

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