Orden

Foto: Redes sociales de Donald Trump

En un ambiente prevaleciente por una intensa lucha por el poder, que van desde un round con el célebre periódico New York Times, por la aparición oportuna o no de la violencia política (atentados y asesinatos), hasta enfrentar una guerra económica contra la APP china tik tok, los enemigos del gobierno del presidente Trump, ponen sus armas políticas en juego para intentar usar los efectos a su favor en las elecciones intermedios del año que viene.

En una casa interna agitada por las prácticas de terrorismo de Estado, apresando y persiguiendo a migrantes, ignorando las bases de lo que queda de la “democracia” estadounidense, lo externo se presenta como una “ayuda” para desviar la atención de los problemas internos, como por ejemplo, la masiva protesta social contra las medidas represivas de policías, cazando migrantes o lo que se parezca.

En ese ambiente apareció de forma acelerada ahondar el conflicto geoestratégico con Venezuela, ya antes planteado con México. Al respecto, en septiembre la DEA habría planeado atacar militarmente a México, pero el Pentágono y la Casa Blanca se opusieron, de acuerdo con el Washington Post. (Reforma, 20.09.2025. p.13).

Contra Venezuela la decisión se deriva de una Orden Ejecutiva de Trump, en la que autoriza la intervención de la CIA en el país caribeño. Por esta autorización de  un Poder Ejecutivo a la alza, desequilibrando los supuestos pesos y contrapesos que en teoría deberían estar firmes, abre las posibilidades de un proceso de operaciones especiales que la agencia tiene como atribución no propiamente de carácter militar sino paramilitar, donde partes de engranaje de la maquinaria dedicada al espionaje, contraespionaje, o sabotajes o golpes de Estado, con la finalidad contribuir a la decisión de “cambio de régimen” como se habla hoy en cierta jerga, pero que en realidad son golpes de Estado encubiertos. Elementos como la ayuda económica, la guerra psicológica —desinformación, manipulación, y sobre todo, las operaciones encubiertas—, se entremezclan para derribar a un gobierno, y con ello cualquier rasgo firme o no que haya en los pilares democráticos. El insólito anuncio reveló lo que supuestamente es, o era, un secreto de Estado, pese a que ese tipo de decisiones eventualmente rinden cuentas al Congreso; asimismo, muestra la influencia adquirida de la Agencia sobre el Ejecutivo y otras agencias o dependencias como el Pentágono, desde los tiempos de Bush padre, quien fuera su Director, y después Vicepresidente y Presidente de Estados Unidos.

La orden emitida da pauta para que la CIA realice operaciones ilegales de diversa índole que sean reales pero ocultas. Como lo revelaron Marchetti y Marks, (La CIA y el culto al espionaje, p. 132): “la acción encubierta —o sea, la intervención en los asuntos internos de otros países— es el medio invariable para lograr los más variados fines. Es la base de la mentalidad clandestina. Pues bien, la forma más directa y más burda de acción encubierta es lo que recibe la denominación de ´operaciones especiales´”. Así, en Venezuela se ha dado luz verde para el inicio de una estrategia que tiene como objetivo principal el control del petróleo y reservas venezolanas bajo los intereses económicos de una élite. No sería la primera vez que, como dijo el escritor Randolph Bourne, “la guerra es la salud del Estado” (Howard Zinn, La otra historia de los Estados Unidos, p. 265.) No sólo es llevarse preso a un general acusado de tener vínculos con el narcotráfico como sucedió en Panamá hace años: es observar que la doctrina del expresidente James Monroe aún sigue viva.

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