Vamos a hablar de fútbol

Foto: Sandra de los Santos/ Chiapas PARALELO

Como todo lo extraordinario que nos sucede en la vida, ver el partido en el Estadio Azteca en el que el América eliminó al Cruz Azul en los cuartos de final de la liga MX en noviembre del año pasado, no lo tenía planeado.

La idea de ir al fútbol surgió de un momento a otro al ver que estaban vendiendo las banderas cerca del estadio. Como se acercaba la hora del partido el conseguir boletos era una odisea. Jamás me había tocado tratar con revendedores, pero le hice creer a mi acompañante que era apta para la tarea. Mi vestimenta era más del tipo de una oficinista recién salida del trabajo que de una aficionada del fútbol, que buscaba boletos de última hora. Me metí en medio del montón de personas que esperaban ingresar al estadio.

En el camino me encontré a una señora con la camiseta del Cruz Azul, que le aventó su vaso lleno de cerveza a dos jóvenes americanistas, mientras les arrojaba el líquido les decía: “Al rival se le respeta, cabrones”. Temí que los chavos le regresaran la agresión, pero no fue así, se limitaron a decirle “Simón, simón, jefa”. Esa escena se daba en medio de un montón de negocios de fritangas, vendedores ambulantes y porras de ambos equipos que esperaban entrar al estadio.

Trataba de identificar a un revendedor, pero no encontraba ni uno. Pregunté dónde podía encontrarlos y todos coincidieron que siguiera caminando que ellos mismos se me iban acercar, así fue. Metros más adelante tenía unos seis revendedores en frente de mí ofreciéndome los boletos. No recuerdo con exactitud a cuánto me los quisieron vender, pero se me hizo un asalto en descampado y como soy pésima negociante decidí regresar con mi acompañante y dejarle a él la tarea de conseguir las entradas.

Los boletos al fútbol bajan de una vez que el árbitro pita el inicio del partido, pero negociar con revendedores es para expertos. Ellos saben qué están vendiendo, saben bien que no solo se trata del juego, sino de toda la experiencia, de estar en una zona privilegiada para cualquier aficionado. Al final del día logramos entrar al partido.

Tiene varios años que no sigo los torneos de fútbol, perdí el interés a falta de encontrar compañía para ver los partidos. Así como hay algunas actividades que son individuales, hay otras, que exigen la colectividad. Para mí el fútbol es una de ellas. Mi acompañante no es  aficionado al fútbol y tenía poca idea de lo que ahí se estaba jugando. “Si queda el marcador 0-0 el Cruz Azul queda eliminado y el que avanza es el América por la tabla de posición” le trataba de explicar, pero no estaba interesado en el tema.

El partido fue “malón” y no solo porque no hubo goles o mi equipo –sí, sí, le voy al Cruz Azul- quedó descalificado. La Máquina tuvo la oportunidad en dos ocasiones de meter gol, pero se le fueron. La verdad es que ver perder al Cruz Azul en el Azteca es también un clásico.

Me dio poca oportunidad de seguir lo que pasaba en la cancha, estaba más interesada con lo que sucedía alrededor, siempre el fútbol para mí se ha tratado más de lo que pasa en torno al juego que el juego mismo. Me gusta el griterío en las gradas, todos los sentimientos que se aglutinan ahí, esa energía que se mueve, se grita, se vive en la afición. Me pasa algo similar con la lucha libre y el box.

Había estado antes en el estadio Azteca, pero en otra clase de eventos. En una ocasión en un vuelo de San Salvador a la Ciudad de México me tocó coincidir con un joven de Honduras que iba a hacer una estancia a España. Me dijo que buscó pasar a México solo por conocer el estadio Azteca. Emocionado me preguntó si lo podríamos ver desde el avión y me sentí torpe de no poderle responder. Durante el vuelo hablamos de fútbol, de la liga MX, que la siguen muy de cerca en Centroamérica, y de los estadios. Le comenté que me gustaría conocer el estadio de Maracaná en Brasil y él me dijo que nada se podría comparar al Azteca. Cuando estaba en el estadio quería que mis ojos fueran sus ojos, que pudiera sentir toda la energía ahí reunida, que escuchara todos los gritos, que viera perder al Cruz Azul y ganar al América, que era su equipo favorito.

Cuando una le va al Cruz Azul aprende que lo de ganar es tan solo una “nota al píe”. Una perdona que pierda el equipo, pero no que dé un mal juego, entiende que el chiste del fútbol es todo lo que hay a su alrededor, todos los sentimientos que es capaz de despertar, toda la energía que se reúne. Cuando hay un buen juego o un buen gol deja de importar de quien sea, a quien beneficie, se convierte en algo de todos los que son capaces de verlo y de disfrutarlo.

Del fútbol no me gusta lo que no le gusta a muchas personas, que sea, terriblemente, sexista; que importe más el negocio que el deporte; que en el camino los jugadores se alejen de la afición y el gusto por el juego, y se acerquen más a los vicios y el dinero. No me gustan los dueños de equipos y de  jugadores –esa forma de comprar y vender jugadores se me hace una forma de trata de personas-.

A propósito del mundial de fútbol que inicia este Jueves, algunos colaboradores de Chiapas Paralelo y amplios conocedores de este deporte inician una sección especial que se llama “Especial Fútbol Rusia 2018”. No crea que usted va a leer ahí los análisis de los partidos del día o algo así, la intención es hablar de fútbol de una forma más amplia. Los que escriben son: Andrés Fábregas, Miguel Lisbona, Juan Pablo Zebadúa, y espero que no se me pase nadie, si es así mil disculpas. Les recomiendo mucho la sección y vamos a disfrutar lo mejor que trae el mundial.

2 Comentarios en “Vamos a hablar de fútbol”

  1. Juan Pablo Zebadua
    14 junio, 2018 at 12:12 #

    Hola Sandra, deberías escribir también tu. No sabía que eras fan del Cruz Azul. Y si, no es crónica del partido en turno, sino análisis

    • Sandra de los Santos
      14 junio, 2018 at 23:42 #

      Me encantaría y hasta lo pensé, pero una tesis y un debate me esperan. Ahora voy de lectora de la sección.
      Un abrazo

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