Creer en los reyes magos del Medio Oriente
Cuando Guillermo Ochoa se lanzó abajo y a su izquierda para detener el displicente disparo del polaco Robert Lewandowski, la nación futbolera, que seguía el primer encuentro de la Selección mexicana en el Mundial de Qatar, saltó de júbilo. Euforia, abrazos y hasta llanto fueron las expresiones que festejaron un “no gol”. La afición mexicana, esa amalgama que se forma cada cuatro años y se enfunda con la camiseta tricolor, llegó casi al paroxismo ante la atajada de un penal.











