De los miedos en Tuxtla

Raúl Vera

cadejo
Me contaba mi padre que cuando eran  niños, allá por el barrio de San Roque sabían que se aparecía un burro que le daba por morder a los que se encontraba deambulando a media noche, todo mundo se iba temprano a su casa por miedo a ser atacados por el burro mordelón. Un buen día se armaron de valor y se fueron en lo que hoy es la esquina de la 5 Ote. y 1ª Sur, donde se ubica el edificio que fue el cine Vistarama en Tuxtla. Ahí estaba el burro mordelón, pastando en el potrero,  entre todos los niños lo corretearon tirándole piedras rumbo al río San Roque, el animal se perdió en los barrancos del río y la negrura de la noche.
 
Al otro día se supo que un viejo que tenía fama de brujo había fallecido a consecuencia de una golpiza recibida, la cual no recordaba, mi padre platicaba con orgullo que habían acabado con esa bestia del mal y que de esa manera podían salir a jugar más tiempo en las oscuras calles de ese pueblo que era Tuxtla de los años 40.
 
De esas y muchas leyendas se fue construyendo el control social del miedo, la generación de mis padres, abuelos y la mía fueron educadas en el temor a la oscuridad, a las horas de la madrugada, a los seres que atacaban y desaparecían  en medio de la noche, nuestro bestiario fantástico abarcaba  la “Cocha con lumbre, La “Mala mujer”, el “Sombrerón”, el “Cadejo” y demás seres que controlaban nuestras andazas nocturnas.
 
En San Cristóbal  en la década de los 80 llegó a haber hasta vampiros, uno de esto llegó a encarnarse en la persona de Lic. Zavaleta, personaje que saltó a la fama por haber construido un castillo en las orillas de la ciudad, a un costado de la carretera que va a Comitán. A su muerte se divulgó en la ciudad que al buscar unos papeles tuvieron que abrir su tumba, por que estos se habían ido en el traje con que lo vistieron para su entierro. Cuando abrieron el ataúd, contaban que el cuerpo había desaparecido. Eso desató la histeria colectiva y las calles de San Cristóbal vacías a partir 6 de la tarde. Nadie querría salir por miedo a encontrarse al vampiro, tiempo después se supo que no fue cierto y que fue invento de bromistas, que sabiendo de la fama de excéntrico de Zavaleta soltaron el rumor que paralizó a la ciudad.
 
Y es que ese es el fin de los rumores paralizar, mantener con el miedo el control social.  Ahora que las ciudades han crecido, se encuentran pavimentadas y ya no hay lodo para la Cocha con lumbre, ni pasto para el caballo del Sombrerón,  que la “Mala mujer” ya no sale en la noche porque puede ser víctima de trata, los métodos de control han cambiado, el último invento fue el Chupa Cabras Salinista.
 
Ahora el miedo corre en la ciudades, en carros nuevos que recogen a los niños y les quitan los órganos para venderlos, (como si quitar y vender órganos fuera carne de Cochi que se puede vender en cualquier esquina) pero tal parece que estos rumores tiene su base en la poca confianza en los aparatos de seguridad del estado mexicano, el cual con la guerra entre guardias comunicarías y crimen organizado en Michoacán y Guerrero, ha terminado de perder la poca credibilidad que le quedaba, al ser mostrado por los comunitarios como aliados y defensores del crimen organizado.
 
La técnica del control social del miedo nos viene desde el Nahualismo precolombino, con la llegada de los españoles ese bestiario del miedo pasó a personajes como el “Sombreron” que tiene las características del hacendado controlador de vidas, la “Mala mujer” imagen misógina de la mujer castigada por no atender a sus hijos, el “Cadejo” abuelo del “Chupacabras” y que es el mismísimo habitante del infierno de la fe católica.
Ya en el siglo pasado nos asustaban con los “Robachicos” abuelos de los “Ladrones de órganos” el “Coco” o el miedo a las vacunas que esterilizaban, esta última campaña fue emprendida por la derecha mexicana, que se espantó por la relación que Luis Echeverría sostuvo con los países llamados del “tercer mundo” o “en vías de desarrollo” en donde se encontraba la Cuba de Fidel Castro y al China de Mao.
 
La campaña rindió sus frutos, conozco a niños de mi generación que no fueron vacunados contra la Polio o el sarampión, porque sus padres sostenían que era para esterilizarlos.
 
En nuestra historia tenemos un largo arsenal de campañas y miedos que compartir, así que esta campaña de los “Ladrones de órganos” no es nueva, la diferencia es que con las redes sociales el miedo nos llega ya no por el oído y las pláticas de terror en la esquina del barrio, nos llega en forma de post o cadenas en el ciberespacio, su propagación es muy fácil y rápida.
 
El rapto y la desaparición es un delito que siempre han existido, pero de eso a que en cualquier esquina destacen a un humano para sacarle los órganos hay un paso tecnológico muy grande, para empezar los trasplantes de órganos están reglamentados y se practica bajo estrictas normas de sanidad, tiempo y protocolo de donación, y lo fundamental no se hace en una camioneta, ni todas las donaciones se hacen sin previos estudios de compatibilidad.
 
Esta campaña de miedo propagada corresponde a la desconfianza de la sociedad a los cuerpos de seguridad del estado, a la corrupción que los controla, a los vínculos de estos con el crimen organizado y que en Michoacán se está demostrando de manera  por demás cínica.
 
Así que ya saben,  el miedo que les quede libre, si les es posible…. Dedíquenlo a  mí.

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