Un autor que escribe para acercarse a lo irresuelto de la vida

Comunicado/Conaculta

Náusea y alergia

Todo pensar tiene sus ritmos, no pensamos igual camino al trabajo, que si estamos sentados esperando, la misma acción depende de la circunstancia, pero también de la prisa o la serenidad. En tiempos de aceleramiento verbal como los nuestros, es lógico que se piense fragmentariamente.

Así pues  es el acorde de las reflexiones que Lobsang Castañeda va vertiendo en su nuevo libro. Fragmentos, se llama el género literario que los semeja, la forma que les sienta bien, porque “en el texto fragmentario no hay verdad ni sometimiento”. Escribirlo es un juego feroz, un desafío. Cuando leemos nos gusta subrayar, al hacerlo apartamos un instante, tal vez una revelación y puede ser que eso sea un fragmento. El fragmento es una gran autopista si queremos recorrer los temas por los que discurre el pensamiento.

Uno de ellos, por ejemplo, es el del “mal del ímpetu”, aquí el autor se detiene ante la condena de vivir reclamados por el hacer, por producir, lo que sea, no importa. Todo antes de caer en el ocio, convirtiéndose en uno de los que no hacen nada, en un ‘zarrapastroso’. La  extraña idea de  higiene de nuestros días reclama también la  esfera de la acción. Sin sentirlo nos convertimos en hombres maquinales conjurando todo el tiempo la desocupación.

Quizá porque sentir una dirección nos aleja de la incertidumbre, porque sabemos que el caos representa todo lo que está fuera de control y el hombre funcional quiere la tranquilidad de las certezas ya que en ellas le posible sentirse vivo. Porque la muerte, reflexiona el autor, es dejarse caer, desplomarse y eso se parecería al ocio.

Pero somos presas de la civilización y de su efecto de dominio, podemos oponernos, intentar resistir, pero no venceremos. El signo de ella es que nos lleva ineludiblemente a la resignación ante la funcionalidad. Toda actividad regulada termina por eliminar la espontaneidad, así nos descubrimos derrotados y pesimistas. Listos para seguir replicando la funcionalidad.

¿Escribir? Se pregunta Castañeda, sí, pero escribir como erupción, sin premeditación. Habría que escribir en la inconsistencia, siempre diferente, sintiéndose incómodo y hasta deprimido. Alejarse de la idea de éxito que ha venido a corromper a escritores y obras. La literatura ahora es un producto más en el mercado, se escribe para autocomplacerse y para vender.

Hay algo que debe entenderse: las palabras no tienen destino, se les obliga a tomar uno a través de las acepciones. El lenguaje resulta entonces engañoso en su condición zigzagueante. Si lo creemos totalmente estamos en peligro, cuando hablamos bajo la emoción, ponemos a otros  en el peligro de ser creídos cuando la exaltación se diluya. El discurso en el que se realiza el lenguaje se vuelve para el autor, un acto de responsabilidad.

¿Y por qué náusea y alergia?  La náusea dice su autor, se relaciona con el zigzagueo de las naves, es la búsqueda del equilibrio, la alergia es una polémica, es estridencia e intrepidez. “Escribo una escritura despedazada que no busca organizar ideas, sino hacerlas perceptibles”. Es este un libro de aproximación filosófica a los ruidos de la vida, a las zanjas de lo irresuelto, a lo inmediato que nunca es transparente.

Lobsang Castañeda nació en el Estado de México en 1980. Estudió filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha sido becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, de los programas Jóvenes Creadores e Intercambio de Residencias Artísticas México-Argentina del FONCA, y del Programa de Estímulos a la Creación Artística del FOCAEM. Es autor de Los habitantes del libro (Libros Magenta, 2011).

Lobsang, Castañeda, Náusea y alergia. Fondo Editorial Tierra Adentro. Conaculta. México, 2013. 135 pp.

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