Tómate una selfie en el Museo de Cera de la CDMX

Foto: Damaris Disner/ Chiapas PARALELO.

Foto: Damaris Disner/ Chiapas PARALELO.

Tomarte una selfie con tu personaje favorito es posible en el Museo de Cera de la Ciudad de México. Más de 230 figuras perfectamente detalladas en la piel, cabello, vestimenta y zapatos son quienes “viven” en la casa estilo “art noveau” que data del año 1904.

Algunas más parecidas a sus “originales”, o incluso idénticas, se han convertido en un motivo para practicar las virtudes fotográficas de quienes acuden a  la antigua Hacienda de la Teja. Las diferentes poses de los visitantes para perpetuar el momento, nos habla de los niveles de admiración, los hay quienes los abrazan, le dan un beso o simplemente se sitúan tímidamente a un costado.

El museo de cera más grande de México abrió sus puertas en 1979 por la iniciativa privada, de los ingresos de la taquilla se paga a las 70 personas que laboran ahí, la niña que se dice aparece a los trabajadores, no cobra sueldo.

Para estar bien alineados hay un equipo del taller que dos veces al día los mantiene guapos, incluye peinado y maquillaje. Todo el personal está atento a la conservación de las figuras, cualquier detalle es reportado inmediatamente.

Foto: Damaris Disner/ Chiapas PARALELO.

Foto: Damaris Disner/ Chiapas PARALELO.

La afluencia en vacaciones aumenta considerablemente y durante época de clases, las visitas guiadas de grupos escolares también desfilan en los tres niveles del museo, que incluye un espacio del terror, donde es Cuasimodo la más antigua figura de cera, que sobrevivió al incendio de 1992 y fue la razón que se reconstruyó toda la casa, considerada Patrimonio Histórico, junto con sus “habitantes”.

Cada una de las réplicas tiene un costo aproximado de 300 mil pesos, ya que se utiliza vestuario de diseñador, cabellos naturales e incluso, en ocasiones, los mismos artistas han donado accesorios, como Pedro Fernández con su hebilla del cinturón, o bien, la chamarra de mezclilla y los lentes de Carlos Monsiváis son los que usaba, donados por su familia. Gabriel García Márquez conserva su mirada pícara como si te invitara a bailar “Macondo”.

Artistas del espectáculo, mandatarios nacionales y extranjeros, deportistas, escritores, muralistas, reunidos por salas, parecen observarte y contarte un secreto, de los muchos que encierra esta majestuosa construcción, la más grande de su tipo.

Dos de las figuras son robóticas parlantes, Plácido Domingo y Aleks Syntek, quien te canta Sexo, pudor y lágrimas, mientras parece moverse, aunque esto realmente se logra por la técnica de video mapping.

En la sala de toreros hay un pequeño espacio que puede pasar desapercibido, como si fuera una salida de emergencia por la reja con candado que se alcanza a ver, pero efectivamente es el lugar que recrea el momento donde ellos se encomiendan delante de un altar antes de entrar al ruedo.

El Chavo del Ocho, el Grillito Cantor y los Beatles son de los privilegiados que se ubican en salones particulares. El cuarteto británico fue removido del paso de la escalera porque la afluencia por verlos provocaba “embotellamientos peatonales”.

Sin duda, querrás medirte en estatura con quienes han marcado pauta en la escena nacional o internacional, por ejemplo, Charles Chaplin es de los más pequeños o Vicente Fox de los más altos, que sobresale en la sala de mandatarios, una de las 14 del museo .

Observar cada una de las réplicas bien puede llevar cinco minutos pero la admiración por el trabajo que realizan los profesionales expertos en ceriescultura -la mayoría egresados de la Escuela Nacional de Artes Plásticas- te hace pensar mucho más tiempo, en el ojo crítico que no pierde detalle para que te llenes de asombro a cada paso que das.

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