ALFONSO REYES DOS

Resulta difícil hablar de Alfonso Reyes sin recurrir a algunas hipérboles. Son especialmente significativas aquellas que se refieren a la imposibilidad física de su lectura: «inabarcable», se ha dicho, por ejemplo. Y la manera en que se publican volúmenes para ensanchar su bibliografía perece ser una manera de validar el adjetivo. De 2010 a la fecha han aparecido cinco de los siete tomos correspondientes a su Diario. Sus editores lo han definido como el «testimonio monumental de la vida íntima, literaria, diplomática, política y académica del gran humanista regiomontano». Y eso será verdad en la medida en que entendamos «monumental» teniendo en mente solo dos de los siguientes méritos:

  1. el esfuerzo que representa la coordinación de ocho instituciones (la UNAM, El Colegio Nacional, El Colegio de México, la UANL, Conaculta, la Academia Mexicana de la Lengua, la UAM y el FCE) y las labores de edición de un número igual de especialistas: Alfonso Rangel Guerra, Adolfo Castañón, Jorge Ruedas de la Serna, Alberto Enríquez Perea, Javier Garciadiego Dantan, Víctor Díaz Arciniega, Fernando Curiel Defossé y Belem Clark de Lara;
  2. el valor que, en términos historiográficos, de investigación literaria y de puntaje académico, representa tener al alcance de la mano los quince cuadernos donde Reyes había llevado un registro minucioso de su vida entre 1911 y 1959;
  3. un libro avasallador, importante, imponente, en el sentido humano y literario.

A todas luces el Diario es una esmerada edición crítica –unas 2,240 páginas hasta el momento– que sigue con puntualidad los manuscritos de Reyes y que consigna en su abultado aparato de notas toda clase de explicaciones (algunas más pertinentes que otras). En el número de agosto de Letras Libresdetallo por qué esta edición puede servir no solo para discutir el papel del editor de un diario sino la manera en que hemos estado publicando (y leyendo) a Reyes.

Una vez resignados a que el lector profano no encontrará entrada tras entrada la riquísima prosa de Reyes, pero tampoco miradas constantes a su vida íntima ni un descenso a su mundo interior, que no habrá en estas páginas un retrato penetrante, o al menos indiscreto, de la vida literaria de la época ni las reflexiones sobre el arte o los Altos Asuntos que podrían trazar una suerte de autobiografía intelectual, ¿para qué leer este Diario?

Aventuro tres posibilidades:

  1. Para hallar, después de una exhaustiva búsqueda y tomándonos algunas libertades interpretativas, aquello que siempre buscamos en los diarios literarios. Por ejemplo, el retrato de un autor durante su proceso de escritura. En el caso de Reyes podríamos asegurar que los pasos seguidos para escribirCapítulos de literatura española según las entradas de finales de marzo y principios de abril de 1938, fueron los siguientes:

Lunes: «Concluí anoche de organizar la serie Capítulos de literatura española, con la que estoy trabajando desde ayer, después del cine, y hoy desde las 5 a. m.» Martes: «Trabajando desde las 5 a. m. en mis capítulos de historia de la literatura española.» Miércoles: «Antes de las 4 a. m. me levanto a trabajar en mis Capítulos. […] Trabajo nocturno: Literatura españolaLunes siguiente: «Trabajé en libro de Capítulos de literatura española hasta cuatro y media madrugada.» Martes: «Trabajo enCapítulos de literatura española.» Miércoles: «Capítulos de literatura españolaMartes siguiente: «Sigo con los Capítulos de literatura española, muy adelantado. […] De noche, acabé de copiar Capítulos de literatura española: primera serie.»

Que es, si sabemos leer con ironía, una prefiguración de aquel original informe que la matemática Julia Robinson presentó acerca de su trabajo semanal en el laboratorio de estadística de la Universidad de Berkeley (a donde había ido a parar debido a las políticas sexistas de la institución):

Lunes, intento demostrar un teorema. Martes, intento demostrar un teorema. Miércoles, intento demostrar un teorema. Jueves, intento demostrar un teorema. Viernes: teorema falso.

  1. Para intervenir, intoxicados de experimentación, muchas de sus entradas y encontrar en el ejercicio una versión revitalizada de Reyes. Así, algunos momentos propios de un señor conservador pueden terminar convertidos en poesía contemporánea:

1 de agosto de 1933
La terrible crisis de la salud
(persiste en el sexo).
Los cuidados médicos.
Las malas noches.
Estados de furor.
Arreglos de oficina para dejar
A De la Lama
De encargado de negocios
Ad interim.
La compañía de los Aguirre.
La eterna memoria que no se acaba de copiar.

  1. Para convencernos, página tras página, de que se trata de una obra valiosísima que, sin embargo, difícilmente recomendaríamos a un amigo.

ALFONSO REYES

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