La Virgen de Candelaria de Socoltenango: El Santuario Mariano más antiguo de Chiapas
Texto del Antrop. Juan Martín Coronel Lara
Fotografías: Diana Pérez Aguilar
A mi maestra Dolores Aramoni
Es el 2 febrero en Socoltenango Chiapas, un pequeño pueblo de alrededor de 10,000 habitantes ubicado cerca de la frontera con Guatemala y a pocos kilómetros de la ciudad de Comitán. Esta localidad, en el que gran parte de sus habitantes se dedica a las labores propias del cultivo de la caña de azúcar, recibe en este día decenas y decenas de peregrinos que llegan a venerar una hermosa talla, tristemente mal restaurada, de la Virgen de Candelaria, que para nada corresponde con el sencillo templo en el que se ubica y que aún guarda muchos elementos arquitectónicos de la época colonial y del siglo decimonónico.
La historia de la Virgen de Candelaria de Socoltenango se antoja interesante: con sus cerca de 460 años, se constituye en el culto de más larga data de que se tenga registros en el estado de Chiapas, su santuario, como desde el siglo XVI, sigue siendo un recinto mariano de importancia en la región. Una devoción chiapaneca muy destacada que hunde sus raíces en los primeros años del cristianismo en esta región maya.
Copanaguastla: el origen del culto
La historia de esta Virgen inicia a pocos kilómetros de Socoltenango, en Copanaguastla, un antiguo asentamiento de indios tseltales, ahora extinto. Copanaguastla, era, a la llegada de los españoles, el cacicazgo más importante de la provincia de Los Llanos. Este hecho influyó sin duda para que los dominicos, quienes se encargaron desde su llegada en 1545 de la labor catequizadora en la mayor parte de la provincia de Chiapa, establecieran en Copanaguastla un convento para evangelizar a los indios tseltales, tsotsiles, cabiles y coxohes -todos del tronco mayance- que poblaban la región.
Copanaguastla fue durante los años siguientes uno de los pueblos de indios más prósperos de la provincia. Además de estar situado sobre el Camino Real que unía a la Audiencia de Guatemala con la Nueva España y de poseer fértiles tierras (el pueblo se ubicaba en las cálidas tierras del Valle del Grijalva), era un asentamiento con un alto número de habitantes. A fines del siglo XVI, era el cuarto pueblo de Chiapas por el número de tributarios. Grosso modo este contexto prevalecía en la región cuando el 2 de febrero de 1561 se fundó en el pueblo una cofradía dedicada a la Virgen del Rosario iniciándose de esta manera su veneración.
Aunque lamentablemente desconocemos los factores que incidieron en la propagación de la devoción a la imagen, la que llegaría inclusive más allá de la provincia de Chiapa, es probable que la ubicación privilegiada de Copanaguastla sobre una ruta muy transitada, aunada a su importancia religiosa (al ser sede conventual), favorecieran la rápida expansión del culto. Lo cierto es que, según algunos historiadores, a fines del siglo XVI, la imagen de la Virgen del Rosario era ya una de las más famosas en el obispado de Chiapa. No obstante, el siglo XVII le daría un giro a su historia.
Una serie de epidemias, anunciadas ya desde el siglo XVI, ocasionaron una catástrofe demográfica en la región. Entre 1600 y 1601 una peste ocasionó que un tercio de la población de Copanaguastla muriera. Fue, sin embargo, la epidemia de 1617 la que más afectó a los indios. Por aquellos años la fama de “milagrosa” que caracterizaba a la Virgen se habría acentuado. A decir de algunos estudiosos “la imagen mariana congregó a muchos indios de diferentes lugares durante la epidemia de 1617. Los casos milagrosos que se le atribuían iban en aumento.
No obstante, algunos religiosos no dudaron en calificar aquellas calamidades como “castigo divino” debido a la “idolatría” que los indios tseltales seguían practicando a escondidas. En efecto, un dominico descubrió que detrás de la imagen de la Virgen del Rosario se ocultaba la efigie de una divinidad mesoamericana a la que los indios aun rendían culto. Lo cierto es que estos sucesos devastaron irremediablemente al pueblo de Copanaguastla a tal grado que el número de habitantes había disminuido drásticamente. La antaño populosa Copanaguastla se hallaba ahora en ruinas y a los religiosos ya no les agradaba seguir manteniendo allí su sede conventual: voltearon los ojos a Socoltenango.
El traslado de la Virgen del Rosario a Socoltenango
En 1629 el convento dominico fue trasladado 10 kilómetros al noreste y 300 metros cuesta arriba, en las laderas del Altiplano Central chiapaneco, al pueblo de Socoltenango. Socoltenango surgió como pueblo de indios de lengua tseltal, a mediados del siglo XVI, y aunque en principio fue un asentamiento modesto como muchos otros en el obispado, dependiente en la administración religiosa al priorato de Copanaguastla, resistió con más éxito las epidemias que diezmaron la sede, de manera que adquirió más relevancia al trasladarse allí el convento y con ello la afamada imagen de la Virgen del Rosario.
Pero ¿en qué año se efectuó el traslado de la imagen? Existen disensos por parte de los investigadores, algunos señalan que tuvo lugar alrededor de 1630; otros más indican que fue a mediados del siglo XVII (al parecer todos los enseres del convento fueron trasladados a Socoltenango en 1645); mientras que una tercera opinión dice que se realizó en 1666. Como haya sido, Socoltenango heredó una escultura mariana famosa por el carácter de milagrosa que indios y españoles le atribuían. Copanaguastla, mientras tanto siguió existiendo arruinada hasta finales de siglo cuando quedó totalmente abandonada.
El traslado no significó un detrimento de la devoción mariana, al contrario, a lo largo de este siglo el culto se consolidó en gran parte de la provincia. A mediados de esta centuria “la milagrosa imagen era bien conocida en toda la región del sur de México y Guatemala, y sabemos que asumía la sublime posición de santa tutelar de la jerarquía divina de los santos patronos de las parroquias de Chiapas”. Entre 1672 y 1699 la Virgen del Rosario había obrado una serie de milagros a indios de todas las partes de la provincia (tseltales, tsotsiles, tojolabales, cabiles y chiapanecas). Otros casos se presentaron más allá del obispado en el Soconusco, en Huehuetenango y hasta en la Península de Yucatán.
En Socoltenango mientras tanto la Virgen del Rosario desplazó a la Santa Cruz, la patrona original. Que la Virgen era muy afamada también lo comprueban los vínculos rituales que se establecieron entre Socoltenango y Comitán por iniciativa de los segundos. En efecto, en 1668 luego de que San Nicolás Tolentino menguara una epidemia que afectó ese año a Comitán, los vecinos de este último pueblo buscaron establecer “visitas religiosas” entre ambas imágenes, vínculo que continuo hasta el siglo XIX. En tanto el cronista dominico Francisco Xímenez quien describió la manera en que se celebraban las solemnidades de la Virgen menciona al respecto que dicha fiesta “se hace con grandísimo concurso de todas aquellas provincias.”
La devoción actual
Como antaño, cientos de peregrinos procedentes de diversas partes del estado de Chiapas acuden entre el 25 de enero y el 2 de febrero al santuario de la Virgen de Candelaria, ubicado en el centro de Socoltenango. Sus solemnidades incluyen, entradas de velas y flores, rezos, procesiones con una escultura vicaria y visitas al “ojo de agua”.
Los peregrinos, durante estos días, forman extensas filas para ascender a la parte trasera del camarín de la Virgen donde la acarician, la besan y le efectúan solicitudes. La imagen es una hermosa talla de 1.90 metros de altura que preside el altar mayor lamentablemente dañada por la mala restauración que ha recibido en muchas ocasiones. Por sus dimensiones se trata de una escultura única en el estado y sin duda es la misma que en el siglo XVI fue depositada por los dominicos en el convento de Copanaguastla.
El culto a la Virgen también incluye la visita a cuerpos de agua. Los peregrinos se trasladan a las afueras de Socoltenango para efectuar rituales en “La Poza de la Virgen”. Allí hay una serie de ojos de agua ahora convertidos en alberca donde la gente se baña y cercano a estas se localiza un cuerpo de agua enmallado, sitio que marca el lugar “donde la virgen se bañaba” frente a este hay una capilla con tres cruces donde la gente prende velas y efectúa discursos rituales. Se cree que el agua de la Poza tiene cualidades terapéuticas. Los peregrinos guardan este líquido en botellas para trasladarlas a sus lugares de origen. Un relato cuenta que antes la Virgen no se encontraba a gusto en Socoltenango y se regresaba a Copanaguastla. La gente iba por ella y la devolvía hasta que se acostumbró a su nueva morada. Sin embargo, de vez en cuando abandona su nicho para irse a bañar junto con su niño a la “Poza de la Virgen”.
El 2 de febrero es un día importante en toda la región, como cada año y siguiendo la costumbre de nuestros abuelos, los habitantes de Venustiano Carranza (la antigua san Bartolomé de Los Llanos) junto con los tseltales de Amatenango, Pinola y Aguacatenango conformaremos el contingente más numeroso de romeros. En todo caso si alrededor de 1617 fue descubierto detrás de la Virgen del Rosario el culto clandestino a un dios prehispánico, aquello no significó la aniquilación de la religión mesoamericana. Los Totikes de Carranza lo expresan claramente cuando se refieren a la romería que practican a Socoltenango. Barik ta Ch´ul na Me´tik : ¡VAMOS A LA CASA DE LA LUNA!
Para leer más del tema…
Aramoni Calderón, Dolores (2014). Los refugios de lo sagrado. Religiosidad, conflicto y resistencia entre los zoques de Chiapas. Tuxtla Gutiérrez: CONECULTA/Gobierno del Estado de Chiapas.
(2005). Visitas religiosas entre los pueblos de San Bartolomé de los Llanos y Socoltenango en el siglo XIX. Anuario de Estudios Indígenas, 10, 49-73.
Megged, Amos (2008). Cambio y persistencia. La religión indígena en Chiapas, 1521-1680. México: CIESAS/University of Haifa.
Ochiai Kazuyasu (1985). Cuando los santos vienen marchando. Rituales públicos intercomunitarios tzotziles. San Cristóbal de Las Casas: Centro de Estudios Indígenas/UNACH.
Ruz, Mario Humberto (1985). Copanaguastla en un espejo. Un pueblo tzeltal en el virreinato. San Cristóbal de Las Casas: Centro de Estudios Indígenas/UNACH.
Fotos: Diana Pérez Aguilar
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