Algún día, aquí todos estaremos muertos

Algún día, aquí todos estaremos muertos
Foto: Erika Valdes

Por Erika Valdes

«El día que te mueras no va a haber frío y toda tu familia va a andar en el jelengue de irse a Pátzcuaro para comprarse ropa para la fiesta del tata Cristo. Ese mero día voy a venir por ti, pero orita no te preocupes…»  Aquí todos estamos muertos, José Luis Trueba Lara.

Durante mi infancia tuxtleca, fui de las niñas afortunadas que cada primero de noviembre salía a pedir la tradicional «calabacita tía» con mis primos por las calles de Tuxtla. Los disfraces improvisados en su mayoría a falta de «tiendas oficiales de disfraces», eran vistie londonos  con algo negro, rojo o blanco. Ropa que estaba por salir del closet para convertirse en franela todo uso de cocina. Nos convertiamos en «almitas», diablos, catrinas o en un jorobado un poco chueco con ayuda de un almohadón y con maquillaje de mamá.  Nuestro tradicional barrio «La Pimienta» se alistaba con frutas y dulces.

Mi tía, la que nos animaba a salir e incluso se disfrazada y entraba en el juego con nosotros era de Tonalá, dónde el cantadito para pedir dulces era marcado y necesario.

De la canción (muy larga y dónde el que da dulces también debe responder) solo recuerdo la primer parte que aún cantamos los últimos años cuando ya salíamos primos adultos disfrazados cuidando a mis sobrinos:

«Somos angelitos del cielo bajamos

Pidiendo calabaza para que comamos

No queremos vino, tampoco cerveza

Lo que queremos es lo que hay en la mesa…

Calabacita tía»

Y ansiosos poníamos nuestra bolsa o bote para que dejarán caer los dulces y frutas.

Nos cruzábamos con otros grupitos de niños disfrazados acompañados de sus padres, tíos o abuelos.

Hubo un año donde un vecino nos dio una vara completa de caña para todos los primos ( éramos como 5) y nos dijo «ahí se la reparten». Y entonces caminamos todavía unas cuadras más cargando la caña.

En mi adolescencia, saque el vestido de xv años que solo me había puesto una vez para ser una «muerta». Me tocó un año quedarme en casa de mi tía para dar los dulces y llegó un niño vestido de mazorca a pedirnos dulces.

O la vez que un vecino empezó a cantar la canción completa y nosotros no supimos cómo contestar(Aún estoy buscando la letra completa del canto)

Hay mucho que contar sobre esa época donde día de muertos era solo sobre los dulces y disfraces. Crecemos para darnos cuenta que también es sobre recordar a la familia que se fue, (a otro plano, según la tradición católica). Hacer el altar cuando ya perdimos a un familiar o una mascota le da cierta paz al corazón.

Los días de muertos siempre han sido de mis favoritos, comer pan de muerto (aunque lo compramos en la tienda) y la calabaza en dulce hecha por mi mamá. Por estas fechas fue que empecé mi noviazgo que terminó en boda justo un 30 de octubre, y para mayor coincidencia, mi suegro, Papá José, cumplía años el dia 2 de noviembre y si el maratón empezaba desde hacer el altar el día 29 de octubre terminabamos con comida familiar el día 2 de noviembre.

Otra tradición que en mi vida citadina ignoraba era la responsabilidad de ayudar a poner la ofrenda en casa de la familia política. Cuando ya llevaba varios años con mi novio, al acercarse estas fechas, mi abuela (de Villaflores) me dijo:

«¿Y ya fuiste a casa de tus suegros a ayudar a poner la ofrenda?»

Me quedé sorprendida y todavía remató «si ya son novios formales debes ir a ayudar a tu suegra con su ofrenda, a cortar las flores o hacer el papel picado»

Y pues casi casi mi abuela ya me estaba mandando a hacer altar en casa ajena.

En casa se ponía la ofrenda para mis abuelos maternos, Sara y  Juan, mi abuelo Rubén, mi tío Osvaldo (con todo y su hurón en la foto que falleció meses después que él) y mi bisabuela Rosa. El toque de nuestra ofrenda era dejarles también un libro… Mi abuelo Juan y mi abuelo Ruben fueron grandes lectores.

Todos estos recuerdos volvieron a mi gracias a una lectura muy acordé al día de muertos:

«Aquí todos estamos muertos» de José Luis Trueba Lara nos cuenta 13 historias de diablos, la muerte, seres del infierno mexicano, alguna que otra bruja y nahual. De la tradición oral indígena, combinada con investigación antropológica y escrita de manera cuidadosa para mejorar el entendimiento de cada historia.

Las culturas mexicanas a las que refiere son:

Maya, purépecha(Michoacán), tepetahuana (Durango),guarijia (Chihuahua y Sonora), jñähñu(Hidalgo) , chinateca(Oaxaca), nahua y teenek (San Luis Potosí, Veracruz, Tamaulipas).

Una lectura «ligerita» para emocionarnos y vivir las fiestas de días de muertos, recordando a esas noches en el rancho,  mientras los tíos contaban historias de charros con espuelas de plata que se aparecían en el monte, ofreciendo riquezas a cambio de nuestras almas…

Y así tener presente que

«Algún día, aquí todos estaremos muertos»

LECTURAS SUGERIDAS :

-AQUI TODOS ESTAMOS MUERTOS

JOSE LUIS TRUEBA LARA

EDITORIAL CASTILLLO

$232.00

 

-UN HUIPIL PARA LA MUERTE

ESMERALDA RIOS

EDITORIAL ARTES DE MEXICO

$150.00

 

-SUPERNATURALIA

NORMA MUÑOZ LEDO

EDITORIAL SANTILLANA

$198.00

 

-BESTIARIO DE SERES FANTÁSTICOS MEXICANOS

NORMA MUÑOZ LEDO / ISRAEL BARON

EDITORIAL FCE

$140.00

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