El Paria Mexicano, narrar la guerra desde otra trinchera

Por Adriana Vargas
Al leer las páginas de El Paria Mexicano, es inevitable recordar que durante el sexenio de Felipe Calderón vivimos los peores episodios de violencia en la historia reciente del norte de México. La Comarca Lagunera se sumió en una nube negra, donde por igual padecieron la violencia periodistas, estudiantes, gente muy joven, madres de familia y casi todos, o la mayoría, conocimos a alguien cercano cuya historia familiar y personal quedó marcada por esa época.

En mi caso, no puedo dejar de mencionar el recuerdo triste de la muerte de Eliseo Barrón, reportero de policiaca de Milenio, que nos cimbró a muchos colegas en el 2009, el suyo fue el primero de una larga lista de asesinatos a periodistas en México (más de 120 desde el año 2000).

En esta guerra emprendida contra el narcotráfico, compartimos titulares y primeras planas con Monterrey, es inolvidable el atentado al casino Royale en 2011 o el asesinato de dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey en 2010, que primero fueron reconocidos como sicarios por las autoridades. Y qué decir de nuestros muertos, en La Laguna, y de los miles de desaparecidos y la constante búsqueda de restos humanos que el Grupo VIDA ha emprendido en esta región, para no permitirnos olvidar, que esa historia reciente aún sigue cobrando su factura.

Sé que Luciano Campos, periodista y corresponsal de la revista Proceso por 20 años, vivió de cerca esos momentos en que el trabajo periodístico se volvió todavía más peligroso. Su contacto con esa realidad, inevitablemente influyó en la creación de esta gran pieza narrativa, una novela de largo aliento, que según me contó, tardó 8 años en publicar; y que sin duda se convierte en, hasta ahora, su obra maestra literaria.

Aunque los hechos que narra son producto de la ficción, el autor no deja de mezclar esa narrativa con la realidad. La historia que nos cuenta a través de 20 capítulos y 365 páginas, nos permite asomarnos al otro lado de la moneda, pues regularmente hemos conocido a través de libros, reportajes, documentales, etc. la terrible travesía que han vivido las víctimas de la violencia y sus familiares en estos años recientes.

Pero Luciano decidió escudriñar, a través de la imaginación y de otros recursos periodísticos, en la vida de un soldado: Román, el protagonista de esta historia, quien regresa a casa en Guadalupe Nuevo León; después de una desastrosa misión en el bosque que como militar vivió al lado de su compañero de oficio: Pilar; y que le dejó terrible secuelas que debe enfrentar, reconociendo además, que su entorno familiar ya no es el mismo, y que la catástrofe social producto de esos años se extendió hasta lo más hondo: hasta la intimidad de los hogares, la vida en los barrios, los negocios sucios y la desintegración familiar.

En sus descripciones sobre la actividad militar, Luciano no esconde la crudeza y el nivel de violencia que existe en ambos bandos: sicarios y soldados. Cito:

 “Román recordó que, en la preparación teórica que llevaron en el cuartel, les hablaron de la escalada simétrica, con la que los bandos de la sociedad, hombres dentro y fuera de la ley, buscaban superar a los rivales. Los delincuentes en un lado, pegaban fuerte, y los soldados, en otro pegaban más fuerte. Había que subir un escalón, siempre, sin pedir clemencia. Y así respondía los enemigos”. (P. 23)

Llama la atención también cómo el autor describe la vida onerosa que se daban funcionarios del gobierno, mientras en el campo mexicano crecía la pobreza. Cito de  nuevo:

“El gobernador Pineda González presidía esas reuniones en las salas de sillones acojinados, en las que los subalternos, en las discusiones, disfrutaban de los breakes para degustar banquetes que solicitaban a los grumetes de los restaurantes de categoría (…) En cambio en las rancherías del sur de Nuevo León, y en las olvidadas poblaciones que pervivían con actividad pecuaria y agrícola, la prioridad era comer para subsistir. Los ganados flaqueaban y no morían de sed, pero sí de hambre por la falta de cosechas”. (p.172)

El lenguaje de sus personajes es directo, al grano, algo que nos es común a los del norte. La historia que se cuenta en los capítulos pares del libro, la de su hogar, su hermana y el descompuesto entorno social, toca temas como la corrupción religiosa y la pobreza. Hay deseo, relaciones amorosas, olor a traición y deudas por pagar.

La novela es un continuo juego con el tiempo, porque en los capítulos nones cuenta las hazañas militares y también porque con frecuencia viaja a los distintos momentos de esa línea de tiempo ocurrido, dejándonos en suspenso para después entregarnos una realidad, no sobrada de crudeza.

Los recuerdos del personaje que salen a relucir constantemente: son los de su mamá, la extraña y muy cercana relación con su hermana y todo lo vivido en la campaña militar, donde la tortura, la saña y el horror son parte de esta historia.

No me queda más que felicitar a Luciano Campos por esta novela, como le dije antes, de largo aliento, donde no juzga, sólo expone una realidad quizás poco explorada con anterioridad: la vida detrás de un soldado profundamente afectado por esa guerra que aún nos sigue doliendo a todos.
EL PARIA MEXICANO (Ediciones Proceso, 2018) está a la venta en librerías de todo el país.

Paria portada editada
Por Emilio Vásquez.

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