¿Miedo al embarazo o a una enfermedad de transmisión sexual?; dilema en el inicio de la actividad sexual en jóvenes migrantes de los Altos de Chiapas

Los jóvenes hablantes de lengua indígena muestran una entrada a la vida reproductiva más temprana en comparación con las no indígenas. Cortesía: SECTUR.

*Reartes documentó cómo los procesos migratorios colocan a la población indígena juvenil en situaciones y contextos que pueden limitar su capacidad para prevenir embarazos e infecciones de transmisión sexual. Las experiencias de socialización en los lugares de destino hacen más complicada las representaciones y prácticas juveniles en cuanto a la sexualidad y la reproducción.


Diana Reartes, antropóloga social e incorporada al Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina (IPECAL), realizó una investigación desarrollada en los Altos de Chiapas, analizó las implicaciones del proceso migratorio interno y/o internacional de jóvenes mujeres y varones tsotsiles en el ámbito de la sexualidad y la reproducción.

La antropóloga compartió que, Graciela Freyermunth y M.C. Manca, encontraron que la migración a San Cristóbal de Las Casas desde Chamula y Chenalhó aumentaba la edad del inicio sexual, haciendo más tardío la edad del primer embarazo, así como el retraso en crear una familia.

Es así como, los procesos migratorios implican cambios en el modo en que las jóvenes vivencian el cuerpo y la sexualidad, crean una combinación de elementos tradicionales de los roles femeninos con nuevos elementos distintivos de la sociedad mestiza, que son vistos como prácticas juveniles emergentes.

Por lo anterior, la migración puede implicar consecuencias negativas, en especial para las mujeres, pues su reputación puede ser dañada, cuando una mujer soltera y virgen migra, el cuidado no puede realizarse, generando desconfianza sobre su comportamiento y la desacredita como candidata al casamiento.

En los varones, la migración es el espacio donde con frecuencia se da lugar a la iniciación sexual, lejos de las normas comunitarias, se da en un principio con trabajadoras de sexo comercial (TSC) y sin el uso de métodos de protección.

Por otra parte, la inserción de adolescentes y jóvenes indígenas migrantes como ficheras en bares, restaurantes y cantinas en San Cristóbal de Las Casas, señala a que realicen trabajo sexual y estén expuestas a situaciones de violencia y alcoholismo. En lo que refiere al Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)-Sida, en la región fronteriza los jóvenes, estigmatizan a las personas que migran de sus comunidades, asociándolos con la propagación de esta.

Reartes, realizó entrevistas para la recopilación de información, entrevistó a ocho estudiantes de educación superior, cinco varones y tres mujeres, sus edades estaban entre los 21 y los 23 años. Todos eran solteros y sin hijos, a excepción de una joven.

En lo que respecta a los trabajadores, entrevisto a 7, de estos cuatro eran varones y tres mujeres, sus edades estaban entre los 17 y 23 años. Dos se encontraban unidos, cuatro eran solteros y una joven estaba separada. Un varón tenía dos hijos y una de las jóvenes tenía uno.

Asimismo, se desempeñaban en tareas de baja remuneración, trabajando como cocineras, empleadas domésticas, meseros y personal de seguridad privada. El grupo de jóvenes que recién regresaban de Estados Unidos estuvo conformado por siete varones y cuatro mujeres; presentaban un bajo nivel educativo, la mayoría no sobrepasaba los estudios de primaria.

Además, de los 11, nueve se encontraban unidos y/o casados, a excepción de una mujer, todas tenían hijos. Todos los entrevistados eran hablantes de lenguas indígenas como es el tsotsil y tseltal, pero tenían al español como su segunda lengua.

Los estudiantes y trabajadores que migraron a San Cristóbal de las Casas presentan necesidades diferenciales de información y disponibilidad de métodos de prevención. Cortesía: Más de MX.

La investigadora encontró que, las primeras relaciones de noviazgo que establecen los jóvenes tsotsiles, se dieron en la escuela de sus comunidades de origen, y se disolvieron al finalizar el ciclo escolar. Uno o ambos integrantes de la pareja se trasladaron a otro lugar para continuar sus estudios.

En la mayoría de los casos, la ciudad elegida fue San Cristóbal, por lo cercano a sus lugares de origen, por la gran oferta educativa que tiene, la facilidad para conseguir trabajo complementario, por la existencia de familiares, amigos u organizaciones que apoyan la estancia en la ciudad.

También, notó en el caso de las jóvenes que, el deseo de trasladarse a alguna ciudad para continuar sus estudios fue una de las principales motivaciones para no estar novias o formalizar la relación. Sin embargo, los primeros meses en la ciudad se marcan por soledad y tristeza, en muchos casos derivado del poco o nulo dominio del español, como el aislamiento por trabajar.

En el caso de las empleadas domésticas, por ser recluidas en la casa donde trabajan, el escasa establecimiento de relaciones de amistad y de noviazgo, se da poco a poco en el espacio educativo o laboral. Los varones manifestaron la posibilidad de experimentar más cantidad y variedad de vínculos afectivo-sexuales en el contexto de la ciudad que en la comunidad.

A su vez, la investigadora compartió que, al migrar a San Cristóbal, los jóvenes se enfrentan con dudas y dilemas, en la toma de decisiones en aspectos vinculados con su ejercicio sexual, como es cuando iniciar la vida sexual, adoptar medidas para evitar un embarazo, en algunos casos que acciones realizar para interrumpirlo. Para la mayoría el inicio sexual se dio en la ciudad y dentro de relaciones de noviazgo, el uso del condón no se encuentra generalizado ni es sistemático.

Respecto a los que migraron a Estados Unidos, dentro del grupo de jóvenes originarios de Chamula, encontró diferencias en cuanto al género. Los varones iniciaron su vida sexual antes de migrar, en algunos sucedió en su comunidad de origen, en el marco de una unión y otros en San Cristóbal de las Casas; para las jóvenes se dio en los Estados Unidos cuando se unieron, dado que no se utilizó ningún método anticonceptivo, siguió un embarazo.

La migración no sólo implica tránsito a otros espacios sino el pasaje al mundo de la adultez, en la que se convierten en profesionales, madre o padre. Cortesía: ELIGERED.

La antropóloga compartió que, para los jóvenes estudiantes y trabajadores en San Cristóbal, los riesgos de la actividad sexual están en la probabilidad de un embarazo y no tanto en la adquisición de una Infección de Transmisión Sexual (ITS). Para los estudiantes, el embarazo es un peligro, en particular para las jóvenes, pues truncaría sus proyectos de estudios.

“Ella me llamaba la atención, que me cuidara mucho, que no me exponga a problemas que después traen consecuencias, que después lo voy a lamentar por no pensar bien, ‘debes de cuidarte mucho’, me decía y eso lo obedecía porque no puedo defraudar esa confianza que ella me ha dado siempre.” Dijo Juan, uno de los entrevistados, respecto a su mamá.

Además, respecto al tema del noviazgo a distancia, fue frecuente entre algunos estudiantes, mientras la pareja permanecía en la comunidad o en otra ciudad, el distanciamiento, las visitas y encuentros cada cierto tiempo las estrategias de protección, son utilizar condón o el coito interrumpido. En estas relaciones surgen problemáticas de desconfianza, celos, la existencia de encuentros sexuales ocasionales y el mantenimiento de relaciones paralelas.

Con relación a lo anterior, si se produce un embarazo, tratándose de una joven que estudia en la ciudad y su novio vive en otro lugar, el varón puede no asumir la responsabilidad, alegando la lejanía, con la supuesta posibilidad de que la joven haya mantenido relaciones con otra persona, y la desprotección de la familia considerado el mal comportamiento.

Reartes, añadió que, frente a una situación de embarazo existen alternativas desde intentos de interrupción fallidos, aborto, unión impuesta, no unión, regreso de la joven a la comunidad con la consiguiente deserción escolar, no unión y continuación de estudios, la crianza del niño por parte de los abuelos maternos o la ayuda de un familiar cercano que se traslada a la ciudad para apoyar a la joven.

“No nos hicimos ni novios, nada… estaba bien perdida, bien loca, no sabía qué estaba haciendo, ya pasaron las cosas, ¡Qué hice!, como que fue muy rápido”, expresó Candelaria.

Asimismo, la baja percepción personal y grupal frente a riesgos de ITS y VIH-Sida es favorecida entre los jóvenes estudiantes y trabajadores que van a San Cristóbal, ya sea por el inicio de relaciones sexuales con personas de su comunidad o de alguna etnia como supuesta estrategia de prevención, garantía de protección o reducción del daño.

“Saliendo de la comunidad es diferente, yo pienso… ya es muy diferente, ya estando en una ciudad pues te contagias de lo que sea.”, dijo Eli.

El uso del condón no siempre es aplicado entre los estudiantes, depende mucho del tipo de pareja y de las condiciones en que se da el encuentro sexual. Entre los jóvenes que tienen relaciones sexuales con jóvenes extranjeras su uso parece estar motivado por las jóvenes, pero también por el tipo de relación que suele ser temporal, mencionó la investigadora.

Por último, casi todos los jóvenes, el riesgo de contraer VIH-Sida está asociado al sexo servicio. En el caso de los jóvenes migrantes a los Estados Unidos la cercanía con esta práctica los inicia en el uso del condón a instancia de las trabajadoras sexuales, además si se suma el abuso del alcohol, las prácticas son más riesgosas.

“En el Norte agarré el vicio y seguido iba a tomar cervezas a lugares donde también puedes tener sexo”, comentó Lorenzo.

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