Mujeres indígenas pierden su autoestima, autonomía, cuerpo y emociones por discursos sociales e instituciones tradicionalistas

 Cortesía: Isaac Guzmán.

*La investigación, analiza la violencia desde la mirada, sentires y pensamientos de 14 mujeres de 15 años en adelante radicadas en San Cristóbal de Las Casas, con diferentes niveles de escolaridad, ocupación y estrato social.


 Desde la infancia y de formas violentas, las mujeres aprendieron lo que se espera de ellas, siendo una niña, joven, madre y esposa, y cómo no deben ejercer su sexualidad, indica la investigación “El género en las experiencias de violencia de mujeres de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas” de Mariana Ruiz Gómez, antropóloga social por la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) y Juan Iván Martínez Ortega, académico del grupo Estudios de Género de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR).

San Cristóbal de Las Casas es el cuarto municipio más poblado de la entidad, el 30.9% de los hogares contaban con jefatura femenina según datos oficiales del 2015, lo colocó en el noveno lugar en este rubro. Mientras tanto, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), Chiapas tiene el 52.4% de prevalencia de violencia contra la mujer en el país, contrasta con lo documentado y denunciado por Organizaciones de la Sociedad Civil. Por ejemplo, en materia de feminicidios, el Observatorio Feminista contra la Violencia a las Mujeres registró 23 muertes violentas en diciembre de 2017, en meses anteriores fue de 25, 13, 17 y 20.

Como género, la condición de las mujeres es de subordinación, pero de acuerdo con la situación de cada una, esta puede variar en grado e intensidad. Cortesía: FRAYBA.

Otro estudio consultado por los investigadores, documenta que en María Auxiliadora y Santa Lucía, dos barrios que son considerados de mayor importancia en el municipio, el 70.1% de las mujeres encuestadas ha padecido algún tipo de violencia, al menos una vez en su vida, y 63.2% en el año previo al estudio, sobre este último, el 54.7% manifestaron haber experimentado violencia psicológica, 29.9% física, 26.5% sexual y 36.8% económica.

Los estudios citados por Ruiz Gómez y Martínez Ortega les mostró una problemática social de grandes dimensiones en el municipio.

Experiencias en la infancia

De acuerdo con los testimonios, experimentaron algún tipo de violencia desde edades tempranas al recibir golpes, insultos o regaños, el maltrato ocurría con objetos como cinturones, palos, cueros o utensilios. El espacio de mayor ocurrencia era la casa, solo una indicó que también en la escuela, y quiénes ejercían el acto eran los integrantes de su núcleo familiar, es decir, las personas responsables del cuidado.

La razón del maltrato es la reproducción transgeneracional de patrones de interacción padre-hijo, es decir, padres y madres tratan a sus hijas e hijos de la forma en que los trataron. Además, esta acción da lugar al maltrato psicológico, pues las entrevistadas manifestaron algunas emociones negativas como coraje, miedo, frustración y tristeza.

Uy, pues nada más llorar y llorar, siempre andaba yo triste pues. Ay, es que no sé qué decir, porque no nos quería por ser niñas (su padre), pues no nos quería porque éramos niñas y pues quería un hijo varón y pues qué se podía hacer, compartió Ernestina, empleada doméstica.

En el caso presentado por los especialistas, Ernestina y sus dos hermanas experimentaron la minusvaloración porque su padre quería un hijo y se los decía de manera constante.

También, desde la infancia se configuran los mandatos sociales que les corresponden, una práctica diferenciada y desigual a partir del sexo con el que nacen, esto se traduce en un trato distinto y desigual. Y, son claros cuando se trata de actividades.

Mi mamá nos enseña bien todo, a tortear, lavar, moler el maíz, hacer comida desde chicas, por eso ya sé bien pues, dijo Macaria, empleada doméstica.

La experiencia de género se conforma a partir de lo que hacen, al enseñarles y exigirles ciertas cosas porque la expectativa es que van a casarse, tener hijos y atender al marido. Aquí la violencia es el instrumento que se utiliza sobre ellas, cuando les indican que rol social les corresponde y las consecuencias en caso de quebrantarlo.

Pues desde chicas hay que saber hacer los oficios de la casa para cuando tengamos marido ya sabemos hacer algo, manifestó Ernestina, empleada doméstica.

Experiencias en la adolescencia

Un proceso natural, pero con significado cultural es la del periodo menstrual. Las entrevistadas, en especial las de mayor edad al tener por primera su periodo les generó sorpresa, desconocimiento y miedo, pero cuando las mujeres cercanas a ellas les explicaron lo vieron con naturalidad

 Tener con quién platicar esa experiencia pues te quita un poquito el miedo porque te das cuenta de que todas lo tenemos que vivir, compartió Catalina, empleada en una revista local.

En la juventud, hay un acercamiento amoroso con el sexo opuesto y la violencia se reconfiguró o acentuó sobre su sexualidad. Hay una intención de inhibir su ejercicio, por la posibilidad de un embarazo antes del matrimonio, al considerarlo fuera de la norma social, religiosa y civil, les produce miedo ser castigadas o maltratadas, lo que debilita su autonomía y autoestima.

 Lo que sí, era el miedo de decirle a mi papá de que estaba yo embarazada, y de hecho yo busqué un lugar así público para decirle, indicó Manuela, ama de casa.

Lo que deben ser cuando son jóvenes lo tenían claro: decente, recatada, mostrar respeto a sus padres, no acercarse a los hombres y no “salir embarazada”, si no se cumple con ello, el riesgo es ser violentada, en un inicio de manera física, aunque también afecta lo emocional y psicológico.

Experiencias como madre-esposa

 Foto: Ángeles Mariscal

En esta etapa, se dan dos tipos de relaciones: con sus hijos y su esposo. En la primera, algunas veces son ellas quienes perpetran la violencia y en la segunda, la mayoría son violentadas. Desde pequeñas, a varias les “enseñaron” cómo relacionarse con ellos, incluso hay un énfasis en que si había golpes, estos podrían ser justificados en determinadas circunstancia por el incumplimiento de sus deberes

Por eso decía pue’ mi mamá que tenemos que hacer el trabajito porque cuando se casa uno, no va a venir atrás nuestra mamá, y para que no se enoje el marido tenemos que saber ya solas cómo mantener pue’ el esposo, expresó Jovita, comerciante.

Cuando Ruiz Gómez y Martínez Ortega cuestionaron cuáles consideraban que eran los motivos por los que había conflictos con sus parejas, independiente de si derivaba en violencia o no, las respuestas más recurrentes fueron: alcoholismo, desobediencia, falta de confianza, problemas en el trabajo, infidelidades, inconvenientes con los hijos, falta de comunicación y complicaciones económicas.

En el matrimonio hay distinciones entre lo que puede y debe hacer cada uno, pero las esposas tienen la sensación de una menor libertad. Las enseñanzas en la infancia son expectativas y obligaciones con las que se tiene que cumplir de adulta, de lo contrario se vigila, cuestiona y sanciona.

Es la madre quien tiene la responsabilidad de las mujeres, de lo bueno o malo que les pueda pasar, las responsables son ellas de la educación de las hijas, Camelia, ama de casa.

Desde un enfoque social, consideran una obligación casi exclusiva de las madres es educar bien a su descendencia, la mayoría procura tener con sus hijas e hijos confianza, apoyo, comunicación, libertad sana y responsable. No obstante, a veces recurren a regaños y golpes leves.

En las experiencias de género, violencia y no, conforman los significados del ser mujer, un aspecto que resalta es que la mayoría lo relacionó con los roles tradicionales. Asimismo, la relación con sus esposos refleja una continuidad en las enseñanzas, en algunos casos vieron una ligera reconfiguración en la procuración de confianza y comunicación.

Los investigadores sugirieron con los testimonios que hay significados, representaciones, y autorepresentaciones que conforman el ser mujer, alimentado por discursos sociales e instituciones, que producen y reproducen hombres y mujeres con determinadas características, afectando su autoestima, autonomía, cuerpo y emociones. A la par, educan a los hombres a demostrando su masculinidad y valentía.

Por último, un aspecto que resalta el estudio, es que la mayoría de ellas buscan nuevas formas de relacionarse con sus hijos e hijas, brindándoles una mayor posibilidad de autodeterminación.

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