Bayunqueras y la transformación de sus espacios de venta a raíz de los cambio ferroviarios

Estación Tonalá, 1930. Fondo FNM, Sección Comisión de Avalúo e Inventarios. CEDIF, CNPPCF, Secretaría de Cultura

*El artículo muestra características generales de la actividad económica informal de las bayunqueras, identificación de la región y territorio de desempeño, así como el panorama de transformación de sus espacios de venta a raíz de los flujos de cambio en actividad del ferrocarril. 


En Chiapas, el Ferrocarril Panamericano contribuyó de manera potencial al desarrollo social y económico por la costa desde su fundación en 1902. Desde este tiempo, surgieron personajes sui generis que desempeñaban actividades comerciales urbanas informales como: cargadores, músicos, boleros, carretoneros y un gremio significativo de mujeres vendedoras de alimentos y productos variados, conocidas como “bayunqueras”, dio a conocer Valente Molina Pérez, doctor en Estudios Regionales.

Dichas mujeres, ofrecían sus productos a los viajeros ya fuese en los andenes, dentro de los carros, al pie de la vía desde la ventana, o durante un trayecto corto de viaje. Así mismo, la línea ferroviaria cambió un sistema tradicional de comunicación basado en caminos de herradura transitados por animales de silla, carruajes y carretas.

Esa línea de 450 kilómetros, brindó un servicio eficiente de traslado de personas y los tiempos de transporte se redujeron. Apareció un sistema interconectado de paradas y estaciones ferroviarias como nodos articuladores y lugares de interrelaciones sociales y económicas.

Molina Pérez explicó que el origen etimológico de la palabra bayunquera se ha construido como una adaptación de la antigua palabra bayuca, de origen español, que identificaba una actividad comercial.

En el ferrocarril Panamericano de Chiapas, estas mujeres podían verse en todo el corredor costero con más presencia en las estaciones de mayor confluencia, en los municipios de Arriaga, Tonalá y Tapachula.

Así pues, las bayunqueras eran mujeres de cualquier edad. Su atuendo era adecuado al calor costero: faldas y blusas frescas de algodón con estampados, huaraches o chanclas de hule, algunas usaban rebozo, envolviéndose la cabeza para protegerse del intenso sol.

Las más hábiles cargaban un canasto de chiquihuite en la cabeza, asentado en un pedazo de tela o un paliacate enrollado en forma de dona para equilibrarlo, detalló el investigador.

Por otro lado, indicó que se puede establecer hasta tres clasificaciones de estas vendedoras, a partir del tipo o variante de comercio que desarrollaban. Las que se dedicaban a la venta de comida de fácil manejo y de entrega práctica. Es decir, en pequeñas porciones y servida en papel, bolsas o cartones, ofrecidas en las corridas de día y noche. Podían vender desde el exterior a pie de vía y entregar en las ventanas del tren, o subir y recorrer el vagón ofreciendo en cada asiento.

Estación Pijijiapan, 1930. Fondo FNM, Sección Comisión de Avalúo e Inventarios. CEDIF, CNPPCF, Secretaría de Cultura.

Estas mujeres, iban y venían a casa para cargarse de más alimentos, que eran preparados por otros miembros de su familia o por ellas mismas. Eran identificadas por ir cargando uno o dos canastos tapados con un pedazo de tela, para conservar la temperatura de la comida preparada, o bien, alguna olla de barro con bebidas, agregó Molina Pérez.

De acuerdo con la cantidad de mercancía, las bayunqueras decidían de manera previa sí harían el viaje a la próxima estación para terminar su venta. Era entonces un ir y venir diario que no les costaba, pues ellas le pagaban al cobrador de la línea en especie con algo de comer, por lo que su presencia durante el viaje era vista, como un beneficio para los pasajeros.

Otro grupo eran las que vendían solo productos de granja, traspatio, procesados o del campo, no para consumir al momento. Por ejemplo, semillas en bolsas “kileadas”, plantas de ornato, aves de corral en pie, bolsas de pan o totopo, envoltorios de panela en hoja seca de maíz, chocolate en cajas, o mariscos frescos o bateas.

En concreto, eran productos que el viajero llevaba para regalar o para su consumo al llegar a su destino. Ofrecían en los andenes donde estaban los viajeros esperando, allí vendían la mayor parte y luego subían al tren para terminar su producto. Mucha gente de los pueblos las buscaba en las estaciones porque encontraban mejor precio que en los mercados.

También, había un tipo de bayunqueras que tomaba esta actividad como complementaria. En su mayoría pertenecían a familias de comunidades ribereñas de Tonalá, Arriaga, Pijijiapan o Mapastepec, en donde se dedicaban a la pesca en los ciclos de captura de mojarra y camarón. Al mismo tiempo, combinaban esta actividad primordial con reducidas ventas en las vías del tren. Sólo vendían dos o tres días o en los horarios en que llegaban los trenes de destinos más lejanos.

Estación Acapetahua, 1930. Fondo FNM, Sección Comisión de Avalúo e Inventarios. CEDIF, CNPPCF, Secretaría de Cultura.

Así mismo, el investigador dijo que hay testimonios de intercambios con base en el valor igualitario de las mercancías, es decir, el trueque. En el caso de que existieran productos que a ellas les interesara tener, para vender después con más valor y obtener una ganancia.

(…) cuando venían las bayunqueras, estas señoras vendiendo pollo, vendiendo plátano guineo, queso, pan y todo eso… lo que se traían del pueblo, de allá de Acapetahua pues como no tenía dinero aquí la gente lo que hacían cambiar su producto con el producto de ellas… Y ya se quedaba su azúcar, su arroz, su frijol, su café, su maíz, y ya ellas se llevaban el pescado, camarón y todo y de esa forma podían ellos sobrevivir (…), reafirmó un habitante de La Palma, comunidad ribereña de Acapetahua.

Decadencia del oficio

Estación Tapachula, 1930. Fondo FNM, Sección Comisión de Avalúo e Inventarios. CEDIF, CNPPCF, Secretaría de Cultura.

Con la entrada de Ferrocarriles Nacionales de México (FNM) en 1937, el transporte de mercancías se mantuvo, pero no así el de pasajeros. Las bayunqueras no vendían en los carros Pullman que estuvieron poco tiempo en el ferrocarril de Chiapas, puesto que traían restaurante.

Ellas preferían los carros de pasajeros de segunda y tercera clase en donde, de manera notable se redujo el pasaje entre 1940 a 1960, porque las líneas de camiones tenían más auge y clientes, con la nueva carretera costera de asfalto inaugurada en 1964.

Para 1975, hubo una notable reducción en la presencia de las bayunqueras, debido a la suspensión de 80% del servicio de pasajeros del ferrocarril. Se retiraron varios carros y la mitad de los trabajadores fueron liquidados, además, se reprogramaron las salidas para pasajeros a un viaje cada dos días de Arriaga-Tapachula y viceversa, y cada tercer día una salida a Salina Cruz, expuso el investigador.

Las bayunqueras optaron por cambiar su actividad a las calles, mercados y centrales camioneras. Muy pocas se quedaron en las estaciones ferroviarias esperando a los esporádicos vagones de pasajeros.

Aunado a ello, con la privatización de esa línea en agosto de 1999, cuando la Secretaría de Comunicaciones y Transporte (SCT) otorgó la concesión por treinta años al consorcio estadounidense Genesee & Wyoming Inc. a través de su empresa Chiapas-Mayab S.A. de C.V., anuló el servicio de pasajeros, para ser solo de carga.

Estas mujeres se alejaron por completo de estos espacios en todo el corredor costero. Con el decaimiento de la actividad ferroviaria, reconfiguraron su desempeño y continuaron reivindicando el papel protagónico en el comercio de alimentos y en la economía familiar.

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