Trato de palabra
Esa tarde del viernes Matilde se acordó de una frase que conocía desde que era niña, “el trato fue de palabra”, sin habérselo propuesto lo había aplicado.
Esa tarde del viernes Matilde se acordó de una frase que conocía desde que era niña, “el trato fue de palabra”, sin habérselo propuesto lo había aplicado.
Se fueron dando cita el canto de las chicharras, el viento que soplaba fuertemente, el croar de las ranas, el sonido de las hojas de los árboles mecidas por el viento, los ladridos de los perros, el canto de los pájaros y de los grillos, el murmullo de personas que se percibía a lo lejos.
Hizo memoria del significado que tenían las primeras aguas, como solían llamar en su familia a las primeras lluvias del mes de mayo.
Ella volvió la vista y pensó un instante antes de responder, tenía poca ganas de platicar. Sin embargo, le pareció que sería descortés si lo ignoraba.
Dejó que el agua tibia acariciara cada parte de la cara, con movimientos suaves se dio un masaje sintiendo el aroma del jabón de romero y disfrutando ese instante.
Echó un vistazo a algunos de sus libros, empezó a hacer memoria, cada uno tenía una historia de cómo había llegado a ella
Fue al patio y observó que las hojas de los árboles de limón estaban tristes, se veían casi cerradas, opacas. La hojarasca que cubría sus raíces era la que permitía guardar un poco la humedad cuando eran regadas.
El calor era intenso, según la aplicación del celular de Abril, marcaba los 38 grados. Seguramente eso era a la sombra, pensó. El clima tan cálido le provocaba somnolencia, también le hacía evocar algunos paisajes que describía en su literatura Gabriel García Márquez. Esa tarde, decidió dejar a un lado celular y redes sociales y tomar una siesta.
Abril entró en la dimensión de sus sueños, fueron varios, hizo una larga caminata. En uno de ellos observó a Tobías uno de sus amigos. Todo el tiempo lo vio a lo lejos, sin cruzar palabra alguna.