
Propaganda política
Se comienza por una mercantilización de la oferta política –aparentemente alegre, catártica y todo sumado inocente-, y se termina en la postración moral de todo un
Se comienza por una mercantilización de la oferta política –aparentemente alegre, catártica y todo sumado inocente-, y se termina en la postración moral de todo un
El plebiscito de la anexión de Chiapas a México, decía el maestro Jan de Vos, fue el primer fraude electoral cometido en la entidad. La camarilla política de entonces organizó la consulta y decidió el rumbo histórico que más les convenía.
Varios periodistas critican en voz baja, y también en Facebook, que el director del Instituto de Comunicación Social de Gobierno, José Luis Sánchez, les retrase el apoyo mensual a que los tiene acostumbrados.
Y, efectivamente, no basta con indignarnos, con vociferar, con sacar las amarguras en Face y criticar a nuestros gobernantes. Es necesario actuar. Por eso, el rescate de un camellón abandonado a su pobre suerte es uno de los actos de civilidad más memorables que me ha tocado vivir en nuestra ciudad.
«En este país ya no es posible trabajar si uno no está conchabado con el gobierno», Vargas Llosa. Gracias a Marco Antonio Besares Escobar, notario número 87, leí Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa.
¿Qué ganamos los ciudadanos con la “modernización” de Tuxtla Gutiérrez? Nada. Al contrario, hemos perdido muchas horas en los embotellamientos; hemos perdido dinero en reparar nuestros coches destrozados, hemos perdido empleo y visto disminuir las ventas en los negocios.
¿Desaparecerá, en esta era digital, el libro, la televisión, el cine y el periódico impreso? Mario Carlón y Carlos A. Scolari convocaron a varios estudiosos de los medios a dar respuesta a esta interrogante. El resultado ha sido, aparte de la reunión, un libro titulado El fin de los medios masivos, que ha sido editado en Argentina por Crujía.
Hay amigos que nos retan, seguramente a usted también le ha pasado, a que identifiquemos al peor gobernador de Chiapas. Los nombres, quizá por nuestra corta memoria, se reducen a Juan Sabines Guerrero y a Manuel Velasco Coello. Algunos afirman, con bastante seguridad, que este último rebasará fácilmente al nieto del mayor Sabines.
Del sueco Karl Stieg Larsson, el gran desconocido hasta antes de su muerte, hoy se sabe mucho: que escribió a velocidad frenética la trilogía Millennium, que fumaba tres cajetillas diarias, que tomaba 20 tasas de café, que se alimentaba de comida chatarra, que dormía tres horas y que murió a los 50 años sin haber disfrutado, pero sí intuido, el éxito de sus novelas.