Leila Guerriero hace cantar al periodismo

Leila Guerriero hace cantar al periodismo.
Foto: Zona Docs

La cronista argentina Leila Guerriero visitó la Biblioteca del ITESO para hablar sobre periodismo y literatura. Ahí compartió sus claves para escribir periodismo narrativo que, sin dudarlo, podamos llamar arte: hay que tener la cabeza amueblada y el oído afinado.

Por Isabella Jiménez Robles en Zona Docs

Fotos: Comunicación Social ITESO

Leila Guerriero ama tanto escribir que no solo “no podría vivir nunca” sin hacerlo, sino que las palabras adquieren vida a su alrededor. El 31 de agosto visitó la Biblioteca del ITESO como parte de los eventos de Guadalajara Capital Mundial del Libro, donde la acompañó la también cronista Vanesa Robles. Charlaron frente a una audiencia ávida de sumergirse en el mundo interno de una escritora que danza con aparente facilidad entre lo terrenal y lo sutil del periodismo. Ella ya lo ha dejado en claro: una crónica bien escrita es arte.

La clave está en crear espacio para la creatividad. Un primer paso que sugiere es amueblarse la cabeza con distintas formas de artefactos narrativos: literatura, cine, teatro, poesía. Lo que además distingue a Guerriero, en su sinfín de referentes de distintos géneros artísticos, es su énfasis en la escucha: “escribir se trata de tener oído y hay que tener el oído más absoluto posible”.

Los textos de Leila tienen música, más que de fondo, de raíz. Una de sus técnicas características es encontrar sonidos que den vida a las palabras. Lo explica en el ensayo Tan fantástico como la ficción“Si todo texto está afinado en un tono, yo quiero pensar que Los suicidas del fin del mundo está afinado en el chirrido del viento”. El reto está en encontrar esa voz y conservarla, dijo en el ITESO:

“No podría decir en qué momento , pero sí identifico rápidamente cuando la musiquita no está sonando. Cuando la voz está aplacada siento que no soy del todo yo. En ese caso es tenerme paciencia y lo que hago para entonar es leer determinadas cosas o escuchar determinadas músicas. Me hago un colocón de una prosa o de una poesía”.

Hubo una época en que sus textos adquirían textura escuchando Mockingbird de Eminem. Al decirlo en la charla, este comentario fue recibido con risas entre una audiencia a la que seguro le pareció curioso pensar en Leila, que tiene porte y ademanes de bailarina de ballet, viéndose absorta por Eminem. Lo curioso es que esta canción se acerca más al estilo de Leila de lo que lo hacen la mayoría de las notas en un diario: el rap y la crónica comparten algo en el juego con la narrativa y la cadencia del lenguaje.

Pero la música interna de Leila no sólo viene de cantantes y poetas, también la encarna en lo cotidiano. A veces la mejor solución para recuperar el ritmo que necesita es salir a correr, darse una ducha o lavar los platos:

“Dejo que eso me entre en las venas, que me corra físicamente por el cuerpo. Y después vuelvo a escribir a ver qué aparece. Como todo en la escritura se trata de tener paciencia y de no pensar que cada vez que eso desaparece es el fin del mundo porque no lo es, siempre vuelve”.

En cuanto al panorama que recibirá estos textos, Leila pinta un paisaje esperanzador. En particular para el periodismo narrativo “las cosas no son tan desérticas como hace 15 o 20 años”. Guerriero ve la posibilidad de que más personas sean publicadas a través de medios y revistas digitales como Anfibia, Gatopardo o Rollling Stone en español, que dan espacio a textos narrativos más largos. Y mientras los Alma Guillermo Prieto y Martín Caparrós eran de los pocos nombres con libros publicados, ahora también han surgido más sellos editoriales especializados en no ficción periodística: Libros del Asteroide, Libros del K.O. y algunas colecciones de Tusquets y Anagrama. Sin embargo, “no se acaba todo en la palabra escrita”, los formatos de podcast y documental le parecen una gran frontera para contar historias desde el periodismo.

“Por supuesto los periódicos están en crisis, los medios están en crisis, pero el oficio periodístico yo creo que no. Cada vez veo más personas interesadas”.

Eso sí, advierte que la idea de que escribir es puro disfrute sólo conduce a la frustración. Además, “todo el mundo cree que es Truman Capote, pero los Trumans Capotes que llegan son poquitos”. Una persona que comienza a escribir “lo único que debe saber es que va a tener mucha competencia y lo que tiene que hacer es concentrarse en marcar la diferencia, no en aplastar al otro”.

A fin de cuentas, a Leila le interesa que las nuevas autoras sepan que para escribir hay que “arrojarse y hacer”, no autocastigarse. “Lo único que uno tiene que hacer es tener la tozudez de saber que, si el texto es buenísimo y se defiende solo, algún editor en algún momento va a voltear la cabeza y decir: ‘oigan ahí está’”.

Ella misma ahora lleva una vida doble como editora-escritora; dice que su método es un Frankenstein creado con lo que ha aprendido de sus editores y su propia trayectoria. Así construye complicidad con los y las autoras que edita: “llegas a tocar lugares tan privados de la vida del otro que no tienen nada que ver con su vida afectiva; lo más íntimo que tiene es su escritura”.

“No hay nada que me dé más placer que ver gente brillar, ver cómo un talento se desenvuelve, primero con un empujoncito y después por sí mismo”. Como editora, tiene la ventaja de que sus escritoras saben que ella ya ha pasado por esas experiencias: “yo ya subí el Everest y me caí veinte veces como esa persona. Se lo digo desde la trastienda del oficio”.

Leila se muestra feliz de acompañar a otras personas a encontrar sus melodías personales, mientras ella continúa entonando la suya.

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