Uno menos

Calor en Guerrero
Foto: Amapola

El calor era intenso, Bianca estaba con el pendiente de pasar a comprar algunos ingredientes que requería para los arreglos que le habían encargado para decorar unas mesas, el motivo era una fiesta de cumpleaños. Por fortuna la tienda de productos estaba cerca de su casa. Solo tenía que caminar alrededor de 10 minutos y ya estaba ahí. Decidió que iría por la tarde, alrededor de las 5,30 pm, de tal forma que el calor hubiera apaciguado un poco.

Revisó la lista de materiales que necesitaba para que no se le escapara algo, tenía la intención de trabajar un rato de la tarde para avanzar y terminar al día siguiente. Se le vino a la mente la frase que le decía su tía Panchita, la práctica te ayuda a aliarte con el tiempo, vaya que era cierto.

Salió rumbo a la tienda, iba tan concentrada en sus asuntos que al pasar por una de sus calles preferidas, por la que solía atravesar para llegar a la tienda de productos de decoración, no se percató de un cambio. Su paso era rápido, no recordaba si la tienda cerraba a las 6 o 7 de la noche.  Cuando se dio cuenta que aún estaba abierta sintió un gran alivio y aminoró levemente el paso. Encontró lo que necesitaba y aunque se había prometido no adquirir algo que no fuera requerido, terminó comprando unas pinzas sujetapapeles de pequeño tamaño que le encantaron para decorarlas y obsequiar a algunas clientas que trabajaban en una escuela primaria.

De regreso a casa iba a un ritmo más tranquilo que le permitió observar el paisaje, pasó nuevamente por una de sus calles favoritas, la que tenía árboles distintos, laurel, almendros y capulín. Para su mayor sorpresa se dio cuenta que había algo distinto que antes no estaba, veía un espacio donde faltaba algo. Su mente hizo un repaso rápido,  algún árbol hacía falta, su mirada de inmediato ubicó el pequeño tronco que quedaba de lo que fuera un árbol de capulín.  Una serie de preguntas se agolparon en sus pensamientos,

—¿Quién habrá talado el árbol? ¿Por qué lo hicieron? ¿A quién le estorbaba?

Ese árbol cobijaba  con su sombra,  era de los pocos que quedaban de su especie en la colonia, además su tamaño era mediano, sus ramas no invadían a los edificios cercanos. Sin dudarlo se acercó al tronco, con tristeza se dio cuenta que no tenía ni la más remota posibilidad de renacer. Aprovechó que las luces de algunos autos iluminaban el área y le pareció identificar señales como una especie de plaga en el interior del pequeño tronco. ¿Habría sido eso la causa de que lo cortaran? ¿Alguien más había notado la ausencia  del árbol o acaso estarían como ella que en un primer momento lo pasó desapercibido? No tenía la respuesta, ni nadie a quién acudir para que se la diera. Lo cierto es que la noticia le causó tristeza, nostalgia, desencanto. Era notoria la ausencia del árbol de capulín, uno menos en la colonia, uno menos en la casa de todos, el planeta Tierra.

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