Nacen nuevos espacios, la sala de cine Jlumaltik en Bachajón

Foto: Edilberto Méndez

A Chiapas llegó el cinematógrafo por ahí de 1908, de lo registrado y documentado se menciona que llegó a Tuxtla, Comitán, Chiapa de Corso y San Cristóbal, la empresa Adamns-Sanabria con su cinematógrafo Pathe en ese año, dando más de 50 funciones para después retirarse. Como sucede en todos el país y el mundo, las principales ciudades son las beneficiarias primeras de la llegada de las proyecciones de cine, siendo estas las que también contaban con algo de infraestructura, teatros o salones que se adecuaron de forma pronta, mientras que las proyecciones de cine a las zonas más rurales e indígenas tardaría en llegar muchos años.

Como he mencionado en otros espacios, en la genealogía del cine que hoy llamamos comunitario existen tres divulgadores de las proyecciones del cine y de la apropiación de sus tecnologías, sobre todo en la era del video. En las genealogías de lo que hoy llamamos cine comunitario, debemos voltear a ver, en cada caso específico, tres divulgadores imprescindibles, las políticas públicas que usaron al cine como medio de formación ideológica (SEP-Salubridad-INI), la iglesia que evangelizaba mientras proyectaba cine y las ONG ́s que vieron en el video, («gracias» a que el mercado entendió la relevancia de abaratar costos y ampliar mercado audiovisual (así como lo entendió con los jóvenes en los 60 ́s), una línea indudable del neoliberalismo) un instrumento en dos vías, la documentación y apropiación tecnológica en el proceso.

Las salas de cine se caracterizaron por asentarse en las ciudades prosperas y metrópolis en crecimiento, de ser salas particulares, pasaron a experiencias de cine clubs, las universidades, algunas tienen salas de cine y hasta carreras de cine, Chiapas tiene auditorios más que salas de cine en sus universidades. Con el advenimientos del neoliberalismo, las salas de cine se concentran en dos grandes consorcios que son quienes dictan las reglas del juego en todo el país, los cines locales van desapareciendo y se van creando las grandes plazas comerciales, malls, con complejos cinematográficos poco accesibles a las personas rurales, en promedio un boleto de cine en el consorcio más importante cuesta entre 43 a 65 pesos, por ley el salario mínimo, cuando se tiene, es de $141.70, lo que alcanza para dos adultos y unas palomitas.

No todo está perdido, a la par surgen iniciativas de salas de cine independientes, tanto de los consorcios como de los gobiernos, pequeños esfuerzos de empresarios culturales que difunden el cine mexicano y de otras geografías; un caso destacado es el Foro Cultural Independiente Kinoki que se ha convertido en referente de festivales y muestras cinematográficas, y donde se puede ver de todo y de diversas formas ubicado en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, corazón económico de la región Altos.

Pero dónde y quién lleva el cine a los pueblos y municipios indígenas del estado, excluidos como siempre, la apuesta de llevar cine a comunidades y municipios indígenas, históricamente lo hicieron los antes mencionados la SEP, Salubridad, INI, Casas de Cultura; la iglesia católica y eventual y puntualmente ONG ́s, pero muy pocas iniciativas locales se dieron a la tarea de abrir espacios de proyección.

Hoy en día con el crecimiento de nuevas generaciones con el audiovisual como parte de su cultura cotidiana, con el crecimiento y desarrollo de una comunidad de cineastas locales y redes de proyeción-colaboración, hemos visto experiencias de proyección en San Andrés Larráinzar gracias a Satil Film, en Tenejapa ya sea por la Muestra de Cine Ocote o los promotores culturales locales como Marco Girón, en San Pedro Chenalhó recientemente con la iniciativa de Cine Bolomchon; mientras que en la zona norte selva, hacia Palenque y otros municipios colindantes, las poryecciones que realiza Tseltal Bachajón Comunicación y la más reciente experiencia en Chilón, concretamente en Bachajón con la creación del cine Jlumaltik, una iniciativa local que me interesa abordar ahora, no porque las otras no lo merezcan, sino porque está sucede fuera del territorio de Los Altos de Chiapas por un lado, que con todo están más cerca de la comunidad más activa en la cinematografía y mientras que la actividad que realiza Tseltal Bachajón Comunicación está ligado también a la CLACPI y son parte de otro texto que abordaré en otro espacio y tiempo.

Yo me enteré del surgimiento de este cine por medio de las redes sociales, Tsunket Mayor publicó unas fotografías el pasado 9 de octubre acompañadas del siguiente texto:
“Cine jLumaltik, en nuestro bello pueblo de Bachajón.
Quieres pasar una tarde agradable, ven y disfruta de una película de acción y de temporada.

Foto: Edilberto Méndez

Niños, adolescentes y mujeres una sonrisa. Caballeros también una sonrisa. No tiene costo alguno. Todos los días de 05:00 a 09:00 pm. Frente al mercadito del pueblo.”

De ahí me puse en contacto con Tsunket quien me hizo el enorme favor de enlazarme con Edilberto Méndez, quien es el joven de 24 años que tuvo a bien la iniciativa de abrir un espacio de proyección cinematográfico en Bachajón, zona tseltal donde se encuentra asentada la Misión de Bachajón que comenzó su labor en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas en 1958, fundada por la Compañía de Jesús, popularmente conocidos como jesuitas.

Platicando con Edilberto de cómo nace el cine Jlumaltik me cuenta que: “Aquí en la comunidad, en el pueblo donde estoy pues no hay un cine y entonces un día me puse a pensar: ¿qué podría hacer yo para aportar algo a la comunidad también? (…) y así me acordé de un salón de cine que está aquí en Bachajón, que está un poquito grande y ya tenía mucho tiempo, estamos hablando de un salón de cine de fácil unos 30 años ni se usaba, nomás para unas reuniones, de vez en cuando lo rentaban y así pues, y ya para lo que era, así realmente un salón de cine, ya no era…”

Proyectar cine es una labor que lleva mucho tiempo, pareciera que es un acto menor, pero es un acto fundamental para el cine y para los públicos, sin un gestor que haga esta tarea el cine no llega a su público y el público no llega a conocer el cine, salvo lo que dictan los consorcios, tanto en internet, como en televisión o el abandono, ya que en general a ningún consorcio cinematográfico le interesa montar una sala de cine para zonas rurales.

La labor de Edilberto es importante por pequeña que se vea, tiene un interés social concreto, cuenta que: “hay muchas personas que no les alcanza para tener una pantalla en su casa, o no hay internet, o para tener un fácil acceso a las películas que van saliendo, o no nuevas, no necesariamente las que van saliendo, trato de proyectar unas más o menos nuevas, para que la gente las vea, hay películas de todo tipo, películas para niños, películas de acción de terror y así”. Para ingresar al cine no se cobra la entrada, Edilberto no está lucrando con la proyección de las películas, es más un servicio a la comunidad, a las comunidades: “He visto que llega gente de ahí de las comunidades, de aquí las que están cercanas, llegan ahí a pasar el rato y me da gusto, pues como le digo, hay gente que no tiene la posibilidad de acceder a eso y yo ofrecerles esa, como quien dice, esa oportunidad pues se me hace algo bonito.”

¿Pero cómo se monta y sostiene un proyecto cultural de esta magnitud? Quienes estamos metidos en el medio sabemos que ser proyeccionista y montar una sala, por muy modesta que sea tiene un costo y requiere tiempo, dedicación, atención y hasta cariño. A poco más de un mes de iniciadas sus actividades Edilberto tuvo que pedir un préstamo para poder acceder a los recursos básicos para comenzar: “…yo la verdad no tenía conocimientos ni nada, de qué equipos de audio, ni proyector (…) entonces me puse a investigar, a ver tutoriales de cómo elegir un buen equipo de audio, cómo se escucha más o menos bien, de cómo elegir un buen proyector, que se mire bien, que mande a una pantalla grande y todo eso, y de ahí empece a buscar cómo financiarme (…) pues no tenía, no tengo dinero, no soy de recursos de mucho dinero pero ahí conseguí un crédito en la Coppel y ya con el crédito me financié.”

Para poder verlo en perspectiva sostenible Edilberto Méndez considera que si bien no se cobra por ver cine, hay dos funciones todos los días de las 5 de la tarde a las 9 de la noche, es necesario generar ingresos por otras vías, como hacen muchos proyectos independientes en todo el país, no se cobra por ver la película pero se venden alimentos, con la venta de alimentos y refrescos se logra pagar una renta del salón y a una colaboradora, Sebastíana López, que ayude a mantener el cine abierto y funcionando. También con ayuda de su padre quien es productor de café, ya que con lo poco que recuperan de la venta de comida y bebidas, más algo que le ayuda su padre van pagando el préstamo.

El cine no está adecuado al 100% ya que no cuenta con una pantalla para proyección, Edilberto usa una lona del lado que no tiene impresión, ya que originalmente era un anuncio de otra cosa; las sillas que usa son de por sí las que había originalmente, muchas ya son inservibles, el techo tiene agujeros y hace falta mucho trabajo e inversión para que hablemos de una sala de cine en forma, pero lo que hay da espacio para un publico de más o menos 250 personas quienes disfrutan de las películas y un espacio de encuentro: “La gente yo los veo felices cuando llegan ahí, que preguntan, no que cuánto cuesta, no, pásale, no pasa que no te guste la película y te sales huyendo; les gusta y pasan y ahí se quedan un rato, a veces salen y vuelven otra vez, hay veces que tardan las dos películas, a veces proyectamos dos películas, bueno, normalmente proyectamos dos películas y hay gente que se queda ahí las dos películas, y también los niños a veces entran ahí en lugar de estar haciendo cosas en la calle, arriesgando que los atropelle un carro ya se meten ahí…”

Estudiante de derecho, Edilberto piensa que lo que hace es un bien para su comunidad: “A mi ver mejor que estén ahí en el cine a que estén haciendo maldades en algún otro lado, los jóvenes y también las personas adultas que pasen ahí al cine, me ha tocado ver que también borrachitos llegan ahí y quieren ver la película y sí, nomás les pedimos que guarden silencio, que no hagan ruido y ya pasan las personas y están ahí sentados, y me da gusto, por qué, porque a veces me doy cuenta, me ha tocado ver que en el pueblo, aquí los borrachitos empiezan a pelear en la calle o se están portando conflictivamente, los ves tirados por ahí, entonces darles la opción de que se vayan a hacer alguna maldad por ahí, que se vayan a hacer daño mejor que se pasen un rato ahí o incluso, evitar también eso en los jóvenes, en lugar que se vayan a tomar o a drogarse o a hacer vandalismo a algún lado, mejor que se vayan y pasen un rato ahí, que se les de esa opción a mi pueblito, y pues esa es básicamente la idea ahorita…”

Edilberto piensa que se puede hacer mucho, que se puede no sólo proyectar en Bachajón, que se puede llevar el cine a más comunidades: “La idea, también estaba pensando, conseguir otro proyector, bueno si esto va bien y no me lo cierran, conseguir otro proyector, otro equipo de audio y moverme a comunidades, no sé, ir a centros, hay comunidades ya grandes donde se concentran dos o tres y cinco, más comunidades, digamos ir a esos puntos y proyectar películas cada ciertos días para que puedan llegar a ver películas o algo así pues, fomentar más la cultura o proyectar películas incluso que ayuden a mejorar la sociedad…”

Con todo en contra la apuesta de Edilberto es grande y motivadora, como lo ha sido en otros proyectos, como han nacido experiencias importantes en la difusión del cine y la construcción de alternativas culturales locales, la promoción del cine quizá es una de las actividades más difíciles en zonas rurales e indígenas, una por su ascendencia colonial, dos por su necesidad tecnológico, tres por la dificultad que a veces resulta conseguir las películas o que los realizadores/as y productoras lo faciliten, cuatro por el relativo aislamiento de las ciudades donde el cine y su comunidad es más abundante y dinámica, como

lo puede ser San Cristóbal de Las Casas, por ejemplo.
Como muchos de nosotros, de nosotras que estamos en esto, Edilberto comenzó con la buena intención y se encuentra con barreras como el derecho de autor, el derecho de proyección de obras audiovisuales, pero a su vez con el tema del derecho al acceso a la cultura de los pueblos, pues acceder a contenidos audiovisuales para el entretenimiento y la difusión cultural es un derecho de todas y todos que muchas veces se ve cercado por exclusiones de todo tipo.

El joven cine Jlumaltik nace con la esperanza de crecer y llevar cine a muchas personas que no tienen tantas facilidades como en las grandes ciudades, nace con la intención de abrir mejores caminos en el terreno local para la población y como muchos, Edilberto piensa que: “yo creo que con el cine podemos hacer muchas cosas, podemos cambiar un poco la sociedad digo yo, echándole ganas yo creo que se puede. Ocupa financiamiento, tiempo sobre todo, pero con el tiempo se puede ir logrando.”

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