Miguel Lisbona: La cuaresma secular: el Mundial de Futbol 2018

Por Miguel Lisbona Guillén/ El jueves 14 de junio dará inicio, como cada cuatro años desde 1930, una nueva edición del Mundial de fútbol. Una competición establecida desde un principio por la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) y que en su primera edición enfrentó a 12 selecciones nacionales, más la del país organizador, Uruguay. Durante esos años muchos cambios en la composición del mapa mundial se han producido, así como conflictos bélicos tan sangrantes como la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, en espera de futuras transformaciones, participan 32 equipos de los cinco continentes en el mayor espectáculo deportivo del mundo junto con los Juegos Olímpicos.

Rusia y Arabia Saudita abrirán el fuego a una competición que durante un mes focaliza la atención de muchos telespectadores en espera de la final que se llevará a cabo el día 15 de julio. Un espectáculo agonístico donde se sigue a los representativos nacionales como si en cada partido se jugara el orgullo de un Estado, nacional en muchos casos. Su condición de país en el concierto mundial, aunque en este caso sea a través de una pelota en los pies.

A muchos les sorprenderá que titulara este texto como “la cuaresma secular”, en fin, también podría haberle titulado de otra forma pero la idea a destacar es la de acotación de un tiempo determinado. Una limitación conocida y en la cual los individuos trastocan ciertos hábitos cotidianos en una especie de penitencia o sacrificio individual y social. La cuaresma, para los católicos, significa el ayuno carnal como recordatorio del realizado por Jesucristo en el desierto. Algo que los musulmanes efectúan en el Ramadán, el mes en el que los seguidores del Islam ayunan desde el alba hasta que el sol desaparece del horizonte.

Relacionar los religioso con lo deportivo no resulta extraño hoy en día, cuando las ciencias sociales por fin han entendido que el deporte como práctica, espectáculo o negocio significa una realidad imborrable de nuestro mundo. Las interpretaciones no necesariamente son coincidentes pero lo indudable, o el denominador común si se desea, es la observación de fenómenos como el Mundial de Fútbol como un ejemplo del mundo moderno, en el cual nace junto a procesos como la revolución industrial y el crecimiento de las ciudades. Un proceso que Norbert Elias llamó deportivización para señalar las transformaciones en el uso del cuerpo y de las emociones coincidente con la reglamentación cada vez mayor de la sociedad, un proceso civilizatorio, en sus palabras, y que establecerá reglas de comportamiento individual y en el vivir social.

En tal sentido, el deporte, ejemplificado por el fútbol, muestra este nítido sometimiento a las reglas, establecidas en la forma de jugar o sancionar las violaciones, e incluso con la especialización del trabajo marcado por los puestos ocupados por los jugadores en el terreno de juego. De esta manera, el fútbol es resultado, y caso ejemplar, de los procesos modernizadores de la sociedad, claramente perceptibles desde el siglo XIX en los territorios impregnados por la economía capitalista y los lineamientos políticos de los muchos liberalismos, aunque como es conocido el deporte también fue referente del llamado comunismo real.

Por estas razones es comprensible que el Mundial tenga todos los visos de ser, con las múltiples diferencias lógicas y que cualquiera podrá observar, un ritual del mundo secular, aquel que había roto con las directrices de las religiones. Ello no impide, que como otros casos de rituales laicos o civiles, el aura religiosa esté presente en su forma, y no necesariamente en sus contenidos. Los referentes culturales, por muchos cambios vividos en las sociedades, son renuentes a desaparecer con facilidad; es por ello que nuestras construcciones sociales están repletas de alusiones al mundo sagrado.

El mes que se avecina no estará lleno de ayunos, ni seguramente de penitencias, aunque sí tendremos excesos emocionales. Unos excesos, como los carnavalescos, reflejados en mayores consumos a los habituales para mostrar al mercado como nuestro principal rector en la actualidad. Súmmum de la variante moderna de nuestra cotidianidad.

El sufrimiento ante la derrota y la euforia por la victoria, pero sobre todo el tiempo marcado por los partidos del Mundial, y acotados en fechas, remiten a esa forma de pautar el tiempo establecido por las sociedades para recordar que sin periodos extraordinarios la cotidianidad no sería comprensible, incluso vivible. Por eso, gocemos del Mundial o sufrámoslo, después nos quedarán cuatro años para pensar en el pasado, pero sobre todo en el futuro que llegará. Hasta entonces, que ruede el balón!

 

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