Tres sexenios en el negocio del futbol

Comenzaré por confesar que soy un fanático del futbol. Como el famoso caricaturista Trino, mi sueño era ser portero, no del Atlas, pero sí del América. Nada excepcional para alguien que vivió parte de su infancia y adolescencia viendo al poderoso equipo multicampeón de Carlos Reinoso como técnico.

Como aficionado nunca se me habían llenado tanto los ojos como cuando jugada Cuauhtémoc Blanco. Además soy de la generación caracterizada por la pregunta de fin de semana: ¿Cuántos goles metió hoy Hugo Sánchez?.

De manera que por influencia de las actuaciones del pentapichichi, muchos contemporáneos nos hicimos aficionados del Real Madrid. Claro que la calidad de Hugo Sánchez no está en duda, pero particularmente me llamaba más la atención los colores blaugranas del Barcelona.

Siguiendo al equipo culé descubrí dos futbolistas excepcionales, que en distintos momentos como dice el argot futbolero “la rompieron”: Romario y Ronaldo.

El primero de ellos al igual que Cuauhtémoc Blanco era la antítesis de lo que requería un equipo de primer nivel. Bajito, en apariencia lento y por si fuera poco indisciplinado. Pero si tomaba el balón era todo un espectáculo que te comprobaba el dicho aquel de que las apariencias engañan.

Ronaldo por su parte era un jugador de una velocidad increíble y una potencia que no tiene ningún futbolista actual.

El asunto es que un día, los chiapanecos dejamos de consumir futbol profesional de otras regiones nacionales e incluso de ligas internacionales; porque de pronto nos despertamos con la noticia que teníamos equipo de Primera División profesional.

El entonces gobernador Pablo Salazar que mostraba una inquietud hacia todos los deportes, seguidor confeso de las Chivas del Guadalajara; también impulsó otros deportes como el Basquetbol donde contrata a jugadores extranjeros y a Arturo “Mano Santa” Guerrero, un auténtico ídolo de los aficionados mexicanos al basquetbol.

Con el anuncio también fuimos testigos de una proeza excepcional en nuestro estado: la construcción de un nuevo y remozado estadio Víctor Manuel Reina en tiempo récord.

También del primer exceso futbolero: el “taxi aéreo” con el envío del avión oficial a la capital guatemalteca para traer al mejor futbolista chapín de los últimos tiempos: Guillermo “Pando” Ramírez.

Pronto nos dimos cuenta que el equipo no era competitivo y que estaba llamado a sufrir para mantener la categoría.

Esa primera temporada de los Jaguares de Chiapas fue bastante mala. Lo único prácticamente relevante fueron los últimos tres partidos de la campaña: el antepenúltimo en el Víctor Manuel Reina contra los directamente involucrados en el descenso, los Colibríes de Cuernavaca que se perdió uno a cero.

El segundo contra la Cruz Azul, en el DF. Partido que el cuadro chiapaneco gana por marcador de uno a cero, pero donde se especuló bastante sobre el crecimiento inexplicable de la cuenta bancaria del silbante de ese encuentro, Felipe Ramos Rizo quien se retira del arbitraje profesional poco después.

Pero de los entretelones del último encuentro de esa temporada es de lo que poco se ha hablado. Cuando en el Víctor Manuel Reina los jaguares se juegan la vida contra los Tecos de la Autónoma de Guadalajara.

Un zurdazo de Gilberto Mora en el minuto 38 del segundo tiempo logra que los Jaguares mantengan la categoría en un final no apto para cardiacos.

Pero fuera de lo deportivo, dos hechos que se entrelazan habrá que consignar de ese encuentro: el primero extra cancha y el segundo de táctica y estrategia deportiva:

El entonces entrenador de los Tecos era Alberto Guerra, con una amistad y compadrazgo con el gobernador Pablo Salazar Mendiguchía. El segundo hecho es que si recordamos el partido, prácticamente los Tecos no inquietaron a la defensa chiapaneca. ¿Cómo fue posible eso si en la práctica –que no tenía nada que perder- Tecos era superior a un equipo nervioso que se jugaba el todo por el todo?, ¿Por qué Guerra echó el camión atrás?.

¿Qué sucedió realmente? ¿Se paró mal Tecos? ¿el DT visitante equivocó la estrategia o no tenía estrategia?

Una leyenda dice que Pablo Salazar se comunicó vía telefónica con Alberto Guerra para pedirle se dejara ganar el encuentro. Guerra se niega pero le concede a su compadre la oportunidad de que Jaguares ataque y ataque sin respuesta de Tecos.

¿Qué sucedió? Tal vez nunca lo sabremos. El silencio sepulcral es básico cuando se mueven muchos intereses. Además, en ese momento a los aficionados chiapanecos poco les importaba el planteamiento táctico de Tecos, la tensión explotó con el gol de último momento.

Después de mantener la categoría, la historia del equipo chiapaneco ha sido de pocos éxitos deportivos y muchos vaivenes extradeportivos. Concretamente se le ha usado como imagen de los políticos en turno a través de operaciones poco claras.

El asunto es que no se ha podido demostrar que al equipo se le maneje con recursos exclusivamente de la iniciativa privada. Sin embargo un empresario farmacéutico; Antonio Leonardo, es central en la historia del equipo.

En ese sentido, al término del sexenio de ver nacer a los Jaguares de Chiapas, el nuevo gobernador “refrenda” (palabra que se puso de moda en los boletines oficiales) el apoyo al equipo profesional, al poco tiempo crea un fideicomiso para comprar el equipo al empresario farmacéutico que detentaba su propiedad. Con el fideicomiso, el gobierno de Juan Sabines Guerrero asume los pasivos y las deudas del equipo de Antonio Leonardo.

Otra vez, en una operación poco clara el gobierno del estado vende el equipo a TV Azteca y a su socio el Grupo Interticket. De esa operación, poco o nada se sabe. Ni cual fue el procedimiento para la venta, ni las razones para vender al grupo televisivo y mucho menos cual fue el destino final de los recursos –que debieron ser dinero público- obtenidos por la venta.

Cuando el sexenio anterior finalizaba, los rumores de la nueva venta del equipo comenzaron a surgir. La venta finalmente se realizó a un inversionista que llevó la franquicia a Querétaro.

Pero rápidamente una operación encabezada por el nuevo gobierno logra traer la franquicia de los Reales de San Luis a Chiapas. Sobre este hecho también ha habido poca transparencia. Por ejemplo no se sabe Cuál será el papel del gobierno del estado para mantener la sede.

De nueva cuenta no sabemos cuánto le cuesta mensualmente al erario público el mantenimiento del estadio o si de esto se encarga el club y que garantía se tiene sobre la permanencia del equipo en esta sede.

Eso si, los aficionados han dado cuenta de que son funcionarios del gobierno de Manuel Velasco los encargados de la logística en los partidos, de las porras y hasta de la venta de boletos.

Lo que es extraño si se toma en cuenta que el equipo formalmente es de la iniciativa privada.

Lo único cierto es que las vicisitudes de la plaza chiapaneca de futbol profesional son un uso del uso político del deporte en todo el país.

Por lo menos en materia de futbol profesional la constante son los cambios de plaza, el poco respeto a la afición, el bajo arraigo de las franquicias –que salvo la de los equipos históricos- nacen por caprichos de empresarios y gobiernos.

Esta es la singular historia del futbol mexicano: es un producto televisivo y por tanto comercial.

Los mexicanos mayores de 35 años si les preguntáramos a nuestros padres y abuelos sobre sus preferencias deportivas, la inmensa mayoría diría que son el Box y el Beisbol.

No es para menos, no les tocó el PPV y aunque sea por radio seguían las peleas del Ratón Macías o de Mantequilla Nápoles; de hecho la formación del legendario cronista y narrador de Futbol Ángel Fernández era la radio, lo que hacía posible que narrara batallas épicas que en realidad eran partidos de futbol infumables.

La guerra civil entre Tigres y Diablos y el mismo beisbol mexicano vio grandes épocas con la inclusión de peloteros cubanos y americanos de color que no podían jugar en grandes ligas por la segregación racial. La huelga de los peloteros de 1980 que buscaban sacudirse el yugo de los dueños de los equipos de beisbol terminó con lo que quedaba de la calidad del beisbol mexicano.

La televisión que se expandió con numerosas repetidoras en todo el país hasta alcanzar la cobertura nacional en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, se apodera de lo que había iniciado desde 1970 con el mundial -no sin sufrir el bache de la lucha de Emilio Maurer por los derechos televisivos- el control del futbol y su promoción.

Comienza así a disfrutar de sus ganancias y a proteger los intereses de un deporte que ellos mismos promovieron.

Un pastel del que invariablemente políticos y empresarios quieren su tajada sobre todo para promover su imagen,

Chiapas no ha sido la excepción y en este asunto los que menos cuentan somos los aficionados.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

2 Comentarios en “Tres sexenios en el negocio del futbol”

  1. chon
    12 noviembre, 2013 at 14:13 #

    La verdad, esperaba encontrar ideas más interesantes en el artículo. No dice la gran cosa, cuenta una que otra anécdota, suposición, comentarios personales que no aportan nada y la supuesta crítica no va a ningún lado. El tema es sin duda interesante, pero este texto no dice nada.

  2. baltazar zanabria
    26 septiembre, 2013 at 8:33 #

    Estupendo articulo Sr. Coutiño, me llama la atención que en estos menesteres, la ciudadanía no proteste tanto como en la reforma energética, que ni aprobada esta, pero mientras tanto ya están haciendo su alboroto. Al aficionado común lo que le interesa es que su equipo gane, lo que sucede alrededor, así sea corrupción, le importa un rábano. Eso demuestra una vez mas que las personas que hacen plantones peleando con «reformas», ni leen la prensa y mucho menos la ley, porque de lo contrario ya hubieran hecho un plantón en el estadio víctor manuel, solicitando el esclarecimiento de las cuentas de los jaguares… ojala lo hagan. Saludos.

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