El costo de la guerrilla zapatista en Chiapas

ezDice la célebre oración: “no soy un completo inútil, por lo menos sirvo de mal ejemplo”. En términos jocosos el primero de enero de hace ya casi 20 años Chiapas le demostró al país y al mundo que en casi todos los indicadores socioeconómicos y políticos se encontraba en último lugar nacional. El problema era que antes del “luminoso” primero de enero, -como diría después el subcomandante-, nadie o muy pocos fuera de Chiapas lo sabían o les importaba.

Pero el subdesarrollo en Chiapas era evidente y se expresaba en rezago agrario, rezago en atención y cobertura de salud, atraso educativo, acumulación primitiva del capital, discriminación étnica, expulsados por creencias religiosas, cacicazgos, guardias blancas y desastre productivo por la caída de los precios internacionales del café; -la columna vertebral de la economía estatal- eran algunos de los indicadores más evidentes del rezago.

De mal ejemplo, de tierra bronca y de los rezagos, de lugar inhóspito exótico y selvático, -como nos veían en el resto del país- pasamos a ser ejemplo de rebeldía y un símbolo de vergüenza nacional porque la irrupción del EZLN de pronto nos hizo voltear a ver a todos los mexicanos hacia Chiapas.

Hoy a 40 años de la fundación de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) en Monterrey, que sería el embrión que dio origen al EZLN, a 30 años de la creación del primer núcleo guerrillero en la Selva Lacandona denominado precisamente Emiliano Zapata y cerca del cumplimiento de los primeros 20 años de la aparición pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, salta una pregunta:

¿Cuál ha sido hasta el momento su legado o balance?.

El primero tiene que ver con la violencia, donde las señales fueron en dos sentidos: el rechazo de la violencia de estado y la justificación de la expresión violenta de la rabia social que cuestionó el status quo hasta el momento. Como decían las playeras de los jóvenes unamitas que celebraban en Ciudad Universitaria la irrupción zapatista con una frase del subcomandante Marcos: podrán cuestionarnos el camino; nunca las causas. En ese momento todo el país justificó la vía violenta como un reclamo cien por ciento legítimo.

Pero el impacto de la aparición del EZLN fue algo mucho más que mediático y de rechazo a la violencia institucional. También aceleró los cambios sociales en el país, aquellos cambios políticos que habían iniciado 26 años antes con el movimiento estudiantil del 68.

¿Cuál fue el problema?, El EZLN y su líder el subcomandante Marcos apostaban por la pudrición del sistema político mexicano. Algo de ello sucedió puesto que a raíz de la revolución zapatista se transparentaron programas de gobierno, se ciudadanizaron las instituciones electorales, pero el fin último se cumplió a medias: seis años después el PRI sale del poder, pero al contrario de lo que apostaban los zapatistas, el país dio un giro; pero no a la izquierda, en realidad lo hizo hacia la derecha. En tal sentido el PAN llegó al poder con toda la carga ideológica que representa el conservadurismo en el poder.

¿Cuál fue –o ha sido- el dique a la mochería de la derecha. Precisamente la transparencia y el acceso a la información que se maneja desde esa época y que en mucho se debe a la aceleración de las reformas políticas provocadas por el zapatismo.

El problema principal es que a pesar del “despertar” de la conciencia zapatista seguimos siendo campeones nacionales del rezago.

Construir un partido político campesino y proletariado, derrocar al gobierno, sentar las bases de la dictadura del proletariado, se dejó de lado y dio paso a la “guerrilla moral” y al liderazgo de la izquierda mexicana a costa de hacer a un lado a la izquierda organizada porque se desdibujaba poco a poco ya que pasa del Partido Comunista en la clandestinidad, al Partido Socialista Unificado de México, luego al Partido Mexicano Socialista y al PRD.

Con todo, es evidente que el EZLN aceleró el cambio político en nuestro país, de pronto nos estalla la conciencia social y desde entonces se inicia la competencia política, donde antes del zapatismo, generalmente a los cuadros priístas desplazados no les quedaba más remedio que “disciplinarse” para sobrevivir políticamente en la “banca”. Con el IFE autónomo esa práctica de control político quedó casi completamente desterrada. Propiciándose entonces la alternancia política, que de ningún modo es todavía una democracia efectiva.

Tal vez lo más importante sea el resurgimiento de la llamada “sociedad civil” que nace con los sismos del 85 en el Distrito Federal, camina hacia el norte de la república con el fraude en Chihuahua de 1986 y después a San Luis Potosí con la lucha del Doctor Salvador Nava.

Sin embargo, ¿Qué le ha dejado a Chiapas casi 20 años de zapatismo?

Primero un gobernador sustituto del sustituto que aumentó en solo un año de gobierno -claro está que con la ayuda federal- el presupuesto estatal, en su mayoría dedicado a atajar los asuntos agrarios y al apoyo de las organizaciones existentes.

Un gobernador efímero que duró pocos meses en el gobierno, pero que encabezó un enorme dispendio en su campaña política. Un sucesor que continuó con la política de apoyo a las organizaciones afines, pero de golpeteo contra las comunidades zapatistas en lo que se llamó la “guerra de baja intensidad”. Desafortunadamente en ese periodo vimos la peor expresión de la guerra simulada: la masacre de Acteal.

Otro gobernador más que gobernó con bota de cacique el estado, con muchos excesos también documentados. Tanto que víctima de los excesos, no pudo garantizar para su partido político, la continuidad en el poder.

Con ello inició la alternancia política en Chiapas, que en muchos sentidos fue pionera a nivel nacional pero termina mal. Con ese gobernador como prisionero político de su sucesor. El cual aún sin terminar su mandato era conocido por sus excesos personales y populismo a ultranza.

En ese sentido, el balance del neo zapatismo en México ha sido altamente positivo ya que aceleró los cambios políticos y sociales del país. Pero para Chiapas el balance ha sido francamente pobre.

Nuestros indicadores sociales y económicos a pesar de la lluvia de inversiones desde el estallido zapatista no han avanzado casi nada. Seguimos estando en los últimos lugares nacionales.

Y ha sido pobre el balance en Chiapas -en una lección de que hoy debe de aprender el magisterio en lucha atajando el paso de las reformas estructurares- porque el gobierno ahondó el modelo neoliberal en Chiapas y en contrapartida no aplicó las medidas compensatorias contenidas en los malogrados acuerdos de San Andrés. Resultado, miles y miles de chiapanecos entre ellos de las comunidades zapatistas e indígenas emigran a otros lados porque en su estado natal no hay condiciones de desarrollo.

Lo bueno es que las comunidades zapatistas han resistido, sus redes de cooperación y ayuda han sido una experiencia digna de replicarse en las necesitadas comunidades urbanas de Chiapas.

Otra vez dimos todo los chiapanecos (más los zapatistas claro está) a la federación y no recibimos nada. Así es con la energía hidroeléctrica, el gas natural, los recursos naturales y hace casi 20 años con la anhelada democracia, a partir del sacrificio que significa exponer la vida en una revuelta armada.

Otra vez demostramos como diría Carlos Monsiváis cuando el país fracasaba en un evento deportivo internacional ¡qué importa, somos campeones mundiales en sobrevivencia!.

Aquí seguimos los chiapanecos igual que siempre, con los zapatistas en sus comunidades resistiendo. Lo único que ha cambiado es que ya no somos el “mal ejemplo”, somos referencia mundial y nacional en rebeldía y resistencia.

¿Será ese nuestro destino como pueblo?

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