Definición de escenario

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El diccionario dice: “Escenario: sitio o parte de un teatro o de una sala en que se ejecutan espectáculos públicos y sobre el cual tiene lugar la actuación”. Como siempre, el diccionario limita. ¡Ah, qué vocación de campo de concentración!
Todo mundo sabe que el escenario es ¡el mundo! Es la tierra y es el mar. Imagino a uno de los más grandes actores: Cristóbal Colón, en el montaje de su obra máxima: “El día que me topé con otra tierra”. Lo imagino dando indicaciones a los actores, trepado sobre la verga de La Pinta (para que todos los actores pudieran verlo); lo imagino llevándole un vaso de horchata (con hielo) a un tal Rodrigo de Triana; lo imagino mostrándole cómo debería señalar con el brazo izquierdo y gritar: “¡Tierra a la vista!”. La Historia del Teatro Mundial consigna que al principio, el guionista había propuesto la frase: “¡Llegamos, llegamos a la tierra prometida!”, pero todos coincidieron en que era muy simple, muy poco teatral.
En el escenario del mundo se han dado las frases más bellas. Y no ha sido necesariamente en un teatro o en una sala. Imagino a Sir FrancoiseWilliamson dirigiendo a Goethe en la famosa última escena donde éste apenas se incorpora en la cama y dice: “¡Luz, más luz!”. Cuentan los cronistas que el último ensayo fue tan intenso que Goethe murió en el acto. Y es que, todo mundo está de acuerdo, los ensayos de la vida sólo tienen sustento en la parte final. A veces (nunca falta) los espectadores, emocionados, se ponen de pie y aplauden en forma frenética, como si fuesen gallos después de pisar a las gallinas y piden el “encore”. No saben que la última actuación no permite réplicas.
Que el diccionario perdone la irreverencia, pero Escenario es cualquier sitio del mundo. A toda hora se lleva a cabo ¡la soberbia actuación!, del más soberbio actor: ¡el hombre! (feministas, por favor, me refiero al género humano).
El mundo sabe que las más soberbias actuaciones se realizan en el instante en que no hay público. Las puestas en escena más importantes son aquéllas que se montan en cabinas de teléfono, en cuartos de motel, en pasadizos a media noche, en mingitorios o en cimas de montañas. Hay noches en que ella se convierte en Cleopatra y él juega a ser un burro en primavera. Se sabe, todo es mera actuación. Cuando ella entra al baño, prende la luz y se ve al espejo, mira que, en realidad, es una mujer simple, una simple mujer papel sanitario; cuando él entra al baño, prende la luz, levanta el aro de la taza y orina, ve que, en realidad, es un hombre simple, un simple hombre trapeador. Todo es un mero despojo, una frazada humilde con lamparones y deshilachada. La vida es la gran obra y ella se realiza en el gran escenario del mundo: ¡el mundo!
El mundo, sin hacerlo sobre un escenario teatral, ha premiado a las mejores obras y a los mejores actores y a los momentos más sublimes. Hay algunas obras que han merecido muchas nominaciones sin conseguir, al final, el tan anhelado Óscar (ejemplo de ellas es la puesta en escena vista por millones de espectadores llamada: “Hitler, el más amado”).
Tal vez el lector coincida en que, a veces, las más importantes puestas en escena no son las que se representan en Broadway; tal vez coincidan en que las obras más intensas no son las vistas por millones y millones de seres humanos, como la de “El balón, una pasión sin dique”. Tal vez las mejores obras son las sencillas que se realizan frente a una ventana que da al jardín de la casa, a la hora que la tarde aparece. Tal vez el mejor escenario es el corazón del hombre a la hora que mira a su amada y le dice las dos palabras más sencillas: “¡te quiero!”. Tal vez el mejor escenario del mundo es el dedo que “dibuja la boca”.

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