Pérdida de espacios públicos

Las críticas sobre la mala planeación de la obra pública en Tuxtla Gutiérrez y Tapachula incomodan, sin razón alguna, a las autoridades locales.

No aceptan que no hubo planeación en el diseño de las obras y en su ejecución.

Si tuvieran humildad, deberían reconocer que desde el momento mismo en que el gobierno federal aventó, como si se tratara de una piñata, una cantidad importante (1.2 billones de pesos) para la obra pública en el sureste del país, fue ya un despropósito. No por la cantidad, sino por la forma de repartir el dinero público.

Y es que los gobiernos estatales, en el afán de llevarse un presupuesto importante a sus estados y a sus bolsillos por las comisiones cobradas, presentaron lo primero que se les ocurrió: pavimentar vialidades que no lo necesitaban pero se olvidaron de aquéllas que en verdad lo requerían.

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Además, por la falta de un comité ciudadano de modernización de la ciudad, que debía estar integrado por profesoras, sociólogos, economistas, comunicólogos, periodistas, taxistas y ciudadanos de a pie, el proyecto presentado por el gobierno chiapaneco, tanto para Tuxtla como para Tapachula, machaca sobre lo mismo: la renovación de pavimento para uso exclusivo de coches y camiones.

El peatón queda expulsado de estas ciudades de concreto. Y no digamos el ciclista, que es cierto que tendrá algunos metros en el boulevard Belisario Domínguez, pero no en otros espacios de “modernización”.

Vivimos, con estas obras, una pérdida irracional de los espacios públicos. ¿Qué alternativa tiene el peatón o el ciclista de circular en los libramientos o en la quinta Norte? Desde luego que ninguna.

Conducir una bicicleta o una moto, que genera menor contaminación que un coche, es una tarea suicida en Tuxtla Gutiérrez. Y el gobierno se mantiene indiferente, pese a contar con un Sistema Chiapaneco de Radio, Televisión y Cinematografía, que bien podría fomentar campañas de respeto hacia el ciclista.

Más bien organizaciones como Tuxtla en Bici realizan una tarea encomiable de concientización sobre medios de transportes alternativos, porque entienden que de seguir la tendencia de crecimiento del parque vehicular, esto de los embotellamientos propiciados hoy por “la modernización” de la ciudad, será parte del paisaje cotidiano del futuro inmediato.

Desgraciadamente esas otras posibilidades de reconquista de los espacios públicos para el peatón y para el ciclista, quedaron marginados en el proyecto modernizador de la ciudad, evidentemente por la precipitada presentación de los proyectos y su pésima planeación.

 

 

 

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