Chiapas y su democracia fracasada

Mi generación soñó en la democracia como en el remedio de todos los males de este país. Bastaba, pensábamos, que votáramos por un no priista para corregir años de insolencia, abandono y corrupción.

Llegó la democracia con un presidente zafio y un gobernador protagónico que en lugar de apuntalar y crear ciudadanía, fortalecieron los sistemas clientelares de gobierno.

Las bases quedaron entonces sentadas para que otra generación –hecha a punta de desplegados en los periódicos, spots en radio y televisión, pintas en bardas, en puentes y en cerros–, se apoderaran del imaginario y de las necesidades de los votantes más empobrecidos, quienes son, al fin y al cabo, los que deciden las elecciones.

10404014_10152279428652462_654013207699740716_o            Nuestra democracia, con los resquicios que abre a los oportunistas, en lugar de ser un bien, se vuelve en una fatalidad, porque no permite el paso a los mejores hombres, sino a los más protagónicos, a los mentirosos y farsantes.

El Congreso del Estado de Chiapas es muestra de esa estirpe de oportunistas, desleales, ignorantes y maloras que hoy toman las decisiones por nosotros, que son capaces de apoyar las tranzas de Sabines, de cuidarlo y apapacharlo, y simpatizar después con Velasco.

Hombres y mujeres sin principios sino con intereses muy marcados y muy personales; hábiles para la lisonja, para el compadreo y la desfachatez.

¿Cuántos mujeres honestas desean incursionar en esa clase tan vilipendiada y descalificada con razón? Pocas, porque no quieren ser parte de una lista nefanda. Pocas, porque no quieren ser la vergüenza de su familia. Pocas, porque no a todas se les hace fácil mentir. Pocas, porque si no tienen prosapia política, se le cierran los caminos.

Es urgente, sin embargo, que hombres y mujeres honestos se decidan, como lo hicieron los primeros panistas, pesumistas y comunistas de México, a concienciar al país, a pelear un sistema político diferente, en donde se privilegie el conocimiento, el bien común y el trabajo.

Nuestra democracia, que atraviesa por su peor momento, puede ser mejor pero para eso deben participar ciudadanos capaces y valientes, de lo contrario nos seguirán gobernando esos muchachitos de papel que a diario se anuncian en los periódicos, en páginas de internet y en los espectaculares cada vez más abundantes en nuestras calles.

 

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