Los mayas y el mal tiempo

© Aguas santas, beatíficas. Pantanos de Centla, Tabasco (2012)

© Aguas santas, beatíficas. Pantanos de Centla, Tabasco (2012)

                                                                                                           Pensando en el padre Gumaro Díaz López

 

Ahora comprendo mejor cómo los mayas mesoamericanos, y en general los pueblos de la antigüedad, temían el entorno cerrado por las nubes, la desaparición del sol y la lluviaincesante; típicas de los temporales y el tropical “mal tiempo”. Ello anunciaba en su época tanto como ahora, augurio de adversidades: inundaciones, desbordamiento de ríos, desgajamiento de montañas, reblandecimiento del suelo y pérdida de casas y trabajaderos. Era, tanto como hoy, imposible trabajar en tales circunstancias en el campo. Los caminos se ponían intransitables, las zonas cenagosas se inundaban, la coa y el palo sembrador se atascaban en el lodo, la maleza eliminada pronto rebrotaba, la semilla se pudría en el barro y las cosechas menguaban o se echaban a perder. Era el caso de las mazorcas del maíz y las vainas del frijol.

 

Sin la previsión de guardar leña seca bajo techo, se corría el riesgo de no tener fuego, brasas ni calor para preparar los alimentos; los mashtates de los más pequeños se agotaban o debían ser secados al fuego; las guajolotas y gallinas dejaban de poner; las arrieras de pronto brotaban del piso de las habitaciones y hasta debajo de las camas (tras la inundación de sus nidos en la intemperie); las plagas de gusanos y chapulines se multiplicaban; los niños y viejos con mayor facilidad se enfermaban. En fin… calamidad tras calamidad.

 

Lo bueno es que incluso hoy, durante el temporal, los ratones, gatos y perros pactan alguna tregua y se mantienen entumidos en sus madrigueras, mientras los animales del bosque permanecen en vigilia; las gallinas, guajolotes y patos, como si enculecaran (perdón, encluecaran), hibernan en sus nidos; muy esparcidos y de mala gana se escuchan los gallos en las rancherías, desaparece el aullido de los perros, y las aves del campo se guarecen todas entre las ramas de los árboles. No se escucha, sino de vez en cuando —aunque ahora sí, triste y destemplada—, la voz de los cenzontles.

 

Y escribo todo esto, por lo que ahora mismo sucede en el sureste de México, asiento de los mayas antiguos y contemporáneos, pues luego de esperar y esperar la lluvia, por fin llega, aunque pronto se ha convertido en diluvio: comienza el viernes por la tarde y hasta hoy no para… sábado, domingo, lunes, martes, hoy miércoles y el pronóstico de la ciencia indica lluvia también para mañana. Ciencia y pronósticos climatológicos que los mayas no imaginaron ni en sueños, y por lo mismo… razón ante la cual se ponían temerosos, dispuestos a reflexionar sobre su reciente comportamiento relacionado con las divinidades. Los gobernantes y sacerdotes revisaban los calendarios rituales para verificar la satisfacción de las ofrendas convenidas —en ocasiones sacrificiales— y otras celebraciones mágicas y festivas al nivel del Estado, mientras que en los hogares se recordaba el “estado de cuentas” con los chamanes de la comunidad, intermediarios de las divinidades en su relación con los hombres.

 

Creían los antiguos mayas, al igual que los contemporáneos tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales, lacandones, mames, kanjobales, cakchiqueles y chujes, que acechaba la maldad durante la noche. Que durante los temporales y la penumbra, “trabajaban” las fuerzas de la oscuridad y las deidades del inframundo. Que tras la prolongación del mal tiempo, podría sobrevenir la tercera o cuarta destrucción de la tierra y de la humanidad; con lluvias torrenciales, lluvias negras e hirvientes y la desaparición definitiva del sol. Por ello incitaban con plegarias, rezos y ofrendas al sol, cada tarde. Cuando el Señor de la Luz se hunde en las tinieblas y combate al borde del desfallecimiento a las fuerzas del inframundo, hasta el día siguiente; cuando el Nuevo Sol logra su liberación o renacimiento.

 

Pero lo importante es que no están errados los mayas de hoy, ni estaban errados los mayas de ayer, pues precisamente este es el tiempo de mayor riesgo: el tiempo de aguas, período de huracanes y desorden climatológico en el Golfo de México, el Caribe, Centroamérica y el Pacífico que toca a Chiapas. Tiempo durante el cual ocurren las peores desgracias. Así que… a falta de previsiones adecuadas por parte de los meteorólogos de Chiapas y de la Comisión Nacional del Agua, o de la Comisión Federal de Electricidad (razón del aún fresco taponamiento de la presa Malpaso, la inundación de las tierras bajas de Tabasco y las recurrentes saturaciones de La Angostura), no nos queda más que ser previsores en familia. Rezar e implorar a Kinich Ahau, a Chaac e Itzamná y en general a los Balamoob y Chacoob, divinidades de los antiguos mayas, asociadas al sol nocturno, a la lluvia perniciosa y a la tempestad.

 

cruzcoutino@gmail.com agradece retroalimentación.

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