El Frankenstein de Malpaso

 

Malpaso, Chiapas. Foto: Cortesía

Malpaso, Chiapas. Foto: Cortesía

 

Fernando Ugarte González, el presidente municipal de Mezcalapa, resume la vacuidad, la zalamería y la egolatría de buena parte de la clase gobernante del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en Chiapas.

Ugarte, El Frankenstein de  Malpaso, es creación de sus delirios de grandeza y sus complicidades políticas.

Proclama que es brother del secretario de Gobierno, Eduardo Ramírez Aguilar, y del diputado local y dirigente estatal del PVEM, Fernando Castellanos Cal y Mayor.

Le gusta afirmar que  dispone del espaldarazo político del gobernador  Manuel Velasco Coello.

Lo cierto  es que desde que El Frankenstein de Malpaso  asumió la presidencia del ayuntamiento de Mezcalapa, la administración pública ha devenido de mal en peor, con el consecuente malestar  del recién creado municipio a las orillas del río Grijalva.

La población se queja  porque Mezcalapa está inundado de cantinas y prostíbulos,  en medio del reclamo por más escuelas, centros de salud, viviendas, comunicaciones y gestiones agropecuarias y pesqueras.

Una treintena de comunidades, rancherías y barrios agremiados en aquella región de La Provincia Zoque, mantienen permanentes reclamos de bienestar social.

Esto,   mientras Ugarte González,  que reside en Tuxtla Gutiérrez, asoma ocasionalmente  en el municipio que gobierna.

El muchacho no llega a Mezcalapa. Baja cuando el rancho se le está quemando, porque su negocio es el realmente  el  espectáculo, dicen los lugareños.

 Le repiten sus expresiones: Yo no hice campaña,  el gobierno me puso en la silla.

Al  Frankenstein de  Malpaso lo etiquetan como un presidente  golondrino  que labró su carrera política al influjo inicial  del ex gobernador Juan Sabines Guerrero.

Al entonces gobernador colocho y canoso le organizaba sus fiestas. Así lo complacía y ganaba sus favores políticos,  menudea el comentario.

Fernando Ugarte es la paradoja  incongruente  en aquel  municipio asentado en el ejido Malpaso, que se forjó con carácter y temple, a cincel y marro de trabajo, en buena parte por pobladores que llegaron de otros estados en los inicios de la construcción de la central hidroeléctrica Nezahualcóyotl, a finales de la década del 50.

Llegaron obreros, comerciantes y profesionistas que por años impregnaron a la zona una dinámica progresista y de desarrollo social, desde la iniciativa privada.

La pujanza y el capital  llegaron  con la fundación de hoteles, comercios, líneas de transporte, ranchos ganaderos, cooperativas laborales, entre otros giros, que convirtieron  la zona en La Meca   del progreso.

La gente prescindió  del gobierno en términos de productividad y buena convivencia social. Hicieron de Malpaso, probablemente, el ejido más próspero de la región.

Por ello resulta  ofensivo y degradante que un neo-político impuesto,  como el llamado  Frankenstein de Malpaso,  nada más vaya de tours por algún souvenir de fin de semana  a ese pueblo diligente, entusiasta y serio, de raíces zoques.

Por cierto, en su disputa por preservar el monopolio de los espectáculos en Chiapas, Ugarte González, membretado como déspota, arbitrario y presuntuoso,inauguró un nuevo capítulo en su trágico-cómico episodio político.

El Frankenstein de  Malpaso  en un arrebato o un afán deliberado, quizá,  presuntamente  amenazó de muerte a un militar en retiro.  Al hacerlo Ugarte se echó en contra toda la caballería del Ejército federal, porque como se sabe, la institución defiende y salvaguarda a sus soldados aun cuando éstos no pidieran su ayuda.  

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