Ciudadanos indignados

Los ciudadanos de esta ciudad vivimos indignados. Molestos. Pero no sabemos canalizar nuestro coraje. Sentimos que algo marcha mal, que algo no funciona, que hay un fuerte hedor en la administración pública, pero nos vemos incapaces de cambiar algo.

Aplacamos nuestra ira y preferimos dirigirla al vecino de al lado, al otro ciudadano también indignado que camina o conduce un coche.

Con él o con ella desquitamos nuestro furor. Cerramos el paso. Gritamos. Atropellamos.

Nuestro grito se queda ahí, solitario, sin llegar a formar un coro de protesta, sino solo exaltaciones pequeñas, diminutas y aisladas.

Así estos gobernantes, causantes de nuestros males, seguirán. Votaremos por ellos porque necesitamos pasar el día. Recibir la despensa. Vender nuestro voto para subsistir una semana más, un mes más.

Y el coraje regresará nuevamente con los nuevos funcionarios en una historia en espiral de corrupción, de incapacidad y de atropello.

Estudiantes de la Facultad de Humanidades prendieron velas en memoria de sus compañeros de Ayotzinapa.

Estudiantes de la Facultad de Humanidades prendieron velas en memoria de sus compañeros de Ayotzinapa.

No hay actor alguno, en la escena nacional o estatal, que pueda sacarnos de la noche en la que hemos caído. Los partidos tampoco son la salvación. Están en lo suyo. Van por lo suyo: votos, dinero y poder.

Nuestra indignación, a voces proclamada en las redes, se pierde en un eco que se disuelve en los oídos de los gobernantes, porque ellos solo están para escuchar bienaventuranzas y felicitaciones.

Hoy nos indigna lo sucedido con los normalistas de Ayotzinapa. Nos indigna la situación de la ciudad, pero mañana tenderemos a olvidarlo, vendrán otras preocupaciones tan terrenales y tan urgentes como llevar comida a los hogares. Y entonces la indignación y el maltrato se desvanecen y se vuelve a votar por aquellos y aquellas a quienes nunca deberíamos de sufragar. Si este malestar se convirtiera en acción, permitiría eliminar a políticos hechos del oportunismo, de los espectaculares y la publicidad más vil por engañosa.

Nuestra esperanza está en los jóvenes, en los estudiantes que hoy protestan por sus compañeros desaparecidos de Ayotzinapa, ojalá que ellos y ellas sean transformadores de una nueva forma de actuar que jubile a políticos corruptos envejecidos prematuramente.

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